Es una teoría que demuestra el comportamiento vandálico de ciertos humanos cuando se deja algo abandonado y no hay autoridad. Philip Zimbardo, psicólogo estadounidense, en 1969 estacionó dos vehículos idénticos sin placas y con el capó levantado en dos lugares extremos. El del Bronx, peligroso y de clase económicamente baja, fue desaparecido rápidamente por “vándalos”. El de Palo Alto, no peligroso y de clase alta, permaneció intacto durante una semana, hasta que Zimbardo rompió una ventana y en pocas horas fue vandalizado. James Wilson y George Kelling, sociólogos, desarrollaron la teoría de las ventanas rotas en edificios abandonados.

¿Es aplicable a grupos de nuestra sociedad? Sí, lo demuestra la gran cantidad de videos y audios de crónica roja que circulan en redes sociales, TV, radio y de boca, dignos de una serie de terror. Las acciones de vándalos y criminales de poca monta y de cuello blanco están a vista de un ciego. Otro ejemplo es cuando se accidenta un vehículo cargado de cualquier producto, mucha gente no ayuda al chofer, sino que se lleva lo que puede sin vergüenza, incluso en presencia de alguna autoridad. No necesitamos experimentos científicos de psicología o sociología abandonando objetos o rompiendo vidrios.

¿Estamos abandonados como los vehículos del experimento? Sin ser objetos parece que sí, pues se desarrolla una guerra por captar el poder político que mantiene ocupado al presidente de la República, para no caer; a muchos asambleístas, para tumbar al presidente; al sector indígena, para lograr conquistas paralizando al país; a las fuerzas de seguridad dispersas, tratando de controlar la delincuencia; a ciudadanos que reclaman por el abandono en educación, salud, empleo y seguridad. Algunos califican como vándalos políticos, porque calumnian y mienten provocando la rotura de la frágil unidad nacional.

(...) deben saber que llevamos un león interior que obligado a sobrevivir y perdido el miedo, dará una respuesta feroz...

Dos amigos de colegio se encontraron a los 50 años, el primero preguntó: “¿Dónde vives?”; el segundo contestó: “En Guayaquil, por el sector norte”. El primero exclamó sonreído: “¡Entonces vives a la intemperie!”; el segundo respondió: “¿Por qué?”. El primero contestó: “¡Qué!, ¿no te das cuenta del peligro de ser asaltado en tu domicilio o algo peor?”. Seguramente el primero vivirá en una ciudadela cerrada similar a una fortaleza medieval y pensará estar seguro. En realidad, los dos están expuestos igual que todos.

La situación de inseguridad escala, los ciudadanos estamos asediados por vándalos de toda laya. Pero deben saber que llevamos un león interior que obligado a sobrevivir y perdido el miedo dará una respuesta feroz contra cualquier criminal, político mentiroso o quien reclame violentamente territorios ancestrales, los cuales tendríamos que abandonar o validar nuestros derechos.

La democracia es el mejor sistema; la constitución es la máxima ley; nos amenaza una tormenta perfecta de oscuros intereses, en su movimiento está destruyendo lo que encuentra, aprovechando la debilidad del gobernante. Entiendan, la mayoría de ecuatorianos registramos sus acciones antipatriotas y no queremos vivir con miedo en fortalezas medievales ni con ventanas rotas. (O)