Mi memoria funciona de maneras extrañas. Puedo recordar números, fechas y acontecimientos históricos, pero cuando se relaciona a mis recuerdos personales parecería que estuvieran archivados de manera distinta.

Intento rescatar una conversación entera, y todo se confunde en dulce neblina. Sin embargo sé, con absoluta convicción, que viví una hermosa infancia, llena de magia y de detalles. Que tuvimos amor a borbotones, y cuentos y poesía, y estábamos rodeados de gente interesante, de ideas de cambio, artistas".

No alcanzo a reconstruir un domingo completo con mis padres. Vagamente me vienen a la memoria las tardes leyendo en la oficina de mi papá, refugiada del calor que reinaba en su piladora de arroz, en la vía a Nobol. Mi hermana Isadora era más de estar afuera, y brincaba por los costales con la más chiquita, Andrea, que incluso un día se cayó de un tractor.
Intento rescatar una conversación entera, y todo se confunde en dulce neblina. Sin embargo sé, con absoluta convicción, que viví una hermosa infancia, llena de magia y de detalles. Que tuvimos amor a borbotones, y cuentos y poesía, y estábamos rodeados de gente interesante, de ideas de cambio, artistas.

Ojalá pudiera refrescar al menos un día de aquellos, y sin embargo recuerdo Margarita completo de Rubén Darío, El Lagarto está llorando de García Lorca o incluso La Internacional Socialista, himno con el que recibimos a mi papá un día que volvía del trabajo, y que lo hizo casi estallar en llanto de emoción.
Los domingos eran cálidos para el corazón. A veces visitábamos a Pichusa, mi tía María Urrutia Herrería, que vivía en el mismo edificio. Podíamos pasar la tarde entera en la mesa del comedor escuchando anécdotas de la familia y comiendo fideo verde. Ella y mi papá competían por quién hacía el mejor pesto.

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Con Julio Verne fui hasta la luna, al centro de la tierra, y le di la vuelta al planeta montada en globo. Escuchaba sobre la República Checa, Dinamarca, y la vida en Estados Unidos; los cuentos de viaje de mi familia, y así me transportaba a lugares que luego conocería personalmente".

Mi abuela Isabel Herrería siempre discutía con mi papá, desde política hasta cómo educar a la juventud; ella, una mujer de espíritu libre, admiradora de pedagogos como Rousseau y Makarenkov, quería para sus nietas una educación liberadora, sin deberes de colegio y orientada a despertar la creatividad en todas sus formas. Mi mamá nos leía Naricita en las noches, un clásico de la literatura infantil de Brasil, con el que había crecido ella misma.
Con Julio Verne fui hasta la luna, al centro de la tierra, y le di la vuelta al planeta montada en globo. Escuchaba sobre la República Checa, Dinamarca, y la vida en Estados Unidos; los cuentos de viaje de mi familia, y así me transportaba a lugares que luego conocería personalmente.
Un poco mayor organizamos obras de teatro en la sala de casa con mis primos Iturralde Tagle, y hasta cobramos las entradas.

También estaban los domingos ceremoniales, junto a mis tías Saad, con múltiples platos de comida libanesa, y donde mi papá se convertía en un niño enamorado de su suegro, escuchando con entusiasmo a Pedro Saad, mi abuelo, quien en discurso magistral dirigía la conversación".

Definitivamente tuve una infancia privilegiada. No hubo Disney World, sino hasta ya muy tarde, pero nuestra casa estaba habitada de tantos y más mágicos personajes, que para qué irse a la Florida a volar con Peter Pan, cuando él ya merodeaba nuestro hogar.
También estaban los domingos ceremoniales, junto a mis tías Saad, con múltiples platos de comida libanesa, y donde mi papá se convertía en un niño enamorado de su suegro, escuchando con entusiasmo a Pedro Saad, mi abuelo, quien en discurso magistral dirigía la conversación.
Así crecimos, tres hermanas, dentro de casa, más que fuera de ella. Había tantos seres de quienes aprender, tantos libros y con ellos, tanta magia.
He vuelto a estar dentro de casa, muchos días, y seguramente serán también meses. Los afectos ahora me acompañan de manera virtual, o ya viven dentro de mí. El amor se siente igual y se transmite.
Y cómo agradezco a mis progenitores, a mi familia medio loca y acelerada, que me regalaran un mundo tan rico dentro de cuatro paredes. Porque para la imaginación no hay límite, no hay que salir, no hay fronteras. (O)

nalutagle@yahoo.com