Pertenecientes a esa estirpe de cineastas que entregan a sus fans una dosis casi anual de ingenio, los hermanos Joel y Ethan Coen añaden a su trayectoria Inside Llewyn Davis, una mordaz y divertida película con aires de música folk ambientada en el Village neoyorquino en los años 60. La cinta, que cuenta con la impecable y elogiada interpretación de Óscar Isaac (como Llewyn Davis), arrancó las primeras risas y aplausos de la crítica de Cannes en su premier mundial el domingo. “Nos interesaba mucho describir el clima musical del folk-revival de los años 60. Fue una época opacada para siempre con la explosión poco después del fenómeno rock. Por eso, mucha gente no sabe nada al respecto. Consideramos que aquella música es digna de respeto y por eso tiene mucho sentido evocarla”, agregan. Joel y Ethan funcionan como un monstruo con dos cabezas: uno habla y el otro lo complementa. Curtidos en casi todos los géneros, llevan más de dos décadas escribiendo y dirigiendo películas juntos. Ya recibieron la Palma de Oro en Cannes en 1991, con Barton Fink, y tres veces el premio a la Mejor Dirección. En Cannes se sienten como en su casa.

Óscar Isaac ha recibido todo tipo de alabanzas. La elección del protagonista era fundamental en esta película, por llevar todo el peso de la historia. ¿Cómo llegaron a él?
Ethan Coen (E.C.):
Necesitábamos un intérprete capaz de sostener, más allá de la normal actuación, largas performances musicales. Así que pasamos mucho tiempo viendo actuaciones, cantantes... Estuvimos jodidos hasta que lo encontramos. Isaac tuvo una banda hace años tras licenciarse en Juilliard.

Joel Coen (J.C.): Normalmente escribimos pensando en actores determinados. Aunque de vez en cuando nos gusta cambiar la fórmula, forzar a intérpretes en personajes a priori lejanos a ellos, y que se sorprendan y nos sorprendan.

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Por no mencionar al gato, que es tan protagonista como el mismo Davis, y que huye de él cada vez que puede para luego retornar a los lugares que le son familiares.
E.C.:
No por acaso se llama Ulises. Un nombre que sugiere la idea de un viaje en la música, pero también un viaje a través del ambiente de aquellos años y en la vida de Von Ronk. Años y canciones que precedieron las aventuras de reconocidos músicos como Bob Dylan, Joni Mitchell y otros más que ya exploramos en nuestra película O Brother, where are thou?

J.C.: Eso de que no tuviéramos guion es cierto, casi no hay intriga ni historia, nosotros lo único que hicimos fue seguir al gato (risas). La trama gira tanto alrededor suyo que tuvimos que usar seis felinos para el rodaje. Tuvimos mucha dificultad para manejarlos. El perro es un animal muy complaciente con su amo, pero el gato solo lo es consigo mismo. Tan independiente, como imposible de domesticar.

Entonces, ¿la música fue más importante que el mismo guion?
E.C.:
Conocemos bien ese tipo de música, nos enganchó la primera imagen, la de un músico al que le dan una paliza en un callejón por innovador. Y de ahí sacamos el libreto. Descubrimos los años 50-60, un periodo que siempre nos ha apasionado, como el mundo de los bares y los locales bohemios del Greenwich Village neoyorquino. Aquí se exhibía Von Ronk, que no era exactamente un cantautor porque había escrito pocas canciones y más que nada interpretaba baladas folk tradicionales. Buscaba suerte y sofás para dormir porque no tenía jamás un dólar en el bolsillo. Sobre esos mismos sofás dormiría pocos años después el propio Bob Dylan.

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¿Conocían a fondo la historia de Dave Von Ronk antes de hacer este filme?
J.C.:
En parte sí conocíamos su historia porque quien ama a Bob Dylan, como nosotros, no puede no conocer a Von Ronk, de quien Dylan se inspiró fuertemente. De Dylan, el público sabe casi todo, por eso nos pareció más interesante recrear más bien el ambiente, el folk y los personajes que lo nutrieron.

Llewyn Davis, ciertamente, no es Von Ronk, ¿pero se asemeja mucho?
E.C.:
Sí, los dos provienen de la clase obrera, hacen el mismo viaje a Chicago para una audiencia decepcionante y el mismo intento de abandonar todo para embarcarse en una nave mercantil. Pero nosotros inventamos sus encuentros, las desventuras y su continuo peregrinar por Nueva York.

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J.C.: Lo que cuenta aquí es su integridad como músico, no solo el éxito y la confirmación artística que son siempre relativos.

¿Podría decirse que el filme es una irónica reflexión sobre el fracaso y el éxito?
J.C.:
Davis es un perdedor predestinado. Es un artista de una generación de cantantes folk que, antes de Bob Dylan, se dedicaba a un género popular en las calles y en ciertos locales nocturnos, y no aceptaba compromisos para complacer la industria del disco. Le iba mejor a quien venía después; el segundo que hacía algo nuevo, se beneficiaba del trabajo del anterior.

E.C.: En realidad nuestro filme recrea no tanto a un perdedor, sino a un músico con talento pero sin suerte, que combina en su vida un mal timing y que creía en la alegría y la fuerza del folk…Y así se le escapa su oportunidad, mientras en el mismo bar en que actúa empieza un tal Bob Dylan.