Fue considerado durante años el mejor restaurante del mundo y su líder un visionario, hasta que sintió haber rozado sus límites y cerró en 2011. Ahora, Ferran Adrià vuelve a abrir elBulli, pero como museo para explicar cómo este local de una recóndita cala catalana acabó liderando una revolución.

Casi 12 años después de aquel último servicio, al nuevo elBulli1846, que añade la cifra por el número de elaboraciones que concibieron aquí, se viene a otra cosa.

No se trata de venir a comer, se trata de venir a comprender qué pasó en elBulli”, explica Ferran Adrià, de 61 años, sentado junto a la que fue su cocina durante más de dos décadas.

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Ferran Adrià en Guayaquil: ‘No hay ninguna experiencia comercial tan compleja como la experiencia gastronómica’

Reproducciones plásticas de los platos servidos en El Bulli. Foto: AFP

El interior del restaurante, donde el tiempo parece haberse detenido, es uno de los puntos fuertes de este museo que abrirá finalmente el 15 de junio. Atrás quedan años de trabajo para sacar adelante un proyecto en el que la fundación creada para mantener el legado de elBulli, y sus colaboradores, invirtieron 11 millones de euros (11,8 millones de dólares), y que se topó con la oposición de grupos ecologistas a sus planes de ampliación iniciales.

En Ecuador, el chef español Ferran Adrià degustó una bebida de cacao y aprendió sobre la historia del fruto en la hacienda Victoria

Al visitante se le propone ahora un recorrido de más de dos horas por las instalaciones, interiores y exteriores, donde encontrará miles de fotos, diagramas conceptuales, cuadernos de notas, premios e incluso réplicas -no comestibles- de algunos de los platos que hicieron de este restaurante un icono de la vanguardia culinaria.

Foto: AFP

Lo que hicimos aquí fue buscar los límites que había en una experiencia gastronómica. Cuál es límite físico, mental y, si me apuras, espiritual que tiene el ser humano. Y esta búsqueda abría caminos para que otros entraran”, indica Adrià.

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Sin remordimientos

El estilo revolucionario de Adrià, con creaciones como la menestra de verduras en texturas o las esferificaciones, también despertó críticas de los más puristas hacia sus técnicas de cocina molecular o sus sinergias con otras disciplinas. Pero él quería saber hasta dónde podía llegar.

“Yo apoyo a la gente que busca los límites en cocina, porque si no hay estos tres, cuatro, cinco, en el mundo que lo buscan, se para”. Y cuando sintió que había alcanzado los suyos, decidió frenar.

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“Tenía muy seguro que hacíamos lo bueno al cerrar. Habíamos alcanzado lo que nosotros considerábamos una experiencia satisfactoria al máximo nivel, y una vez que lo alcanzamos dijimos, ¿para qué tenemos que continuar? Si la misión de elBulli no es esto, es buscar los límites”, subraya.

Con la característica ropa oscura que suele vestir desde que dejó el blanco de cocinero, Adrià no contempla ponerse de nuevo la chaqueta de chef. “Si fuera por un tema de vanidad, ya no puedo tener más vanidad. Lo que me ha sucedido a nivel profesional no solo en gastronomía, sino en otras disciplinas, sería imposible de repetir”, explica. “Cuando la gente venía era un shock, entonces no sería lo mismo”.