Sus noticias son virales. Los personajes que encuentra en las calles se vuelven parte de la cultura popular del ecuatoriano, ya sea por la situación que exponen o por las hilarantes respuestas que dan al encenderse el micrófono. El comunicador guayaquileño José Delgado es, para muchos, un ícono del periodismo de comunidad. A través de sus reportajes le ha dado visibilidad a rostros que son ignorados o rechazados por las condiciones que transitan y se ha convertido, además, en el abanderado del reportaje urbano, marcando desde hace algunas generaciones el tipo de contenido en esta línea que presentan los noticieros para sus audiencias.

El pasado lunes, mientras Guayaquil amanecía con una de las lluvias más fuertes del mes, Delgado se alistaba para recibir el primer reconocimiento que le ha entregado un presidente de la República. En el salón principal de la Gobernación del Guayas, el periodista que registra ya 34 años de carrera, recibía de manos del mandatario Daniel Noboa Azín, la insignia de Orden Nacional al mérito profesional en grado de Caballero.

Su felicidad, y la de su familia, era evidente. Acompañado de su madre Yolanda Nievecela, su esposa Patricia García, su hija Débora Delgado, su hermano Samiro Méndez y sus sobrinos, el también productor acaparaba los titulares en medios, menciones y posteos en plataformas digitales.

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“Me siento honrado realmente con esta medalla, yo no lo pensaba, no lo creía. Anteriormente sí he recibido otros tipo de reconocimientos y premios pero a este nivel, es la primera vez”, menciona el cronista, que empezó a trabajar en 1990, en Teleamazonas.

Su sencillez es parte de su esencia. En la mañana recibía una presea y por la tarde ya estaba en el canal presentado su espacio periodístico. Mientras conversaba con nosotros, recibía al paso las felicitaciones de compañeros y colegas que lo abrazaban y celebraban por su premio.

¿Cambia su vida con esta medalla?

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No, para nada, es más responsabilidad, seguir haciendo mi trabajo que es lo único que sé hacer, trabajar y estar en la calle, contar historias y nada más. Fue un momento muy bonito.

En un posteo, en la red X, el abogado Alfonso Harb relataba que fue él quien lo descubrió en 1989 entre un grupo de estudiantes de periodismo que ingresaron a Teleamazonas para pasantías, ¿Qué recuerdos tiene de esa época?

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Pocho es un tipazo, mi primer padrino. Él medio no una, si no las dos manos cuando hacía las prácticas en Teleamazonas. Fui su asistente en un segmento que el dirigía. Se llamaba No puede ser. Le viviré agradecido toda la vida. Él confió en mi.

El periodista del ‘pueblo’

Aunque no lo menciona como una de sus facetas o credenciales, Delgado es un verdadero creador de contenidos o influencer, como lo reconocerían las nuevas generaciones. No necesita de posteos en redes, ni de colaboraciones con marcas. Son sus seguidores quienes comparten, en distintas plataformas sus reportajes, audiencias existentes en todos los estratos sociales, dentro y fuera del país.

“Agradezco a mis colegas por pensar así, ellos también realizan la misma labor, los periodistas que hacemos cobertura de calle siempre estamos expuestos, gracias a Dios aún en nuestro país no ha sucedido a niveles como en el exterior, claro que han existido casos como en Manabí, del colega que perdió la vida, pero aún los periodistas podemos decir que podemos hacer nuestro trabajo”, refiere.

Su estilo periodístico es parte del reconocimiento que el público destaca cuando habla de los reportajes que presentan, ¿cómo logra encontrar a estos personajes?

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Yo siempre he pensado que el periodismo de calle es uno donde hay que darle el micrófono a la gente. Podría parecer en algunos casos que uno busca personajes en específico, estas situaciones se presentan cuando estamos haciendo nuestras coberturas, se acercan personas que son parte de una realidad urbana, que forman parte de ese círculo donde nosotros estamos cubriendo. Lo que nosotros hacemos es mostrar lo que está sucediendo en un sector y sus habitantes. Las autoridades pueden tener una visión más clara de nuestra realidad, del Guayaquil profundo, del Ecuador profundo, de nuestras calles, pero no se puede tapar el sol con un dedo, porque estas personas se vuelven cotidianas en un sector.

