Esta vez nadie me habló del sitio, me enteré de esta cafetería por Instagram, su cuenta llamó mi atención por las buenas fotos y una imagen limpia bien manejada. Aunque ya me ha pasado antes que me dejo conquistar por las maravillas que veo en las redes sociales y cuando visito el lugar la realidad es otra, fui en busca de darle una oportunidad a café Santa Ana.

La que hasta no hace mucho fue una típica villa urdesina ubicada en toda la esquina de Jiguas y Bálsamos se ha convertido en este espacio para la gastronomía en donde la cuencana Daniela Fernández presenta un menú con platos ecuatorianos, pero principalmente de los que se preparan en las casas del sur del país.

El concepto de Santa Ana es el de una cafetería, abre desde temprano para el desayuno y se pueden pedir huevos en todas sus presentaciones, quimbolitos, muchines, empanadas de verde y una creativa variedad de panes. Para los que amanecen con un apetito devorador están los corviches, tamales (de pollo o cerdo) y hasta bollos. El café como la tradición manda es pasado todas las mañanas por un colador de tela, para así concentrar todos los sabores en una rica esencia.

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Daniela Fernández presenta un menú con platos ecuatorianos, especialmente del sur del país".

Lo primero que probé fue el tamal de chancho ($ 1,50), debo reconocer que no es algo que coma con frecuencia, porque prefiero a sus hermanas las hayacas, que tienen una forma de prepararse e ingredientes ya establecidos y sin sorpresas. El tamal puede variar en sus proteínas y puede ser al horno o al vapor y normalmente es más contundente. Aquí lo presentaron coronado con pedacitos de chicharon que le agregaron textura y más sabor.

Siguiendo con los clásicos envueltos ecuatorianos pedí una humita ($ 1,50) o chumales como le dicen en el austro. Siguen la receta de las abuelitas que le agregan un toque de anís y en este caso también incluyen en la preparación un chorrito de licor Zhumir para hacerlas más cuencanas todavía. Me gustó que se mantienen en la línea salada con ese toque sutil anisado que le suma profundidad al sabor.

Las especialidades de la chef Fernández se encuentran los viernes, que es cuando ella prepara platos más elaborados y que están fuera de su menú diario. Fui en busca de la sopa mote pata ($ 7), un suculento guiso del campo azuayo con origen ancestral que aunque su nombre lo tiene, no lleva nada de pata sino el mote cocinado con chanco y pepas de sambo que le dan un sabor delicioso. Tienen que probarla.

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De esta cocina también sale en días especiales el sancocho cuencano ($ 7), que aunque para muchos puede parecer una fritada, su preparación es distinta. En la que conocemos en la Costa el cerdo es frito en su propia grasa, mientras que en la morlaca se cocina el cerdo (algunos pedazos con hueso) en agua con otros ingredientes para que salgan sus jugos y la grasa en donde al final se termina friendo. Es un plato completo lleno de muchos sabores que hace una experiencia diferente. Viene con mote, tortilla de papa y ensalada de tomate con cebolla colorada. (O)