Su carrera iba en ascenso en el básquet, Roberto Rojas era una de las promesas en este deporte, cuando una lesión en el hombro le cortó el sueño. A los 17 años se alejó de las canchas, pero se acercó a lo que sería su afición y arte a tiempo completo: el freestyle de baloncesto.

Rojas, conocido como Basketman, es un guayaquileño que recorre a diario las principales avenidas del norte de Guayaquil para exponer su talento. Los semáforos, por ahora, son su principal escenario.

Al ritmo de canciones de rap, que coloca en un parlante a un costado de la calle, salta al medio de la vía y se coloca frente a los carros durante la luz roja.

Publicidad

Jóvenes apasionados por el ‘breakdance’ se toman las calles de Guayaquil para demostrar su arte

Allí comienza a rebotar el balón y luego con el rebote toma el impulso para girar una, dos, tres y hasta cuatro pelotas. Luego, estas le recorren los brazos, la espalda y son lanzadas al aire para incorporarse en un malabar.

Para hacer estas maniobras, Roberto viste bermudas y camisas sin mangas con logos de los grandes equipos de básquet, como Memphis, Bulls y Lakers, lo que le permite estar más cómodo.

La afición del guayaquileño de 31 años empezó cuando se lesionó en Colombia, país en el que vivió durante su niñez y juventud y en donde se enlistó en la Marina por tres años. Mientras se recuperaba de la operación del hombro no dejó su balón a un lado y empezó a hacer el finger spinner (girar el balón en el dedo), un truco que había aprendido cuando tenía 10 años.

Publicidad

Poco a poco, a este movimiento le sumó variaciones que dejaban asombrados a sus familiares.

Es otro día bello para hacer real tus sueños”.

Frase escrita por Roberto Rojas para motivarse a diario.

Empezó a mover los otros dedos y convirtió ese giro en una vuelta infinita con dos y hasta tres balones. Luego, los giros ya no eran solo sobre el dedo, sino que la pelota le recorría el brazo, la espalda e incluso la colocaba sobre lápices y palos de escoba.

Publicidad

Inicialmente, esta práctica la tomó como un pasatiempo hasta cuando se enteró de que era un deporte.

Roberto es fiel seguidor de los Globetrotters (Trotamundos), que mezclan el baloncesto y shows con la pelota. De hecho, se considera uno de ellos, un showman de profesión.

Por ello, aprovechó el talento que tenía para hacer “bailar” los balones y tomó la oportunidad de vivir de ello. Salió de Colombia hace cuatro años y volvió a Ecuador para convertirse en el pionero de esta práctica en las calles. Estando en el país vecino decidió que su natal Ecuador debía conocer al Basketman.

En su cuenta de Instagram @basketman.ec muestra un poco de lo que hace en los semáforos y en las presentaciones a las que es contratado. La práctica le permitió en 2021 romper un récord en un semáforo. La meta era rebotar la mayor cantidad de veces varios balones a la vez en un minuto, logró 260.

Publicidad

Sin embargo, este logro no ha podido hacerlo oficial porque se requieren al menos $ 4.000.

Este oficio le ha permitido conocer ciudades de la Costa, Sierra e incluso Oriente ecuatoriano. En Colombia mostró su práctica en universidades y colegios.

Su esposa se ha convertido en su soporte diario y sus dos hijos, en la principal motivación. Por ellos, dice, se levanta todos los días a buscar el dinero que le permite pagar las cosas básicas en la casa.

Asimismo, ellos son quienes no le permiten desmayar ante los comentarios negativos que recibe de la gente. Las personas suelen decirle que se vaya a un circo o que consiga un trabajo real.

Sin embargo, Roberto no absorbe estos comentarios y se hace de oídos sordos. Pues trabajar en los semáforos le ha abierto las puertas a presentaciones y a clases privadas. “Sé que es un buen trabajo, que es un trabajo honesto y que no hay días de descanso”, dice.

Pedro Luna se viste de Spiderman y salta hasta 3 metros sobre una cuerda en las calles de Guayaquil

El positivismo, en cambio, le inyecta energía. El Basketman absorbe las buenas vibras de los conductores que le dicen que siga adelante. Dice que aún siente esa emoción cuando alguien se queda perplejo al verlo por primera vez.

“Siempre dándole gracias a Dios, al final del día hay personas que tal vez no tienen cómo o no tienen la capacidad de hacerlo, entonces estoy siempre dando gracias porque puedo trabajar, aunque sea poquito pero con la bendición de Dios”, manifiesta.

Cuando pierde el norte, el Basketman lee una frase que escribió con marcador en un tubo en la avenida Francisco de Orellana: “Es otro día bello para hacer real tus sueños”.

Roberto rescata que hay personas que, aunque no tengan para dar una moneda, aplauden el show y muestran respeto. Eso, para él, es algo que lo llena. “Me dicen: ‘Amigo, para la próxima’ y me regalan una sonrisa. Eso te llena de motivación para seguir”. (I)