Me voy a adelantar a la conmemoración por la emoción que me produce el recuerdo de ese Norteamérica tan popular y tan querido, club que hoy solo aparece en noticias poco edificantes cuando se habla de algunos fichajes truchos que nunca han sido investigados por los organismos que manejan el fútbol en nuestro país.

En pocos días más se cumplirán 70 años de su brillante título en el segundo torneo profesional de la Asociación de Fútbol del Guayas. Fue una auténtica resurrección de la que fue responsable uno de los técnicos más brillantes de nuestro balompié: Jorge Muñoz Medina, un sabio en el manejo de equipos. Esta es la historia.

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Muñoz Medina, junto a su hermano Federico tomaron a Barcelona en 1946, cuando el equipo del Astillero era muy modesto. Juntos decidieron transformarlo en una fuerza de primer orden. Contaban con cuatro jugadores fundamentales: Sigifredo Chuchuca, que ya se insinuaba como un goleador espectacular; José Jiménez, al que pasaron del centro del ataque a la punta diestra; Guido Andrade, alero izquierdo llegado de Milagro; y Juan Benítez, juvenil marcador de punta. En una maniobra inteligente, valiéndose de su pariente político, el volante Fausto Montalván, los Muñoz Medina lograron llevarse al elenco oro y grana a una docena de juveniles del club Panamá, que fue la generación más brillante de todas las épocas.

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Bajo la dirección técnica de Jorge Muñoz Medina, Barcelona apareció como un plantel de categoría que combinaba calidad técnica con gran garra, factores que le servían para ganar partidos que parecían perdidos. Ese fue el germen del que surgió la idolatría. Fue entonces cuando nació aquella línea de ataque que figura en las páginas históricas como El quinteto de oro: José Jiménez, Enrique Cantos, Sigifredo Chuchuca, José Vargas y Guido Andrade. Con ellos, más Enrique Romo, Carlos Pibe Sánchez, Galo Solís, Montalván, el manabita Heráclides Marín y otros futbolistas, Barcelona fue vencedor del afamado Millonarios de Bogotá en 1949.

En 1950 los toreros ganaron el primer título de su historia, pero Jorge Muñoz Medina dio un paso al costado. Los dirigentes le impusieron una condición: que se convirtiera en asistente del entrenador argentino Gregorio Esperón, lo cual no aceptó. Se decidió por aceptar la oferta de Reed Club, en el inicio del profesionalismo. Con jugadores peruanos de primera línea como Higinio Bejarano, Teófilo Talledo, Nicolás y Abelardo Lecca y Jorge Otoya, más algunas jóvenes promesas guayaquileñas, fue el que más batalla dio al inolvidable Río Guayas, que contaba con diez refuerzos argentinos y uruguayos de alta clase. Reed estaba entre los más opcionados cuando un conflicto en la frontera sur hizo que los jugadores peruanos se marcharan.

Alfredo Bonnard. Foto: Cortesía

Norteamérica había tenido una pésima campaña en 1951 lo que hizo que se sentenciara su descenso. Era un imán de taquilla, por lo que los directivos de la Asociación de Fútbol inventaron juegos de promoción con Unión Deportiva Valdez para tratar de que los nortinos no perdieran la categoría. Se armó un revuelo pues los milagreños, campeones de la división de Ascenso, reclamaron su derecho a jugar el torneo de primera categoría.

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El problema se resolvió con la permanencia de Norteamérica y la subida de Valdez. Los dirigentes nortinos contrataron a Jorge Muñoz Medina como técnico y el armado del equipo fue una muestra de su talento. Pidió al mejor arquero nacional de todos los tiempos, Alfredo Bonnard Jara, lo cual era una garantía defensiva. Luego optó por llevar a varios futbolistas de Reed Club, elenco que, al igual que Río Guayas, había desaparecido.

¿Y el monumento de Los 4 Mosqueteros?

Así surgieron con pasta de cracks Orlando Zambrano, marcador de punta; Luis Patón Alvarado, zaguero central; y los jovencitos Rigoberto Reyes, centro medio; Héctor Macías y Manuel Pacheco, volantes; el manabita Marcial Astudillo, centrodelantero; y Fernando Martillo, alero derecho. De la anterior camada quedaban Víctor Venado Arteaga, Felipe y Roberto Leyton y un puntero zurdo magistral: Raúl Pío de la Torre. Para el control del izquierdo rival Norte se hizo de los servicios de Gerónimo Gando. Para las emergencias estaban el arquero José Caimán Muñoz, Garaicoa, Núñez.

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Como una muestra de hasta dónde pretendía llegar, Norteamérica ganó la rueda preliminar, que se inició el 7 de junio de 1952, pese a no contar con su interior titular, el ya famoso Daniel Pata de chivo Pinto, quien se fue el 7 de abril contratado por La Salle, de Caracas. Formaba entonces con Bonnard; Zambrano, Alvarado y Gando; Reyes y Macías; Martillo, Arteaga, Astudillo, Felipe Leyton y De la Torre.

En julio de 1952 ocurrió una sorpresa mayúscula. Habían llegado a nuestra ciudad dos de los equipos más poderosos de El Dorado colombiano: Cúcuta Deportivo y Deportivo Pereira. Este último era prácticamente le selección de Paraguay que un año más tarde sería campeona sudamericana en Lima. Estaban en sus filas jugadores guaraníes que todavía se recuerdan: Santomé, Casartelli, Lorenzo Calonga, Colombo y Enrique y Casimiro Ávalos. En un partido memorable Norte venció 3-2 a los pereiranos y fue el único equipo porteño en lograr una victoria.

Caen Barcelona y Emelec

En agosto se inició el torneo local. Norte debutó venciendo a 9 de Octubre por 3-2. El 20 de agosto superó 3-0 a Patria con la vuelta de su estrella: Daniel Pinto, quien marcó dos goles. Una de sus victorias más importantes fue sobre Barcelona por 2-1, goles de Arteaga. El 6 de septiembre cayó Emelec por 5-4. Arteaga abrió la pizarra a los 2 minutos y a los 26 empató Júpiter Miranda. Roberto Leyton desniveló a los 37 y su hermano Felipe aumentó a los 42. Luego del descanso descontó Bolívar Herrera. Martillo anotó a los 56 minutos. Balseca aumentó para Emelec a los 60 e Isidro Matute a los 70 puso paridad. El gol del triunfo correspondió a De la Torre, 9 minutos para el final. “Encuentro espectacular por las alternativas”, dijo en un subtítulo Diario EL UNIVERSO. El 17 de septiembre terminó la primera vuelta con Norteamérica de líder.

La segunda rueda fue un paseo para el poderoso y arrollador elenco de Muñoz Medina hasta que el 23 de noviembre de 1952, siempre jugando en el estadio Capwell, Norteamérica se clasificó campeón del profesionalismo guayaquileño al golear al Panamá por 3-0. Formó esa tarde y noche con Muñoz; Zambrano, Alvarado, Gando; Reyes, Pacheco; Martillo, Roberto Leyton, Arteaga (Núñez), Felipe Leyton, De la Torre. Marcaron Roberto Leyton, Arteaga y De la Torre.

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Fue una jornada memorable la del conjunto albo. Faltaba un año para que venciera al poderoso Racing Club de Avellaneda aquella noche inolvidable del 3-1 cuando nació aquel grito de la barra que se sentaba en las gradas de galería del lado de Pío Montúfar: ¡Viva Norte, el que jamás tembló! (O)