No se trata de esos programas de TV gringos de dietas espectaculares y de transformaciones de casas, que parecen mágicos. Esto se trata de la nueva revolución parental que nos toca hacer en este momento de la sociedad, en este instante histórico, antes de que los desentendimientos y la incomunicación exploten la histeria colectiva de padres e hijos dentro de casa, así como la sociedad civil ya lo ha hecho, en el mundo entero.

Y es que la brecha generacional crece exponencialmente, al ritmo de los adelantos tecnológicos, lo que deja a los padres sin saber de qué manera responder acertadamente al reto de guiar a esta nueva generación Z, tan distinta a las anteriores. Un desencuentro caótico podría producirse si no generamos un cambio radical en el enfoque.

¿Que si tenemos que cambiar? ¡Sí! O cambiamos —aplicamos nuevas estrategias— o los perdemos!

Por favor, no salgan con que antes vivíamos sin celular o con que nos caían a chancletazos o a cueriza en nalga limpia, porque eso ya no funciona o jamás lo hizo. Peor con que todo tiempo pasado fue mejor. Eso es una rigidez de pensamiento que solo conduce a distanciarse más de los hijos y llegar menos con los valores y criterios que anhelamos instilar en sus vidas.

Esta generación de niños es casi autodidacta. Cuando quieres explicarles algo, ya lo saben. Tienen acceso a casi todo lo que quieren investigar. Tienen mayor cultura general y sus competencias se han desarrollado a niveles superiores que años atrás. Les gusta la realidad. A veces pasan por malcriados, pero es que, ahora mucho más que antes, saben expresar lo que sienten y piensan. No son tan políticamente correctos, pero gracias a eso puedes saber lo que piensan y que es “su” verdad.

Pero a pesar de eso, más que nunca necesitan padres amorosos y astutos que sepan cómo llegar a ellos, que los guíen, que los comprendan, y para ello es necesario estar a su nivel. Como padres tenemos que actualizarnos.

Actualicemos la metodología que estamos usando como padres. Y todo esto cuanto antes, porque es en la adolescencia cuando se cosecha lo que se trabajó desde la niñez y la pubertad.