En la década de los 60, el fútbol sudamericano tuvo tres equipos superlativos. Nunca antes, ni ahora, coincidieron en el tiempo ese número de excelsas escuadras, que en cada ciudad del mundo donde se presentaban eran un show estelar, por el nivel de espectacularidad que exhibían. Se trata de los brasileños Santos y Botafogo y del uruguayo Peñarol.

Pero si estos eran representantes del clásico balompié de Sudamérica, también Europa tuvo lo suyo. Dos conjuntos, en esa misma década, tenían la categoría de fútbol espectáculo: Real Madrid y Benfica. Los aficionados guayaquileños tuvimos la suerte de presenciar y constatar la brillantez de ese jugo hecho arte.

Todos estos equipos tenían una etiqueta de identificación unida al jugador más representativo de su plantel: el Santo de Pelé, el Botafogo de Garrincha, el Benfica de Eusebio, el Real Madrid de Di Stéfano y el Peñarol de Spencer.

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​Garrincha (i) y Amarildo, campeones del mundo en 1962, al llegar a Guayaquil con Botafogo, en enero de 1963 Foto: Archivo

Era tal la atracción por verlos que en sus giras tenían una tarifa superior si presentaban al jugador símbolo. Es justo anotar que el resto de los integrantes de esos equipos también era una constelación de estrellas mundiales.

El Real Madrid fue multicampeón de España y del Viejo Continente entre 1954 y 1963. Acumuló seis títulos de su país, cinco Copas de Europa y una Copa Intercontinental. El equipo merengue, en su memorable jornada del 13 de agosto de 1961, jugó con un llenazo impresionante en el estadio Modelo; derrotó a Barcelona por 3-1. Se admiró la sociedad de Di Stéfano y Francisco Gento, que jugaban de memoria. Donde se presentaba el Madrid el espectáculo estaba garantizado. Tenía más: figuras Kopa, Puskas, Del Sol; y defensivamente José Emilio Santamaría, el uruguayo que en esa época era el mejor central del mundo.

El Benfica también hizo historia. Las Águilas tuvo una era gloriosa de 1959 y 1965, en que ganó cinco torneos portugueses, dos Copas de Europa y subcampeón en dos Intercontinentales. Su extraordinaria formación era casi la selección portuguesa que tuvo tan destacado papel en el Mundial de 1966, donde fue tercera.

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Su defensa la lideraba Costa-Pereira y su ataque era demoledor: Augusto, Coluna, Eusebio, Torres y Simoes.

Ese Benfica de Eusebio jugó en Guayaquil contra Barcelona el 20 de agosto de 1967, ante 30.000 espectadores en el Modelo. El partido fue calificado como espléndido. El genial Eusebio tuvo una faena inolvidable. Fue el artífice de dos obras maestras. A los 25 minutos convirtió un golazo de tiro libre; y, cuando el duelo estaba 2-2, nuevo tiro libre a favor del equipo luso; 45 metros lo separaban del arco.

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Se acercó Eusebio y todos nos preguntamos qué haría, hasta que tomó carrera y sacó un disparo que por potencia y velocidad dejó una estela. La bola chocó contra las redes ante la incredulidad de los propios jugadores y aficionados. Al término del compromiso, Eusebio, la Pantera de Mozambique, fue ovacionado.

El Botafogo de Río de Janeiro actuó en Guayaquil el 16 de enero de 1963. Trajo al arquero Manga, al defensa Nilton Santos, a Zagallo, Amarildo y al gran Garrincha –todos ellos campeones mundiales–, y este último fue declarado el mejor jugador del Mundial Chile 1962. En esa noche tropical guayaquileña vimos el más maravilloso partido que se haya jugado por estos lares.

Luciano Macías y Ruperto Reeves Patterson, grandes defensores de Barcelona, sufrieron las consecuencias del malabarismo de Mané Garrincha. Se les escapaba por la banda, pero regresaba por el balón que había dejado en el lugar donde inició el desborde. En dos ocasiones Patterson cayó de nalga ante los indescifrables regates del mejor número siete de la historia. Pero el show de Garrincha no acabó ahí.

