Sentí pena. El cable es siempre conciso, somero: “Murió Gigi Riva”. ¿Quién era…? Un extremo izquierdo italiano, “más zurdo que Stalin”, diría Valerio, un veterano ocupante de la última mesa del bar de Vicente, siempre lleno de futboleros que se las saben todas. Sí, Riva usaba la derecha para apoyarse nomás, los bombazos cruzados eran todos con la “sinistra”. Valerio, romano, llegado a Buenos Aires de meses, como tantos, es tifoso de la Lazio, pero como todo italiano, amante de Gigi Riva. ¿Ma, per ché…? ¿per ché tanta adorazione…? En números, nada rimbombante: 213 goles entre clubes y selección. Pero con un aditamento: Riva es el máximo goleador de la historia de la selección italiana: 35 tantos en 42 partidos, a un promedio que ni Cristiano Ronaldo ni Messi: 0,83 por juego. O sea, entraba y la metía. “Sus goles eran más una certeza que una esperanza”, escribió Stefano Barigelli, director de La Gazzzetta dello Sport, en un maravilloso adiós al venerado Gigi.

Y eso en los tiempos dorados del Calcio, cuando al equipo nacional lo integraban nombres grandes, como Albertosi, Facchetti, Burgnich, Mazzola, Gianni Rivera. “Siento una tristeza infinita, es una gran pérdida, era imposible no ser su amigo, una persona exquisita”, expresó el recordado Dino Zoff, compañero de tantas batallas futboleras. “Hasta hicimos el servicio militar juntos”, contó.

Toda Italia lo lloró en las portadas de los diarios. No sólo los deportivos, también los generalistas. El Corriere della Sera, La Repubblica, Il Messagero, Il Giornale, Il Resto del Carlino. Todos pospusieron la política o la economía y ofrendaron sus portadas al Rombo di Tuono (Rugido del Trueno), como lo había bautizado el célebre periodista y escritor Gianni Brera, en esa divertida usanza de apodar de los cronistas deportivos. “Addio Riva, mito eterno del Calcio italiano”, “Addio, Rombo”, “Un Rombo en el cielo”, “Único”, “Angelo Azzurro”, “Rombo d’Italia”, los títulos fueron todas flores arrojadas sobre su tumba. En los estadios, igual, todos los clubes y aficionados lo despidieron con respeto y congoja aunque no fuera su jugador.

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¿Por qué tan amado…? Gigi Riva es una historia. Huérfano de pequeño de padre y madre, jugó una temporada en el Legnano, cerca de su pueblo, y de inmediato lo fichó el Cagliari, que había conseguido por primera vez ascender a Primera División. Con 18 años cruzó el Tirreno y ya no volvió a vivir en el continente, sólo para jugar o de visita. “Una isla sólo es isla si la miras desde el mar; Gigi Riva nunca quiso completar el viaje de regreso”, escribió el colega Paolo Marcacci. Riva se enamoró de Cerdeña, del Cagliari y de Gianna Tofanari, una rubia impactante con la que nunca se casaría, pero con la que tendría dos hijos.

La Juventus y el Inter lo acosaron año tras año con propuestas que siempre agregaban un cero, pero Gigi siempre dijo no. Gianni Agnelli, el hombre más rico de Europa, dueño de la Fiat, la Ferrari, la Juventus, estaba obsesionado con verlo jugar de blanquinegro. Nadie pudo arrancar a Riva de la isla. Le juró amor eterno al Cagliari. “Hasta que la muerte nos separe”. Y así fue. En el único Scudetto ganado por el club isleño, en 1970, Riva fue la estrella y el goleador del campeonato. Era como si Platense fuera campeón, pero la figura de ese Platense era además el as de oro de la Selección Italiana, la carta ganadora en los torneos internacionales. Alto, delgado, pintón, de perfil bajísimo y fumador irredento, con un amor que escandalizó a Italia porque Gianna se había separado para estar con Gigi.

Otro de los principales rotativos italianos reflejó en su portada el adiós de Riva, figura de ese país.

