A primera vista puede producir asombro ver estas dos palabras juntas. Se supone que el divorcio es la ejecución de la pena de muerte para el matrimonio, que es lo que la mayoría de la gente considera el estado ideal de la vida y para lo que se preparó durante mucho tiempo (justamente para disfrutarlo “hasta que la muerte los separe”).

Para un alto porcentaje de las parejas, estos propósitos se cumplen, usualmente con mucho esfuerzo. Para muchas otras, desafortunadamente, y por una amplia variedad de motivos que no fueron atendidos y resueltos en su momento, la vida conyugal es una cadena interminable de frustraciones y decepciones, y un doloroso espectáculo para los hijos.

Cómo reconocer y ayudar al hijo ansioso

En circunstancias de esta categoría, muchos llegan a la conclusión de que su matrimonio está condenado a ser un interminable martirio y deciden terminarlo por la vía legal, separándose con la intención de divorciarse. Es de anotar que un buen número de parejas opta por buscar ayuda profesional, realizar cambios en sus posturas, o se resignan a vivir de esa manera porque creen que ese fue su destino.

Cuando la decisión es terminar con el malogrado matrimonio, no debe concluirse que de allí en adelante todo será un infierno. Si se toman las medidas apropiadas, se puede evitar que las lesiones emocionales sean profundas y se puede rescatar el ambiente de paz que se había perdido, aunque sea en un hogar incompleto.

Generación Z o ‘zoomers’, intuitivos, solidarios y estresados por la información

  • El primer requisito es actuar con madurez. El divorcio debe ser una decisión cerebral, no emocional o impulsiva (mañana se terminará la emoción, pero estará divorciado).
  • Los intereses de los hijos deben protegerse a cualquier costo; en lo posible, deben conocer que esta decisión de los padres no está causada por ellos y no interferirá en el amor de ambos hacia ellos.
  • Debe hacerse lo imposible por mantener una relación civilizada, de mutuo respeto y tolerancia dentro de las obligaciones aceptadas en el campo social, familiar, financiero, etc. Es una crueldad que un padre hable mal del otro a los hijos; ellos deben amar y respetar a ambos en el mismo nivel.

En un divorcio nadie gana: todos pierden algo, pero se crea la oportunidad de reivindicarse. En un mal matrimonio, todos pierden algo, todos los días. (O)