Hoy ya no podemos hablar del deporte guayaquileño en presente, porque no existe; murió hace rato. Esa nada absoluta (no hay asociaciones por deportes ni torneos ni entrenadores ni deportistas) le cuesta al Estado ecuatoriano casi $ 11 millones anuales. Un legislador pidió hace más de un mes al Ministerio del Deporte la intervención en la Federación Deportiva del Guayas, pero el ministro Andrés Guschmer no ha dicho nada porque anda en campaña electoral: aspira a ser legislador. Un día, por los chaquiñanes, va a chocar con la bicicleta de su antecesor, Sebastián Palacios, quien también usó el ministerio para labrarse una base política. ¡Arribismo político puro!

Dado este panorama, resulta más feliz hablar de la historia. Hace un siglo, Guayaquil pasaba por uno de sus más grandes momentos. Se practicaban todos los deportes modernos y miles de deportistas lucían sus habilidades en estadios y en el estero Salado, porque aún no había piscinas.

En 1923 asumió la presidencia de la Federación Deportiva Guayaquil (más tarde llamada del Guayas) el más influyente de sus dirigentes en todos los tiempos, Manuel Seminario Sáenz de Tejada, quien había sido su gestor. Para 1924, Seminario decidió cambiar la estructura de la Federación instituyendo la creación de los subcomités de cada disciplina y nombrando para integrarlos a exdeportistas de gran capacidad, entre ellos a Alfred Cartwright en fútbol; Forest L. Yoder en béisbol; Carlos Noboa Cooke, para básquet; John Sorg, en atletismo; Nelson Úraga Suárez, en tenis; José María Jiménez Gargollo, en natación; Rafael Dillon Valdez, en boxeo, y Julio Básconez en ciclismo.

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Al mismo tiempo, Seminario empezaba tres tareas fundamentales: interesar al Municipio para que uniera sus esfuerzos en la tarea de progreso deportivo; apelar a sus contactos para internacionalizar el deporte de Ecuador, y lograr que una delegación nacional participara en los Juegos Olímpicos de París 1924. Todo lo consiguió gracias a sus conocimientos del deporte y su probada honorabilidad.

Equipo guayaquileño ganador del escudo Cambrian, en octubre de 1924. Foto: Cortesía

Aquel 1924, el Municipio de Guayaquil, presidido por el doctor Julio Burbano Zúñiga, aceptó integrar la Junta Deportiva Municipal y se comprometió a construir un nuevo estadio en los terrenos de Puerto Duarte (donde un Atila arrasó en 2016 estadios, coliseos y gimnasios). Ese estadio se llamó Campo Deportivo Municipal y se inauguró en octubre de ese año con la segunda disputa del Escudo Cambrian.

Este fue uno de los grandes logros de Seminario. Era la primera vez en la historia de nuestro deporte en que se unía al esfuerzo de los entes deportivos la acción bienhechora de los poderes públicos.

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La tecnificación del deporte a través de los subcomités (hoy serían las asociaciones provinciales, pero varias de estas no existen hace años) dio tempranamente sus frutos. En julio de 1924 nació el atletismo federativo. Por primera vez se usaban cronómetros. Seminario, en representación de la Federación; Juan Francisco Heinert, presidente de Liga Deportiva Universitaria; Francisco Rodríguez, cronista de El Telégrafo, y los universitarios Heliodoro Castro y Alberto Avilés Robinson controlaron las pruebas en las que destacaron Héctor Cabezas Monsalve, Luis Márquez de la Plata, Alberto Jurado González, Carlos Manríque Izquieta, Andrés Vera, Telmo Oyague Calvo, Egberto García, Ernesto Icaza Morla, Martín Zevallos Mata, Carlos Monroy, Luis Silva French y Arsenio Veloz.

El ciclismo, deporte iniciado a finales del siglo XIX, había decaído en Guayaquil cuando asumió su dirección Julio Básconez. A las competencias de velocidad en las calles de la ciudad, especialmente en los alrededores de la plaza del Centenario, se unieron las de ruta. Una de ellas puso al ciclismo en el tope de popularidad: la carrera Salinas-Guayaquil, cumplida el 8 de octubre de 1924 por un camino que más era una trocha polvorienta y en la que venció el gran pedalista guayaquileño Reinerio Casanova Intriago tras más de seis horas; fue secundado por otro recordado ciclista porteño: Segundo Biaggi.

