Los aficionados estaban preparados para observar un partido de alto octanaje futbolístico entre Barcelona y Aucas. Los canarios, que arrancaron el campeonato como el mejor de todos, aunque en los últimos partidos su nivel colectivo disminuyó y además fue perjudicado abiertamente por los árbitros; así, sus números se estancaron en la tabla de posiciones.

Mientras, su rival, con receta nueva por la presencia del DT Héctor Bidoglio, que apretó las clavijas defensivas, ha estado ya más cerca del nivel que amenazaba tener al inicio del torneo. Pero antes del partido tan esperado, un boletín de prensa del Aucas anunciaba el masivo contagio de COVID-19 en su plantel. Además, planteaba a la LigaPro que, en vista de esta circunstancia de fuerza mayor, el juego fuera diferido, y si no era aceptada esa petición, se presentarían con los únicos elementos disponibles, en vista de que la LigaPro no procedió a inscribirles a futbolistas juveniles. Con estos antecedentes Aucas saltó al campo de con apenas siete jugadores para afrontar un encuentro disparejo, impropio para el estándar de la competición. Bajo estas circunstancias declaré que parecía un chiste dicho compromiso porque todos sabíamos lo que iba a suceder.

Aucas, para evitar una goleada desproporcionada que afecte a sus estadísticas, apeló al reglamento y simuló la lesión de su arquero para que el árbitro se vea obligado a dar por terminado el partido por inferioridad numérica, como dice la norma, con un 3-0 a favor de Barcelona. Luego de ver este penoso espectáculo, me pregunto: ¿no existía algún recurso que lo evitara? Ante este cuestionable episodio y por la avalancha de críticas, el presidente de la LigaPro, Miguel Ángel Loor, compareció ante la prensa y afirmó: “El fútbol es tan dinámico y emotivo que todos quienes están alrededor, o viven del mismo, opinan con o sin conocimiento, para luego transferir la responsabilidad a los clubes de lo ocurrido en el partido de Barcelona y Aucas”. Y recordó que, al reanudar nuestro torneo el año pasado, “los clubes unánimemente decidieron aprobar el reglamento para competir con una pandemia a cuestas”. ¿Por qué decidieron que en estos casos no se suspendan los partidos? El espíritu reglamentista superó todas las expectativas y terminó ratificando el triunfo de Barcelona por 3-0.

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Ante este escenario las discusiones por lo sucedido no faltaron. Y aquellos que consideran que los reglamentos son hechos para aplicarse, sin observar excepciones, alegaban que podrían darse casos de viveza criolla ¿Qué sucedería, decían, si mañana algún club alega tener futbolistas importantes contagiados, los mezcla con lesionados y decide no jugar? Bajo esa premisa, si los clubes decidieron que se deba jugar siempre, deberán hacerlo y solo así se evitarán suspicacias. Mientras, en su conocido estilo metafórico, Nassib Neme alegó que aunque hay un reglamento, antes que cambiar las medidas vale más la voluntad de las partes para reprogramar un partido. Hizo público que su equipo pudo ganar los puntos y adjudicarse el 3-0 por el retraso de Delfín en presentarse al estadio hace varias semanas. Ante aquello, Emelec prefirió el respeto al Fair Play, esperar al rival y jugar el partido. Neme lanza así un mensaje directo: ¡cuando hay voluntad y se invoca el verdadero espíritu de la competencia, se pueden superar las limitaciones reglamentarias! Por supuesto que el ejemplo dado por el presidente de Emelec obligaba a todas las partes a estar de acuerdo, porque si una de ellas —en este caso Barcelona o LigaPro— no estaba de acuerdo en diferir, no existía otra salida que la de aplicar el reglamento, como efectivamente sucedió.

Pero no todo quedó ahí. El dirigente de Liga (Q) Esteban Paz, en su consuetudinario estilo controversial, declaró que en tiempos de pandemia debió haber más tolerancia e indulgencia ante la severa crisis sanitaria del Aucas y reprogramar el juego. Fustigó: “No se puede concebir que no haya comprensión sobre la situación. El reglamento se podría interpretar de mejor manera”. Y se pregunta Paz: “¿Qué hubiese sucedido si el caso era al revés?”. Sin llegar a ser tan acucioso sobre el tema, mi pregunta va más allá: ¿qué sucedería si un partido como el de Barcelona-Aucas resolvía una clasificación a una final o un título, o se comprobaba un cuadro masivo de contagios en los dos equipos? ¿Presentarse a jugar un partido trascendental con juveniles? ¿Se debe aplicar el reglamento tal cual, sin aceptar ninguna razón excusable?

Por esta causa y muchas más, nuestra dirigencia debe, desde ya, cortar por lo sano y darle herramientas a la LigaPro para aplicar excepciones reglamentarias en temas de fuerza mayor, como fue el de Aucas. Solo así se evitarán suspicacias y malos entendidos. Lo ocurrido le da hoy la razón a Francisco Egas, quien confiesa que le apena lo que Aucas tuvo que pasar ante Barcelona.

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Sin sentido común

El presidente de la FEF calificó de “imperdonable” que no exista la alternativa para postergar los partidos cuando en un equipo haya contagios masivos de coronavirus. Egas pidió que el protocolo de la LigaPro emule al de FEF, que permite aplazamientos cuando haya más de cinco contagiados por club. Es hora de que la dirigencia halle soluciones inmediatamente para evitar que se repitan casos como el de Barcelona-Aucas. Hay que evitar que las consecuencias de la aplicación rígida de un reglamento, o protocolo sanitario aprobado, produzca injusticias que se amparan en la letra muerta de reglas que se aplican sin lógica y sin sentido común.

Quienes estamos en el día a día del fútbol creemos que las diferencias públicas entre los presidentes de la FEF y de la LigaPro deben ser superadas, postergadas o disimuladas. Muchos temas álgidos salen permanentemente a la luz producto de ese estado lamentable de las relaciones entre los principales de estas dos instituciones. Es inconcebible que conjuntamente no busquen una solución para la crisis del arbitraje. Esa falta de soluciones tiene que ver con la indisposición de las partes.

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También mucho podrían hacer tanto la FEF y la LigaPro para convencer al COE nacional de que nuestro fútbol está en la capacidad de ajustarse a protocolos de bioseguridad con el fin de conseguir aforos parciales en los estadios. Creo que estas y otras razones son suficientes como para superar esas desagradables, inútiles y perjudiciales relaciones. (O)