Hace 32 años el lingüista quiteño Fernando Miño-Garcés se embarcó en una dura tarea: desarrollar el Diccionario del Español Ecuatoriano. Con 10.500 palabras esta obra, editada por el Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), es ahora un referente del vocablo nacional.

Miño-Garcés llegó a esta iniciativa por una invitación de Günther Haensch, catedrático de la Universidad de Augsburgo, para trabajar en el Nuevo Diccionario de Americanismos. El proyecto contemplaba la elaboración de diccionarios de cada uno de los países latinoamericanos. De hecho aquella universidad publicó los diccionarios de colombianismos, de argentinismos, de uruguayismos y el diccionario del español de Cuba.

El autor refiere que “desgraciadamente” se acabaron los auspicios y no se logró continuar con el proyecto. Pero él siguió elaborando el del español ecuatoriano hasta lograr publicarlo con la PUCE. “El mayor reto ha sido el económico, como anécdota puedo contar que en los últimos años de existencia del Conuep me llamaron para preguntar cuánto necesitaríamos para terminar el diccionario, hicimos el cálculo y al oír la cantidad, no me contactaron más”, cuenta Miño-Garcés, quien agrega que a pesar de los retos, la satisfacción ha sido la colaboración de tantos investigadores e instituciones.

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Para este proyecto el investigador logró recoger más de 85.000 palabras y en el 2010 hizo un corte a su estudio. Asegura que si no lo hacía, no terminaría “nunca” el diccionario. “He seguido registrando las palabras, pero se necesita un buen capital para hacer el trabajo de encuestas y comprobación de la frecuencia de uso y la contrastividad. Espero poder hacerlo, y con satisfacción puedo decir que por suerte sí hay gente interesada en la lexicografía en el Ecuador”, dice.

En el Diccionario del Español Ecuatoriano, que también contó con fondos del Centro Andino de Estudios Latinoamericanos (Aclas), se han usado dos marcas regionales: Austro y Costa, pues hay muchas palabras que se usan en esas regiones casi exclusivamente. Miño-Garces agrega que “para un lingüista no hay malas palabras, todas son buenas, ya que nos ayudan para comunicarnos” y “aquellas palabras consideradas malas en el lenguaje cotidiano han sido registradas con la marca de tabú”.

El diccionario, además, tiene una App desarrollada por técnicos del Aclas para smartphones. “Es fantástico porque no solo usted encuentra la palabra con su explicación semántico-pragmática, sino que además tiene la pronunciación de la palabra”. (F)

El lenguaje es muy dinámico, hay mucho léxico nuevo y comunidades lingüísticas específicas crean nuevas palabras según su circunstancia y necesidad”.Fernando Miño-Garcés, Autor del Diccionario del Español Ecuatoriano.