“Sus éxitos deportivos, su carácter muy serio, la dignidad de su comportamiento en todas las circunstancias le granjearon el afecto de millones de italianos, incluso entre aquellos que no siguen el fútbol”, explicó Sergio Mattarella, presidente de la República, quien fue uno más que despidió al crack, pero sobre todo a la persona. “Marcaba con la izquierda, hablaba con el silencio”, tituló la Gazzetta. Tras su retiro, Riva fue nombrado miembro de la dirección deportiva de la Selección, pero en verdad fungía como símbolo, más que nada estaba siempre junto a los jugadores, que lo idolatraban. “Yo le decía todos los días: eres el mito de los mitos. Un ser humano excepcional, que nos transmitía muchos valores”, confesó Fabio Cannavaro entre lágrimas. Riva, que no pudo ganar la final del mundo ante Brasil en 1970, se desquitó en el 2006 en la función de dirigente, de amigo, de consejero. Sólo dos títulos conquistó con pantalones cortos: la Eurocopa de 1968 con Italia y el campeonato de la Serie “A” de 1970 para el Cagliari. Le bastaron para ser el más querido. Pero ese Scudetto del ‘70 tuvo ribetes sociopolíticos: “Representó el verdadero ingreso de la isla en Italia”, señaló Gianni Brera. Por eso es el hijo pródigo de Cerdeña, aunque hubiera nacido en la Lombardía.

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“Hola, papá, ha muerto Riva y pienso en ti. Tú me lo contaste: ¿quién era el más fuerte de los nuestros? Gigi Riva. Más que Rivera, creo que por el rostro, por algo que no se podía medir en el campo, y antes que Baggio, que aún no había llegado, luego aprendimos a decir: Riva y Baggio”. Así comienza su editorial Marco Bucciantini en la Gazzetta dello Sport, que dedicó lo mejor de su edición al ilustre fallecido. “Encarnaba el espíritu de la Italia de la posguerra: fuerza, seriedad, deseos de libertad. Y sus goles eran el vínculo entre viejos y jóvenes”, agrega.

De nuevo nos preguntamos: ¿por qué tan amado…? La zurda de oro, sí, los goles también. “Si la defensa se cierra bien podemos ganar, Gigi algún gol va a marcar”, se ilusionaban los hinchas. Si una bola le quedaba cerca del área, él sabría cómo hacerlo. Gigi era el encargado de hacer el primer gol de la final en la Eurocopa del ‘68, del tercero a Alemania en el llamado “Partido del Siglo” del Mundial de México ‘70. Y tantos otros. Pero mucho más que eso, la templanza, la bravura, el comportamiento. Él iba a estar a la altura del compromiso. Frente a Inglaterra, Brasil, Francia o el que fuera. Acaso nadie simbolizó la italianidad como Riva. Era el orgullo de tenerlo. En tiempos de paz, las guerras están representadas por el fútbol, es la bandera de lo que somos.

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¿Qué son los ídolos…? Son esos personajes que encarnan nuestros sueños, que suelen hacernos felices. El triunfo que anhelamos como pueblos está en las piernas y en la mente de esos héroes deportivos, enfundado en una camiseta, él corporiza nuestros afanes. Cuando escuchamos el himno y la cámara recorre los rostros de los jugadores encolumnados le pedimos a Mbappé, a Harry Kane, a Messi, a Luis Díaz, a Luis Suárez, a nuestros capitanes que lo hagan, que se vistan de Superman y nos traigan la alegría.

Nos impactó la partida de Riva, como la de Beckenbauer, Müller o George Best, acompañamos su carrera, apreciamos sus virtudes. Pasa como cuando muere un actor o una actriz al que se ha visto asiduamente. Uno sigue la trayectoria, la sigue con admiración y respeto. La muerte de un ídolo nos dice, también, que el tiempo pasa.

El Cagliari retiró la camiseta número 11 en 2005, ahora le dará el nombre de su estadio a Riva. Está bien, ni un poco menos. (D)