Por Daniela Creamer, desde San Sebastián, especial para EL UNIVERSO

El cineasta chileno-español Alejandro Amenábar (Mar adentro, Los otros, Mientras dure la guerra) prueba suerte por primera vez en la ficción televisiva. Basada en el cómic de Paco Roca y Guillermo Corral El tesoro del cisne negro, la serie de Movistar La fortuna bebe de un hecho real: la recuperación por parte de España del tesoro de un barco ibérico hundido siglos atrás, que fue recuperado por un “cazatesoros” estadounidense.

- ¿De qué manera hizo suya esta historia inicialmente ajena? ¿Cómo fue transpolar ese lenguaje tan específico, como lo es el cómic, en estos seis capítulos de La fortuna?

Publicidad

R: Cuando leí el cómic, desde su primera página lo que me atrapó fue su concepto de aventura. Obviamente se trataba de una aventura especial, de despachos, de burocracia. Pero luego tenía un elemento ético, tenía humor, había una historia de amor. Me pareció que era la manera perfecta de entrar en un género por el cual nunca había transitado, el de aventuras combinado con otros. Es esa mezcla que hay en el cómic, y que he intentado desarrollar un poco más en la serie, lo que lo hacía un proyecto especial.

- ¿La gran aventura es algo que desde pequeño le ha llamado la atención?

R: Creo que cuando uno es niño es cuando precisamente le gustan las aventuras. Lo que pasa es que en mi carrera, generalmente, doy un giro al guion de un proyecto a otro. Definitivamente, el proyecto que hago no tiene nada que ver con el proyecto anterior. Y después de haber hecho una película con la carga de responsabilidad que sentía cuando hice Mientras dure la guerra, sentía que debía hacer algo mas púdico. Y La fortuna, aparte de ser un proyecto de aventuras, me permitía explorar las dos realidades: la latina o mediterránea, si quieres, y la otra, la estadounidense. Y me resultaba muy fácil empatizar con el personaje protagonista, quizás porque yo también empecé joven y también era pardillo. Me encontré con una responsabilidad muy fuerte antes de terminar la carrera y pronto tuve que cruzar el charco y entrar en contacto con el mundo de Hollywood, y esto parecía la representación de David y Goliat con todos estos personajes.

Publicidad

- Algunos cineastas han dicho que han tenido más libertad filmando para una plataforma que para un estudio o productora potente. ¿Cómo ha sido su experiencia particular con Movistar?

R: En realidad, lo que me ha permitido la serie es no hacer ningún ejercicio de síntesis, que a mí sí me gusta. Pues no me gusta perder el tiempo ni hacérselo perder a la gente. El formato de largometraje de dos o tres horas, para mí, es suficiente ya para contar una historia. Pero es verdad que, al desarrollar esta serie, nos dimos cuenta de que todo encajaba con los ritmos y tiempos. Luego, en cuanto al grado de libertad artística y la creatividad, todo ha funcionado bien. Y es que a lo largo de mi carrera, afortunadamente, siempre he hecho los proyectos que he querido, como yo lo he querido. Y aquí la sensación ha sido exactamente la misma en este proyecto, en el que teníamos por un lado a Movistar y por el lado norteamericano a AMC Studios. El apoyo ha sido constante y el grado de libertad que he tenido durante el rodaje ha sido total.

Publicidad

- Ha contado para ello con varias estrellas internacionales. Sin embargo, le ha dado el protagonismo a Álvaro Mel, que incursiona aquí en la actuación...

R: Bueno, había algo de eso en la propia experiencia del protagonista. Y eso de que asuma una responsabilidad, siendo muy joven Álvaro, que prácticamente no tiene nada de experiencia delante de las cámaras… me dijeron que era un influencer, y yo no sabía en aquel momento ni lo que era eso. Vivo completamente apartado del mundo de las redes; y, de hecho, fue lo primero que le pregunté, que me explicara qué era ser influencer. Y ahí te das cuentas de que, a pesar de que no ha sido una persona que haya estudiado interpretación, es alguien muy interactivo y acostumbrado a estar delante de la cámara para captar la atención de sus followers. Eso ha hecho que fuera un cómplice perfecto, y lo llamábamos a Álvaro “nuestro petróleo”, porque era capaz de enfrentarse a un actor como Clark Peters, ya veterano, en inglés y darle la réplica, pues tenía esa cosa kamikaze de quien recién empieza en esto, pero lo hacía con una seguridad como si lo hubiese estado rodando toda la vida.

