Definitivamente, la FIFA parece haber dado por perdida su batalla con France Football por el premio al mejor futbolista del año. Una de las primeras medidas de Gianni Infantino al ser electo presidente de la matriz del fútbol fue la de poner fin al contrato que unía a la FIFA con la revista francesa para la entrega conjunta del galardón al mejor del año. FIFA pagaba por ello una suma importante a la familia Amaury, propietaria de la publicación y dueña del nombre Balón de Oro, pues fue France Football quien instituyó la premiación en 1956. Y dado el peso y el gancho que ese nombre tiene, Joseph Blatter había celebrado un acuerdo y lo entregaban conjuntamente bajo el rótulo FIFA Balón de Oro. Un acierto de Joseph que el altivo e impetuoso Gianni derribó como un bolo.

¿Qué sucedió…? Que el mundo futbolístico y los miles de millones de hinchas siguen enganchados al Balón de Oro y no al The Best, denominación que decididamente no pega. Por ello la atención mundial estuvo atrapada el 29 de noviembre último cuando se concedió el Balón de Oro en el Teatro del Châtelet de París, con todas las figuras del fútbol mundial presentes. En cambio esta del The Best, el lunes, pasó casi inadvertida. Una ceremonia no presencial, descafeinada, en la misma sede de la FIFA, en Zúrich, y celebrada por videoconferencia. Encima, con demasiado retardo. El 17 de enero se elegía a quienes más brillaron entre el 8 de octubre de 2020 y el 6 de agosto de 2021. El mérito queda muy lejano y el premio pierde frescura.

En ese marco, se eligió por segunda vez consecutiva a Robert Lewandowski como el mejor del mundo. Una elección indiscutible, buena, justa, merecida y oportuna. Como también lo hubiese sido si lo ganaba Messi, porque hasta el 10 de julio, cuando fue campeón de América, Leo había coronado un gran año. Después ya no. Pero que ganara dos veces el polaco repara, en cierto modo, la injusticia de no recibir el Balón de Oro 2020 por haberlo declarado desierto France Football.

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Con 33 años y el cuidado científico que tiene por su cuerpo y su carrera (sus padres, hermana y esposa fueron deportistas de élite), Lewandowski suma, a día de hoy, 584 goles. Quizás marque cien más. Antiguamente, cuando un delantero alcanzaba los 300 goles se lo consideraba un fenómeno. Este podría llegar a 700. Son cifras que lo dimensionan. Pero ¿frente a qué futbolista estamos…? Ante un atleta altamente preparado, eficiente, de serena y fantástica definición ante el arco, con buena técnica de control y remate y frialdad absoluta para decidir en el lugar más caliente del campo. ¿Y fuera del área…? Ahí ya es un jugador normal, como hay miles. Todos nos admiramos más por la cantidad que por la calidad de sus goles. Probablemente nunca recordaremos un gol antológico de Robert. Y tal vez dentro de veinte años lo evocaremos como un nombre importante, no rutilante, de la talla de Kevin Keegan, Pavel Nedved o Allan Simonsen. Es un justísimo ganador, pero no te mueve los cimientos.

Y es un jugador que necesita un equipo detrás. En estos últimos ocho años en Alemania ha disfrutado de la confiabilidad, la solidez, el funcionamiento, los brillantes compañeros y la excepcional conducción del Bayern Munich, que gobierna tiránicamente la Bundesliga desde hace una década. Que gana por goleada todos sus partidos y se asegura los títulos con doce o quince puntos de ventaja. No es un detalle trivial, el contexto lo ayuda muchísimo. Si Robert marcara la misma cantidad de goles en equipos menos organizados como el Manchester United, el Barcelona, el Milan o el Hamburgo, entonces estaríamos ante un fenómeno de todas las épocas. Lo que le pasa en Polonia. Ahí no logra el brillo y el número de goles que en el Bayern. En Rusia 2018 cumplió una labor decepcionante y no pudo anotar, aunque vale subrayar que esa Polonia era un once muy flojo. Ha marcado en su selección, desde luego, pero casi nunca a las potencias, siempre a los Chipres y Maltas, que Europa tiene por docenas. Es un matador, un finalizador, hizo una enormidad de goles y ganó de pleno derecho el The Best. Esto no está en discusión.

Las opiniones sobre él están divididas. Ricardo Vasconcellos, editor de Deportes de EL UNIVERSO, lo pondera abiertamente: “Es una fuente inagotable de goles, los defensas que lo enfrentan deben sentir la misma terrorífica sensación de peligro mortal que se puede experimentar en el mar nadando con un tiburón blanco porque Lewandowski es un depredador”.

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Para Ricardo Montoya, columnista de El Comercio, de Perú, “el premio hace justicia, Lewandowski se lo merecía. Es un gran, gran, gran goleador, una especie de Cristiano Ronaldo, aunque inferior a Cristiano. Lo que sí, necesita estar rodeado de un conjunto. En Polonia no le va tan bien, y no creo que sea mejor que Lato, por ejemplo”. Muy respetable, opinión, sin embargo volvemos a lo mismo: en aquella recordada Polonia de los años 1970 Lato estaba brillantemente acompañado, Lewandowski no.

“El premio está bien entregado. Creo que Lewandowski será reconocido como un goleador tremendo, con gran técnica, muchos recursos y que hace goles de todos los colores, pero hasta ahí nomás -opina Leandro Rodríguez, del portal digital Bitbol-. Mi análisis termina siempre en el mismo lugar: juega en la Bundesliga, y eso me baja el precio. Me parece bastante más jugador Harry Kane, pero está en la Premier League, mucho más difícil, y en el Tottenham, que no es precisamente una máquina, como el Bayern”.

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No obstante, tuvo un mérito esta edición del The Best: se respetó el espíritu del galardón: esta es una distinción individual, no colectiva. Muchos mencionaron a Jorginho, por haber sido campeón de la Champions con el Chelsea y de la Eurocopa con Italia. Pero, además de los méritos o los títulos, el premio debe recaer en una figura que haga la diferencia también por calidad, por elegancia, por carisma, porque sacude a las multitudes. Con el máximo respeto, Jorginho es un obrero del fútbol. No se puede decir ¿quién salió campeón…? El Chelsea. Bien, entonces elijamos uno del Chelsea. No es el sentido de la premiación.

Algo así sucedió con Mario Gotze en el Mundial 2014. Legiones lo postulaban al Balón de Oro por marcar el gol en la final (un golazazo, por cierto), pero semejante distinción es para el jugador del campeonato. Gotze jugó muy poquito y luego desapareció del mapa. En ese sentido, Lewandowski resultó una elección perfecta: fue el más regular y destacado de toda la temporada. (O)