Miskay se ubica en la terraza de un antiguo edificio de tres pisos de Quito, que tiene vista a toda la plaza Foch, otrora, una zona vibrante, con gente joven, farra, y gran ambiente, que ha perdido su brillo por la inseguridad a su derredor. El Municipio debería hacer todo lo posible por recuperar la zona.

Este restaurante cocina con producto típico ecuatoriano. Su nombre viene de dos palabras quichuas, mikuna y kawsai, que significan comida y cultura.

La propuesta es interesante. Comenzamos a dudar al vivir un momento incómodo, cuando el cajero regañaba a las dos meseras frente a nosotros, en dura manera, por varias ocasiones. Tanto que preferí levantarme al baño. Sin embargo, al salir, seguía escuchando los reclamos. No estoy claro por qué no me fui. El realismo mágico del sitio, quizá mis pasadas experiencias en esa plaza o el menú que se veía venir me hicieron quedar.

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Miskay se ubica en la terraza de un antiguo edificio de tres pisos de Quito. Foto: Cortesía

En cualquier forma, en nuestra mesa, la atención fue mucho mejor que el promedio. Gentil y profesional al máximo.

Comenzamos con un lomo de cuy confitado, crocante, en salsa de limón, con piña en cama de puré de papa, con ensalada y aguacate. Un plato que prometía. El cuy es un plato que gusto ocasionalmente, sin ser mi favorito. Por su aroma y sabor particular, cuando está bien hecho, es interesantísimo. Este estaba insípido, sin la fuerza que tiene esta carne. Su costra estaba suave, nada estaba crocante, sino más bien aguada. Un plato que no recomiendo.

Luego, a modo de entremés, habíamos pedido un locro de papas para compartir. Perfectamente hecho. Tradicional. Nada más que decir de este plato.

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Luego, vinieron los dos fuertes, un meloso de mariscos con leche de coco, calamares, mejillones y camarones, con lima; Y, una pesca blanca, corvina, con piñas al grill, en salsa con miel, acompañada por un majado de verde con maní y un crocante de camote. Este último, un plato excelente. Regresaría al sitio solo por probarlo nuevamente. Trozos gruesos de un gran filete, que parecía más un bife de chorizo que un pescado, perfectamente cortado y en el término correcto. El majado, delicioso. Un manjar. Los ecuatorianos estamos acostumbrados a comer un verde al que no se le explota su potencial. Algunas cocinas caribeñas lo hacen mejor. Este majado, por su textura, cocción y combinación con especias, me encantó.

Miskay se ubica en la terraza de un antiguo edificio de tres pisos de Quito. Foto: Cortesía

El meloso, muy bueno. Sin ser realmente generoso en mariscos, tenía unos langostinos perfectamente hechos, grandes, pese a tener los típicos mejillones que se encuentran en la mayoría de los restaurantes ecuatorianos, vergonzosamente pequeños. El sabor del coco, muy presente, por lo que sin duda en su cocción hubo leche de coco y/o coco rallado en cantidad suficiente.

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Terminamos con un helado de pimiento morrón, perfecto para limpiar el paladar y generar sensaciones distintas al final de la comida.

Miskay nos dejó sabores y sinsabores a la vez. (O)