Daniel Noboa recibió un país que literalmente se caía en pedazos y, en alguna medida, sin haber resuelto sus grandes problemas (porque en seis meses es imposible) ha generado una importante mejoría en seguridad, economía e institucionalidad.

Sobre la seguridad, no cabe duda que queda mucho por hacer. Y tomará muchos años recuperar (si es que algún día lo conseguimos) la paz de la que tanto nos enorgullecimos a lo largo de nuestra historia.

Pero existe una percepción generalizada de que estamos mejor.

Destruyó ese cansino discurso de que el Ecuador era ingobernable, o que la Asamblea Nacional era la gran responsable de los males nacionales. De hecho, la Asamblea Nacional ha sido un baluarte muy importante en las acciones positivas de su gobierno, lo cual se evidencia, no únicamente en la aprobación de las leyes urgentes presentadas por el Ejecutivo, o en el respaldo unánime a las decisiones del gobernante en los aciagos momentos de enero cuando tocamos fondo en inseguridad y violencia, sino también, por la inédita producción de leyes, muchas de ellas aprobadas con más de 100 votos.

Pero lo más importante de estos sies meses es haberle devuelto al pueblo la esperanza de días mejores, lo cual se evidencia en las encuestas que, de manera sostenida, mantienen la tendencia de que la mayoría de los ecuatorianos tiene la percepción de que vienen días mejores. Me refiero a la esperanza, porque para un pueblo que sobrevive, que cada día sale a la calle a ganarse la vida y a jugársela frente a la violencia que lo espera en cada esquina de su trayecto (a él y a sus seres queridos), y que reza por no enfermarse porque no tiene para comprar las medicinas que no les proporcionan en los hospitales públicos, lo único que le queda es la esperanza de que vendrán días mejores; que vale la pena resistir; que sus hijos y nietos tendrán una mejor calidad de vida y que aún quedan políticos comprometidos con el Ecuador.

Dicho esto, hay que recordarle al actual Gobierno que lo conseguido sigue siendo poco, y que le quedan grandes desafíos en materia de seguridad y energía eléctrica; y que debe mejorar, al menos y con urgencia, la calidad de vida de los más pobres, generando fuentes de trabajo a través de obra pública, salud y educación.

Sobre todo ahora que el desgaste de gobernar ha comenzado a pasarle factura, pues, aunque mantiene niveles de aprobación positivos, se ha producido un notable descenso; especialmente porque el país viene con carencias acumuladas que no resisten más inacción gubernamental, y puntualmente ahora que Noboa comienza a ser candidato y cada acierto o yerro cuenta votos.

Desde esta columna hacemos votos porque las autoridades al frente de las principales instituciones del Estado continúen trabajando de forma coordinada y antepongan el interés nacional a egos, celos o posiciones personales que tanto daño le han hecho al país en las últimas décadas.

Que sepan responder a ese voto de confianza del pueblo ecuatoriano y que con hechos mantengan viva esa esperanza en días mejores. (O)