Entrevistados de sus reportajes se han vuelto parte de la cultura popular ecuatoriana como ‘Harta Demencia’, ‘Amor comprensión y ternura’, ‘Alexandra mi prima’, ‘Se le perdió el barrio’, ‘Niño no me venga a molestar por favor’, ‘Me ofende con lo de adulto’, ¿qué valor tiene para ud. esta aceptación de su trabajo?

Son parte de nuestro diario vivir, simplemente tienen la confianza de acercarse, llamarse con mi nombre, de decirme que no me van a hacer nada, de preguntarme para saber qué ha sucedido, he estado en lugares complicados, salen estos personajes, pero son parte de nuestro entorno y la gente, no sé cómo lo toma, pero el hecho mismo de que se identifiquen, saben que a ellos también les ha tocado vivir esto en sus barrios.

¿Cuál ha sido la realidad más dura que ha descubierto en las calles?

Ver a muchos indigentes, es una realidad que nos pone a pensar. Ver la crisis económica, ver a la gente dormir en las calles y parques con niños, eso entristece, dan ganas de poder hacer algo por y para ellos, no te deja tranquilo.

Patrimonio del país, ícono del periodismo, así lo califica el público ecuatoriano desde el reconocimiento que le hiciera por su trayectoria y que lo ven como un ejemplo de superación...

Yo únicamente lo que hago es escuchar lo que la gente dice, respeto mucho lo que digan pero yo únicamente soy un comunicador social común y corriente que trato de hacer bien mi trabajo y si lo toman de esa manera, lo respeto. Sigo teniendo mis pies sobre la tierra, soy un profesional de la comunicación, nada más. Agradezco esas palabras, realmente hacen sentirme muy especial, a veces me ruborizo (dice mientras se le entrecorta la voz), esto me impulsa a hacer mejor mi trabajo.

¿El periodismo siempre fue su vocación profesional o pensaba seguir otra carrera?

Es algo que yo no había pensado seguir, obviamente mi primera intención era estudiar medicina, estuve un año acudiendo a la facultad de medicina pero me di cuenta que no daba para ser médico, era demasiada ciencia pero me gustaba leer y tuve la oportunidad de empezar a estudiar en la universidad Laica.

¿Y sus inicios también fueron en el periodismo de comunidad?

Empecé haciendo prácticas en Teleamazonas ahí estuve unos meses y luego me dieron la oportunidad de ser asistente de redacción y finalmente con tiempo me dieron la oportunidad de hacer reportería.

Trabajé en Noticiero 24 horas (Teleamazonas) durante 5 años, después en Gamavisión haciendo Primer Impacto, también colaboré con la cadena Telemundo con el programa Ocurrió así (Miami), yo ampliaba reportajes desde acá; también dirigí Primer Impacto en Ecuador. Estuve un año en Ecuavisa haciendo Ciudad desnuda. Luego me fui a Estados Unidos, trabajando como reportero en una cadena local. Luego vine a Canal Uno, con En Carne Propia, alrededor de 14 años y ahora en TC Televisión con Verdades Urbanas (domingo, 20:30) y Alerta Roja (de lunes a viernes, a las 23:00).

¿Su hija también sigue sus pasos?

Ella está estudiando producción de televisión, recién entró, está iniciándose. Ella tiene que hacer lo que mejor le gusta. A ella le gusta estar detrás de cámaras, mientras a ella le guste lo que haga lo hará bien.

¿Ha pensado o se ha imaginado el momento del retiro profesional?

No, me siento igual que cuando empecé, como en el primer día, con el mismo entusiasmo, dinámica y deseo. El periodismo es mi trabajo, mi vida y mi pasión, amo hacer esto, no quiero pensar en el día que me retire. Aún me siento con fuerzas necesarias para estar correteando por las calles, subiéndome a los buses para hacer las notas que se necesitan.

Ud. muestra en televisión cómo son algunos barrios guayaquileños, pero ¿cómo era el barrio en el que creció?

Crecí en un barrio popular, como la vecindad del Chavo. En la ciudadela 9 de Octubre en el callejón K, solamente le faltaba el barril, nada más. Ahí uno jugaba en los charcos, la lluvia era parte de la alegría, uno jugaba sin camisetas y las mamás nos pegaban por andar mojándonos. Fue algo increíble, hermoso, que no se repitió después, cuando nos cambiamos de barrio.

Fue sensacional, no había redes, nada, nos divertíamos trepando a los árboles a coger mangos. (I)