Su oposición al velo obligatorio para la mujer en Irán, igual que a la pena de muerte, le valió a la iraní Narges Mohammadi el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz, pero la noticia la recibe en la cárcel, un lugar que frecuenta repetidamente desde hace 22 años por su lucha por los derechos de las mujeres.

Tras el anuncio del Comité Nobel noruego, el presidente de los EE. UU., Joe Biden, abogó por la liberación de la activista, de quien dijo ha sufrido repetidos arrestos, persecución y tortura a manos del régimen iraní. Ella está detenida en la prisión de Evin, sentenciada a 16 años de reclusión, mientras que en Oslo Berit Reiss-Andersen, presidenta del comité, explica que Mohammadi fue galardonada “por su combate contra la opresión a las mujeres en Irán y su lucha por promover los derechos humanos y la libertad para todos”.

La reacción inmediata del Gobierno iraní fue de condena a la concesión del Premio Nobel a Mohammadi.

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El mundo cambió. Cuando los derechos están de por medio, los argumentos políticos de soberanía se desmoronan sin remedio.

Los líderes deben entender que en la globalización la lucha contra las injusticias, la violación de derechos y libertades no tiene fronteras. Es por esto que hombres y mujeres de todo el mundo exigen la liberación de la activista, quien aun desde la prisión se ha unido al movimiento que censura la muerte bajo custodia policial, hace un año, de Mahsa Amini, detenida por supuestamente vulnerar el estricto código de vestimenta que rige en Irán, donde las mujeres deben llevar velo.

Las leyes de cada país deben respetarse, pero los códigos que afectan libertades personales son otra cosa, inentendible en pleno siglo XXI.

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Lo que se levanta en el mundo no son voces opuestas al uso del velo o hiyab, sino a favor de que se respete la libertad individual de escoger usarlo o no. La libertad de elección y los derechos, en este caso de la mujer, es por lo que se otorga este Nobel. (O)