Anuncio en el EL UNIVERSO sobre el amistoso Barcelona-Botafogo en enero de 1963. Foto: Archivo

El arquero Pablo Ansaldo dijo que el puntero cobró dos tiros libres y ambas veces levantaba el brazo señalando a dónde enviaría los disparos, y así sucedió. Hizo dos goles de el ilusionista que dribleaba con la habilidad de un trapecista.

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El Peñarol, que escribió la mejor época de su historia entre los años 1959 y 1966, consiguió siete torneos uruguayos, tres Libertadores y dos Copas Intercontinentales. Conformó un equipo que daba cátedra de buen fútbol con jugadores de la talla de los arqueros Maidana y Mazurkiewicz; dos volantes fantásticos: Rocha y Gonçalvez; y en la ofensiva Abbadie, Rocha, Sasía, Spencer y Joya.

Las varias presentaciones del Peñarol en Guayaquil causaban una celebración especial. Era un orgullo leer en los principales diarios del mundo sobre la capacidad goleadora de nuestro compatriota Spencer. El periodista Jaime Rincón, coautor del libro Los años del juego bonito, incluye al club de Montevideo en un capítulo especial. Lo describe así: “El Peñarol del genial delantero ecuatoriano Alberto Spencer dominó Sudamérica y el mundo entero. Conformó un conjunto que hizo inmortal al equipo uruguayo”.

Para quienes todavía no tienen clara la calidad de Cabeza Mágica, el periodista francés François Thebaud, director de Miroir du Football, escribió en 1966: “El ecuatoriano Spencer me hace recordar al formidable Pelé, porque posee la misma desenvoltura, la potencia, las increíbles posibilidades de aceleramiento, su extraordinario juego de cabeza, su inteligencia para el fútbol colectivo superior a la de Eusebio”.

Eusebio en Guayaquil en 1967. Estuvo en el almacén de implementos deportivos de Alberto Spencer. Foto: Archivo

Y he dejado para cerrar con broche de oro al Santos de Pelé. Entre 1958 y 1965 ganó cinco campeonatos paulistas, dos Libertadores y dos Intercontinentales. En 1959 Pelé, con solo 17 años –había ganado el Mundial de Suecia 1958– vino a Guayaquil. Fue tal la expectativa por verlo que fue capaz de suspender un paro de transporte que había en la ciudad. “El espectáculo que dará Santos en el Capwell difícilmente podrá superarse”, anticipó EL UNIVERSO. Ese mismo día debutó un chico de 15 años llamado Coutinho. Emelec perdió 3-1, y Pelé anotó dos goles.

El Santos volvió para otro amistoso el 7 de enero de 1962 ante 30.000 espectadores en el estadio Modelo. Su rival fue Barcelona, al que derrotó 6-2. Ese día el equipo santista alineó a mundialistas como Gilmar, Zito y la delantera compuesta por Mengalvio, Dorval, Coutinho, Pelé y Pepe.

El periodismo ha comparado a este Santos con los Harlem Globetrotters, reconocido equipo de básquet norteamericano que daba la vuelta al mundo con un show de artistas de ese deporte. El Santos también recorrió el planeta recaudando inmensas cantidades de dinero, con Pelé a la cabeza.

En México 1970 pude ver jugar varias veces a Pelé, que ganó con Brasil por tercera vez una Copa del Mundo, y por supuesto en Guayaquil en sus memorables presentaciones. Por eso puedo asegurar que, para mí, es el mejor futbolista de la historia. Con mi opinión coincide César Luis Menotti: “Vi a Maradona y a Messi, pero para mí el más grande ha sido el negro Pelé; era un fenómeno. No solo lo vi: jugué con él y contra él. Yo nunca sabía qué iba a hacer cuando le llegaba la pelota, y lo peor es que siempre le llegaba el balón”.

Afortunados los que tuvimos la oportunidad de ver a esos elencos de la década de los 60. Es algo que no se podrá repetir, porque no existen equipos que estén a la altura de esos Real Madrid, Benfica, Botafogo, Peñarol y Santos. (O)