- ¿Este es su trabajo más ambicioso?

R: Creo que, a nivel presupuestario y complejidad de producción, mi proyecto más grande fue Agora. Desde reconstruir Alejandría, cargarse la elaboración de toda la biblioteca… fue apoteósico. Desde luego, este proyecto no se queda ni en la antesala, porque evidentemente es uno de los proyectos más ambiciosos a nivel de producción que he hecho. Y sobre todo lo que tiene es la diversidad, estando tantos días seguidos en una localización, más los tiempos difíciles que vivíamos con el país medio confinado, hacía aún más extraño ese viaje. Mi posición como director ha sido que toda esa variedad, tanto de actores como localizaciones y demás, tenía que conjugar tanto la energía de Stanley Tucci como con Álvaro Mel. Sabiendo qué partes se iban a rodar tanto en inglés como en español, porque las secuencias se iban a mezclar. Pues hemos tenido que afrontar todos los problemas y buscar soluciones sabiendo que parte de la serie se rodaría en España y otra, en Estados Unidos.

Publicidad

- Pregunta indiscreta: ¿cuánto costó esta gigante producción?

R: Pues no estoy seguro, pero creo que han sido cerca de 18 millones de euros. Eso lo saben bien los que manejan los números.

- Aquí toca un tema muy interesante, que se refiere al descuido que se le tiene a los propios patrimonios. ¿En qué modo puede aportar esta serie para tratar de cambiar este tema?

R: La serie siempre está enfocada en el espíritu de aventura, para entretener al público. Y, efectivamente, se habla de un valor histórico que no se mide por su valor económico, sino que también representa al país, los precios. Ahí, claro, se habla del patrimonio cultural. Me pareció muy interesante contar la historia de estos héroes, que son los héroes románticos, en el sentido de que están defendiendo una causa noble, como es la del rescate de La Fortuna.

- Vemos también en la serie al “pirata” Stanley Tucci; también interviene con todo lo que es el pillaje del tesoro, la piratería… ¿Cómo se ve eso?

R: Sí, está claro que en esta historia hay héroes y antihéroes, porque hay varios tipos de piratas también. Todos de alguna manera acaban siendo piratas. En las series hay piratas buenos, malos y peores. Y en el caso de ella, que no aparece en el cómic, la hemos incorporado porque queríamos hablar también del lado de la inocencia, de alguien que ha tomado conciencia y toma finalmente el buen camino. También hay un momento en la serie en el que hemos resaltado el discurso final de Jonas, en el juicio, donde se habla de una serie de valores que suenan muy románticos y que yo defiendo. Y en estos tiempos, tan feos y tan malos, los defiendo más que nunca.

- Las plataformas son el presente, pero ¿seguirán siendo el futuro o pasará como con la burbuja inmobiliaria?

R: Para mí el formato no es el fin. Lo que a mí me define es la historia, el tener algo que contar, algo que transmitir. Porque es mi manera de comunicarme con el mundo y comunicarme públicamente. Por lo que no sé adónde me llevará el próximo proyecto. No suelo sobreponer un proyecto a otro. Ya pensaré en el siguiente. Lo que no me veo es en una serie de larga duración. Estos seis episodios me han hecho muy feliz como director. Pero es una situación incierta a todos los niveles, si hacer cine o series, porque también es una situación incierta para el futuro del cine. Y también para el futuro de las series, porque vamos a ver cómo esta batalla entre plataformas, qué acabara provocando en el mundo de la ficción.

- Es decir, cree que las plataformas le van a restar terreno al cine…

R: Bueno, ya lo han hecho durante la pandemia, que ha acabado con los actos multitudinarios y se han cerrado las puertas de los cines. De hecho, la gente lo que ha hecho es consumir más ficción que nunca en sus casas. Entonces, al menos la pandemia lo ha logrado. Creo que la experiencia de las salas de cine va a volver. No sé si será una batalla perdida, pero yo sí defiendo el cine, porque a la hora de que te cuenten una historia privilegio la inmersión. Y con la cantidad de estímulos que tenemos alrededor en casa es muy difícil de lograr concentrarse. La sala de cine te obliga a apagar los móviles, estás en una sala a oscuras, rodeado de montón de gente que a lo mejor va a reír o a llorar contigo. Y es un punto que le da más fuerza a este viaje mágico. (E)