Hace unos días escuchaba la conversación entre amigos que no se ponían de acuerdo sobre cuál era la forma de seleccionar al mejor restaurante de Guayaquil. Unos aseguraban que ese membrete lo debía tener quien proponga que sus recetas sean variadas, creativas y muy buenas. Otros defendían la tesis de que el primer lugar le pertenecía al que valore la calidad de los productos, tenga constancia y la presentación de sus platos sean únicas. Pienso que todos tenían algo de razón, pero eso no es todo.