La primera vez que me hablaron del Tanguito fue a finales del año 2015, me lo describieron como un pequeño y acogedor restaurante en donde se comía bien, en un ambiente iluminado por velas entre música, fotos y recuerdos de su propietario, Nicolás Altamura, quien se vino de su natal argentina hace ya más de una década. Debo confesar que nunca los visité sino hasta ahora.