Después de esta experiencia maravillosa que ha sido Qatar 2022, con 32 equipos y 64 partidos en una misma urbe, con ocho estadios conectados entre sí por el metro más moderno del mundo, con más de un millón de hinchas de diferentes países confraternizando en las calles y celebrando en los fan festival durante un mes, se acaba de anunciar que Canadá-Estados Unidos-México 2026 se escenificará en 16 ciudades. Un pasazo atrás. Un torneo elefantístico e inarticulado que seguro no tendrá clima mundialista en las ciudades, salvo que se encuentren en un partido Argentina y México o Brasil y Colombia. Habrá que viajar cuatro o cinco y hasta seis horas, presenciar el juego, salir corriendo para el aeropuerto, subirse a otro avión, ir a otra sede, ver otro poco de fútbol, salir volado de nuevo… Una maratón a la que encontramos poco sentido. Será esencialmente un Mundial televisivo. Y carísimo para quienes deseen asistir. “Va a ser el Mundial de mayores ganancias de la historia”, anuncian. Ocurre que el rédito no es el objetivo de este fenómeno deportivo y social. O sea: ¿ganancias para qué…? ¿para quién…?

Las dieciséis sedes anunciadas ayer por la FIFA son Atlanta, Boston, Dallas, Houston, Kansas City, Los Ángeles, Miami, Nueva York/Nueva Jersey, Filadelfia, San Francisco y Seattle por Estados Unidos; Vancouver y Toronto por Canadá; Guadalajara, Ciudad de México y Monterrey por México.

Volverá a jugarse en el verano boreal, pero puede resultar algo frío en cuanto a ambiente. Ninguna ciudad preparará nada demasiado especial para los visitantes porque estos serán golondrinas. Nadie permanecerá en un sitio fijo más de tres días. Los estadios se colmarán, sin duda, pues la población combinada de los tres países es de 507 millones. Y el segmento latino de Estados Unidos actualmente es de 62 millones de personas -llegará a 65 en cuatro años- y ellos son los que van al fútbol. Será un espectáculo itinerante, como los circos que montan la carpa, dan la función y se van. Ojalá nos sorprenda y nos obligue a desdecirnos.

Publicidad

Los Juegos Olímpicos de Qatar

Se otorgó la sede a Estados Unidos porque, por el principio de rotación de continentes, le correspondía a Concacaf. Y para calmar la ira estadounidense al haber perdido esta Copa a manos del diminutísimo Qatar. Pero, desde ya, la atomización que sufrirá la Copa desnaturalizará el principio de país sede. América del Norte tiene 24.710.000 kilómetros cuadrados, dos veces y media Europa. Un gigantismo inadecuado para un torneo. Faltaría una subsede en Alaska y estamos completos.

La FIFA se ufanó de que en Qatar los aficionados podrían asistir, por primera vez, a dos y hasta tres partidos mundialistas por día si lo deseaban. Y mucha gente lo hizo por gusto, para experimentar. El 2026 será la antípoda. A Carlos Salinas, colega del diario deportivo Líbero, de Lima, lo sedujo “la posibilidad de ver dos partidos por día, algo imposible en anteriores mundiales debido a las grandes distancias entre sedes. Pude hacerlo y es algo que me llevo de recuerdo. En Qatar fue viable no sólo por la cercanía entre estadios sino también por la logística que empleó la organización para movilizar a hinchas y fanáticos”.

Fabián Galdi, del diario Los Andes, de Mendoza, Argentina, coincidió, como muchos, en el tema transportación: “En realidad me impresionaron tres aspectos, el transporte público, con puntualidad, seguridad y eficiencia; 2) la majestuosidad de los estadios, con butacas para cada asistente, baños en perfecto estado y con limpieza permanente; y 3) Los Centros de Prensa, que permiten trabajar con comodidad a cada periodista acreditado”.

Publicidad

Detrás del equipo, una nación

Justamente Jair Moná, periodista colombiano cubriendo para EA Deportes Internacional, está asombrado de un tópico muy peculiar: “¿Cómo hacen para desagotar 70.000 personas del estadio Al Bayt en una hora, todas en buses…? Increíble. Porque se va en metro hasta Lusail y desde ahí 28 minutos de bus hasta Jor. Y la evacuación es tan prolija y rápida que no se entiende cómo hacen… Eso y la infraestructura me parecieron fantásticos”.

El punto más alto de Qatar, para la mayoría de periodistas e hinchas, ha sido la concentración de todo el Mundial en Doha, algo que no se dará en 2026. “Lo que más me impactó de este Mundial es que en una sola ciudad se hayan visto tantos y tan buenos estadios, con semejante orden y organización -comenta Enrique Cruz, del diario El Litoral, de Santa Fe, Argentina-. Cuando venía pensé que íbamos a estar todos amontonados acá, pero metieron un millón y medio de personas y ni nos dimos cuenta. Dieron por tierra con todos los preconceptos que traíamos”.

Publicidad

Modric-Messi, noche de genios

Hoy tendremos al primer finalista del Mundial. Nada menos. El primer nombre que el próximo domingo a las 10 de la mañana buscará la gloria máxima del deporte: ser campeón mundial de fútbol. Argentina o Croacia. No haremos la previa, siempre tan falible. Apenas bosquejaremos lo que entrevemos. Ambos son muy parejos y se parecen bastante, de juego colectivo, muy equilibrados y se respetan muchísimo. Argentina es un equipo duro física y mentalmente, está muy fuerte de la cabeza y tiene a Messi. Hace dieciocho años muchos dicen tener la fórmula para parar a Messi y no lo consiguen. En una sola maniobra define un partido. Van Gaal dijo que Messi no defendía, y esa era la llave para vencer a Argentina; se disparó en el pie. A su vez, Argentina reverencia a Croacia por su espíritu de lucha, su indiscutible oficio para sacar adelante partidos difíciles, porque también tiene un genio -Luka Modric- y, sobre todo, porque Croacia lo goleó 3 a 0 en Rusia 2018, antecedente de peso para andar con zapatos de buzo. “Esta vez será un partido distinto”, dijo Tagliafico, uno de los cuatro argentinos que sufrieron aquella terrible derrota. Los otros fueron Otamendi, Acuña y Messi, que siguen aquí. Croacia también tiene cuatro sobrevivientes que salieron de inicio en aquel juego: Modric, Perisic, Brozovic y Lovren. Muchos nombres han cambiado. Y especialmente la actualidad de Argentina, que luce infinitamente mejor ahora. La propina son los arqueros, magníficos los dos: Dominik Livakovic y Dibu Martínez.

Si llegaron hasta aquí es porque son grandes equipos los dos. Croacia ha ganado un solo partido de los cinco disputados, los otros fueron empates. Significa que no es fácil derrotarlo, pero tampoco se le da fácil la victoria. Vemos muy bien a Argentina. Lo hemos remarcado antes: el futbolista rioplatense, cuando ve el objetivo cerca, se convierte en lobo. Y ya están en lobos. (O)