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Equipo guayaquileño ganador del Escudo Cambrian, en octubre de 1924. Foto: Cortesía

Otro deporte impulsado por Seminario y los subcomités fue la natación. Al pie del American Park se efectuaron las pruebas de libre y estilos en las que participaron Julio César Aldás, Carlos Velasco, Miguel Espinoza, Miguel Safadi, Eduardo Jurado, Manuel Suárez Pareja, entre otros. Lo más llamativo fue lo que se llamó “concursos feministas del sport”, en los que intervinieron, el 12 de octubre de 1924, las pioneras de la natación femenina en el Ecuador: Gabriela de Goutler, Carmelina Monteverde y Clotilde Olvera.

De aquel gran año es imprescindible recordar que se introdujo el básquet en Guayaquil. Carlos Noboa Cooke, quien había jugado este deporte en Estados Unidos, recibió de Seminario el encargo de traducir los reglamentos y buscar jugadores. Noboa, en unión de Onofre Castells y John Sorg, cumplió eficientemente. Tradujo y entregó impresas las reglas y reclutó practicantes entre sus amigos que habían jugado básquet en Estados Unidos, entre ellos Clodoveo Alcívar, Enrique y Emilio Valdez, Guillermo Gallardo Córdova, John Sorg y Pedro Pablo Baquerizo; y entre noveles cultores, como Fernando López Lara, Alejandro Aubert, Nicolás Parducci, Gonzalo Freile, Atahualpa Chávez, Pedro Ampuero y Egberto García.

El 12 de octubre de 1924 hubo un partido de prueba que es el inicial en la historia del básquet guayaquileño entre los equipos Marañón y de la Bomba Sucre. El primero lo formaban C. Granizo, S. Mantilla, F. Lalán, F. Muñoz y O. Serrano. El de la Bomba Sucre, Aurelio Carrera Calvo (capitán), R. Insua, C. Avellán Cabanilla, Luis Porter y S. Navarrete. El 27 de diciembre, el esfuerzo de Seminario y Noboa fructificó. El subcomité de básquet habilitó un court reglamentario con tableros de madera y aros de hierro en los patios de la Tenería La Iberia, en el barrio del Astillero, propiedad de la familia Castell, donde se jugó el primer partido oficial de la historia local, con el control de las autoridades de la Federación. Allí se enfrentaron dos nuevos equipos, Sport y Progreso, los que, junto a Marañón y Bomba Sucre, son los pioneros del baloncesto porteño.

Seminario logró enviar tres atletas a los Juegos Olímpicos de París 1924. Uno de ellos, el guayaquileño Alberto Jurado González, primer atleta ecuatoriano en participar en esa cita, corrió los 100 metros planos el 7 de julio. Y en enero de 1925, la FIFA aceptó a la Federación Deportiva del Guayas como miembro de pleno derecho.

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El gran suceso de 1924 fue la inauguración, el 8 de octubre, del Campo Deportivo Municipal, con modernas tribunas y una cancha de tierra apisonada. La brillante ceremonia se realizó ante una amplia tribuna colmada de aficionados con el desfile todos los clubes federados. El 9 de octubre arrancó el Escudo Cambrian, con triunfo por 5-0 de la selección de Guayaquil ante la de Ambato. Al día siguiente, el combinado de Quito superó por 4-2 a los ambateños. El 12 de octubre, Guayaquil se adjudicó por segunda vez el Escudo Cambrian al derrotar por 1-0 a los quiteños.

Han pasado 100 años y de aquel añejo prestigio no quedan ni sombras. La Federación Deportiva del Guayas, antaño gloriosa, es una caricatura grotesca en la cual solo se habla de negocios, lo que es aplaudido por una secta de ‘periodistas’ agradecidos que esconden la vergüenza de ver muerto el deporte de su ciudad. (O)