Ecuador está rodeado de volcanes y montañas. Algunas personas les temen, pero otras, cuando están en ellas se sienten en casa.

Una de ellas es Dayra Iza, una quiteña de 10 años, que cuando empezó a caminar hacia las cimas de las montañas más elevadas del país, no sintió otro deseo que seguir subiendo.

El primer impulso se lo dio su ‘ñaña Taty’, como le dice a su tía Tatiana Chiguano, de 30 años, a quien le gustan los deportes y empezó en el montañismo hace poco más de un año.

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Taty llevó a Dayra al refugio del volcán Chimborazo y a la laguna congelada del Carihuairazo. Entusiasmadas, hicieron su primera cumbre el 26 de enero pasado: el Atacazo, de 4.463 msnm.

Dayra y su tía Taty en la montaña. Foto: cortesía

Tras cinco o seis horas, llegaron a la despejada cima. Dayra recuerda que se sintió tranquila, pensando en sobrevivir y hacer cumbre. Allí recordó a su mamá, que antes también hacía montañismo, y que fue su principal inspiración en el trayecto.

El siguiente reto fue realizar la Ruta Integral del Pichincha, cuatro montañas que se suben una detrás de otra. En una de ellas, los ojos de Dayra se posaron en el volcán Cotopaxi, que se divisaba a lo lejos.

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Fue allí donde comenzó realmente su sueño.

“Quiero llegar allí”, le dijo a su tía.

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“Tienes que entrenar, estás muy chiquita”, le recordó Taty.

Dayra tenía claro que podía llevar su cuerpo hasta esa cima.

Hacia el Cotopaxi

El volcán Cotopaxi es la segunda montaña más alta del Ecuador, con 5.897 msnm.

Para lograr llegar a su cumbre normalmente hay que realizar un entrenamiento previo, en montañas con dificultades técnicas similares.

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Tatiana eligió al grupo de montañismo Amaru, que realiza el ascenso del Cotopaxi luego de tres montañas: Rucu Pichincha, Imbabura y Tungurahua.

Al principio Taty iba a ir sola, porque le daba miedo llevar a Dayra, pero ella insistió. Acordaron ir paso a paso y si lo lograba, intentaría la más difícil.

Luego de hacer las tres cimas, Dayra, Taty y los otros montañistas y guías de Amaru fueron al Cotopaxi. Llegaron al refugio el pasado 9 de abril.

Empezaron el camino a la medianoche. En la cordada de Dayra iban ella y el guía Lenin Almachi.

Luego de unas horas de caminata, Dayra no se sientía demasiado bien, le dolía la cabeza y el estómago, males típicos de la altura. Pero Lenin sabía que ella podía continuar, pues había hecho cima en el Tungurahua, que tiene un desnivel de 2.323 metros en vertical.

“Le dije ‘ya no avanzo, no voy a llegar’, él me dijo que sí podía, que si bajábamos no había vuelta atrás”, cuenta Dayra.

Lenin le dio Finalín para niños (Paracetamol), Dayra se sientió mejor y llegó a Yanasacha, una parada en la montaña una hora antes de la cumbre.

Esa última hora es la más difícil del ascenso, la más vertical. Aunque la altura le había pasado factura, Dayra demostró su buen estado físico y alcanzó la cima por sus propios medios a las siete y media de la mañana.

“Estaba feliz, nos abrazamos (con Lenin)”, recuerda emocionada.

Dayra Iza en la cima del Cotopaxi, junto al guía Lenin Almachi. Foto: cortesía

Para Lenin, colaborar con Dayra para que logre su objetivo fue una gran experiencia. Su intención siempre fue cuidarla y que ella suba por sus propios medios, sin ayuda (de la cuerda). “Dayra es muy fuerte”, recalca.

Él recuerda que encontraron varias personas que ya no querían seguir la ruta hacia la cima y al ver a Dayra, tan pequeña, decidieron continuar. “Ver cómo la motivaban y se motivaron es inolvidable”, señala.

Dayra en el volcán Cotopaxi. Foto: cortesía

Mientras Dayra hacía su ruta, Taty iba en otra cordada más adelante. Le dijeron que la niña se sentía un poco mal y pensó que regresaría al refugio. Pero arriba, por radio, se enteró que su sobrina sí estaba avanzando. La pudo ver en el tramo final, darle ánimos y cuando supo que hizo cumbre, cuenta: “me ganaron las lágrimas, no pudimos llegar juntas, pero lo cumplimos”.

Seguir subiendo

Enamorada de la montaña, Dayra no quiso parar. Se puso como un nuevo objetivo coronar el Cayambe, tercera montaña mas alta del país, pero con más dificultad técnica que el Cotopaxi.

Entre ambas cimas, subió los dos Ilinizas como preparación. El más difícil (el sur) en una cordada con su tía y con Luis Almachi. En esa montaña hay que escalar en roca, usar piolet y hacer rapel, no solo caminar.

Imágenes de Dayra Iza en el Iliniza Sur. Fotos: cortesía

En el Cayambe, ambas mujeres volvieron a hacer cordada acompañadas de Lenin. En esta ocasión fue Taty la que se sintió cansada y Dayra la que la apoyó. Les tocó una noche madrugada fría, con nevada, pero pasados los 5.200 msnm el clima mejoró y llegaron con cumbre despejada.

De la cima, Dayra recuerda la felicidad que sintió en la cima y el olor a azufre.

Según un registro que se tiene hace unas décadas, Dayra es la persona más joven (niño o niña) en subir el volcán Cayambe. También tendría el mismo récord en el Iliniza sur.

Este récord pone feliz a su mamá, Catalina Chiguano, quien apoya a Dayra en todas sus aventuras, aunque siempre “con el Jesús en la boca”.

“Me desespero y al mismo tiempo tengo felicidad -dice-. Nunca imaginé que a esa edad esté logrando esto”. Catalina cree que no puede detenerla en su sueño y debe apoyarla hasta donde su hija quiera llegar, siempre respetando a la montaña y a la gente que la acompaña en los ascensos.

¿Hasta dónde llegar?

Los sueños de Dayra parecen no tener límites.

Su siguiente objetivo era subir el volcán Chimborazo, pero por una cuestión de permisos en el parque nacional y de logística, el grupo aún no lo ha intentado.

Otras cimas que quiere lograr en Ecuador son las del Antisana y del Sangay, cuando deje de erupcionar.

Pero a sus 10 años, su sueño más grande es poder subir el monte Everest, la montaña más alta del planeta, con 8.849 msnm.

Detalles

Amaru, un club de montaña que impulsa nuevos montañistas, sin que el tema económico sea una excusa para no intentarlo. Por ello realizan salidas comunitarias, asequibles a los que desean incursionar en este deporte. (I)