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Si Rafael Correa llegase a ganar los 80 millones que pide, será la obra de su gobierno que más trascienda en el tiempo. Haber destruido a un diario de 90 años de historia por una frase de uno de sus periodistas, será una marca de su gestión presidencial demasiado profunda, tan fuerte como fue para el gobierno de Eloy Alfaro la construcción del ferrocarril que unió la Costa con la Sierra. Haber quebrado este Diario, o habérselo quitado a sus dueños –que termina siendo a la larga lo mismo– es un acto que quedará marcado de generación en generación, en particular, en la sangre de los guayaquileños que hemos crecido junto a estas páginas. Sería imperdonable para quienes algún domingo nos hemos sentado con los pies en alto sobre una silla a recorrer sus páginas, sin apuros y sin remordimientos. Su lectura es una costumbre como el café en la mañana, aunque no siempre se concuerde con lo que ahí se opine, o con alguna forma de cubrir una noticia, no deja de ser una compañía elegida por decisión propia, aunque imperfecta, como una esposa.

No creo que el presidente quiera ser recordado por desaparecer a EL UNIVERSO, ni por arrebatárselo a la familia que lo fundó. Una empresa con noventa años de vida no se puede lograr sin el cariño, sin la perseverancia, y sin el trabajo de muchas personas, y en especial sin la aceptación de quienes compran su producto. Cada pared de EL UNIVERSO contiene casi un siglo de emociones, sueños, tristezas, decepciones, errores y aciertos que ahí se han construido, me cuesta mucho creer que alguien tenga realmente entre sus objetivos principales su devastación.

No creo que el presidente quiera ser recordado como aquel que envió a la cárcel a los dueños de este Diario y a su exarticulista. Como padre puede imaginar el dolor que significa la cárcel para su familia, y como guayaquileño debe recordar que la honra se insulta por estas calles hasta en un partido de fútbol. Es cierto que Rafael Correa está en su derecho también de sentirse injuriado, y es probable que a primera vista el artículo de Emilio Palacio suene acusador, pero una vez releído sin apasionamientos es clara la hipótesis que el articulista plantea. Es un artículo escrito al borde de la tarjeta como puede ser el trabajo de un volante de marca impetuoso en el fútbol. Por estas calles, frases más frontales e injuriadoras se escuchan entre carros estancados en un mismo tráfico.

El presidente puede elegir pasar a la historia por su inversión social, por las carreteras, por los puentes, por revivir el ferrocarril de Alfaro, por el metro de Quito, por los nuevos parques que propone para Guayaquil. Le sobran retos y oportunidades para trascender. Prefiero pensar que su actual demanda no tiene el fin de ganar, sino solo de confrontar, como es su estilo. Prefiero pensar que está jugando una partida de póker amenazando sin tener buenas cartas, solo por desahogar públicamente su opinión y sus ideas sobre la prensa, pero que sabe que no va a ganar. La transparencia en el proceso de reestructuración judicial es quizá la mayor oportunidad de trascender positivamente en la historia que tiene Rafael Correa, y el juicio contra este Diario es su primera prueba.