Los colores blanco y gris predominan en su cabello y barba, pero luego de 55 años de vida, su voz sigue intacta.

Sergio Esteban Sacoto Santacroce conversa con nosotros virtualmente desde la comodidad de su hogar en las afueras de la capital del país, específicamente, en su espacio favorito de la casa: el estudio musical al que compara con una juguetería por la cantidad de instrumentos y artículos para hacer música que hay en este.

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Acompañado de su única mascota y compañero, su perro llamado Lupo, palabra italiana que significa Lobo en español, inicia diciendo entre risas “Es un vago, pero nunca se despega de mí”.

No sabe por qué sus padres, Dora una argentina, y Diego un ecuatoriano, le pusieron ese nombre, pero sí sabe que el fruto de la mezcla de las culturas de ambos, lo han convertido en quien es el día de hoy: un músico empedernido y rebelde que se quiere quedar en el mundo del arte para largo.

Las paredes y paisajes de Quito lo acogieron a su familia, integrada además por su hermano Andrés, y a él, desde que tenía nueve años. El cambio de pasar de vivir en el Barrio 11 en Buenos Aires, al Dorado en nuestro país, le generó un shock cultural fascinante que aprendió a cobijar con el tiempo. Un año después se mudaron al sector de La Gasca, para finalmente encontrar la casa donde pasaría el resto de su adolescencia e inicios de su adultez, en la parroquia de Cotocollao.

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La música en su vida

Sonidos, letras, y momentos nostálgicos invaden su mente cuando le preguntamos acerca de su primer acercamiento a la música. “Tengo muchas cicatrices musicales de toda la música que he escuchado y hecho durante mi vida”, desde que tiene memoria, recuerda que su madre era una amante del folclore y tango. Su padre era un poco más “alegre”. En el comedor y la sala pasaba poniendo géneros como la cumbia, y salsa.

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Él, era un vendedor de libros y viajaba a otras provincias junto a un Sergio aún en su niñez. “Me llevaba para mí para que le cuide las cajas y y me convencía comprándome un cassette, porque claro, en esa época no había cds. Y así cada viaje que hacíamos significaba tener un cassette nuevo de artistas como Raffaella Carrá, Rocío Dúrcal, Rafael, y José José”, cuenta animadamente.

Descubrió el mundo del rock sudamericano: Soda Stereo, Charly García, Fito Páez, Barro, y Los Prisioneros, al entrar a la secundaria, donde además entró a formar de un grupo de folclore. Su rol como integrante era tocar el bombo legüero, instrumento de percusión originario del país que lo vio nacer.

Al cumplir 18 años, se encontraba en una época de conflicto con sus padres, no se sentía tranquilo. Tomó la decisión de regresar por primera vez a Argentina para realizar el servicio militar.

Estuvo un año y medio como reclutado, y llegó a sentirse como otra persona por el hecho de estar lejos de su familia, y por la presión de estar en un entorno donde no existían clases sociales, y todos eran iguales. Esto último le brindó una nueva perspectiva de la vida.

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“Creo que estaba en esa edad donde estás buscándote y de repente sientes que hay partes que no terminan de cuajar de tu personalidad, de la forma en la que ves el mundo, y así”, confiesa el cantautor quien afirma que fue una época muy dura para él pero al mismo tiempo aprendió mucho.

¿Fue en ese confinamiento cuando hiciste clic con la música?

Sí, fue ahí estando en el ejército porque, mira, llegaba yo como ecuatoriano, aunque tenía nacionalidad argentina. Tenía crianza, aspecto, y acento de un quiteño completo. Entonces cuando llegué allá me agarraron con el bullying, porque estaba en un cuartel con otros 100 soldados, los cuales todos hablaban en el mismo idioma, tenían el mismo acento. Me imitaban como hablaba, molestaban, ese tipo de cosas. Y en toda esa bulla y caos, empecé a cantar para zafarme de eso.

Un día que estaba en lo mío, se me acercó uno y me dijo “Oye cántate alguna canción, te veo que estás cantando”, y se acercaban todos a escucharme interpretar temas en inglés de artistas como Lionel Richie y Diana ross que escuchaba en Soul Train. Pasé de ser el raro, a simplemente ser el que cantaba, esa fue mi arma de poder. Inmediatamente pensé “wow, esto puede servirme como trabajo, capaz y lo convierto en mi profesión”.

Así, se plantó en Sergio la semilla de ser músico, que luego crecería y se convertiría en una realidad con la creación de Cruks en Karnark.

¿Cómo fueron los primeros pasos de Cruks?

Sabes, lo mío fue muy orgánico. No fue nada muy pensado, las cosas en mi vida se fueron dando. No estudié música formalmente, pues elejí irme por el diseño gráfico, y estando en segundo semestre de la carrera que luego dejaría, iba naciendo a la par la banda.

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Recuerdo que estábamos en el estudio de una discoteca que fue muy famosa, que ahora la abrieron nuevamente y se llama Blues, donde siempre hacían conciertos de improvisación, cosas informales y alguna vez, yo me subí a cantar en un show y al dueño de discoteca le gustó. Enseguida ofreció pagarme un disco a cambio de tocar en el lugar. Entonces con ese dinero, grabamos un disco que tenía cuatro canciones.

Cuando me ofrecieron trabajo ahí, en el estudio Cascarón, nunca más retomé ningún estudio. Empecé haciendo cafés y terminé haciendo haciendo canciones o sea, casi manejando el estudio por tres años que estuve ahí. Yo realmente aprendí trabajando, hice de todo. Publicidad, locutar, el oficio de masterizar, e incluso hacer jingles.

Se juntó con Andrés, Pablo Estrella, y Pablo Santacruz. Tenía 19 años, y su hermano apenas 14. “Fue chistoso porque como él era el menor le dijimos bueno a ti te toca el bajo, pero no tenía idea de como hacerlo y nos lo hizo saber, le respondimos “entonces aprende”. Y así fue, lo hizo solito”.

El curioso nombre de la agrupación surge una tarde en la casa de la abuela de uno de los miembros. “Necesitábamos alguna denominación entonces agarramos una enciclopedia, y nos pusimos a buscar un nombre y por ahí encontré el de William Crookes, quien fue el inventor de la luz fluorescente y por ahí también encontramos palabras extrañas. Hicimos dos columnas con todo lo encontrado y trazando rayas salió el que tenemos ahora”, dice el quiteño.

Ellos se subieron por primera vez a una tarima para lo que sería su primer concierto un 29 de junio de 1989, desde ese momento no pararon hasta la separación de la banda, en el 2007, tras casi 20 años de trayectoria musical. Pero eso no frenó el ser artístico de Sergio, pues en ese instante renace con su carrera de solista, que construye hasta el día de hoy.

Así se fue acomodando su vida. Le gustó el escenario. Le gustó tocar. Le gustó compartir música con los demás y ver el éxito que tuvo el grupo. Le gustó que le pagaran por hacer algo que le encanta.

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El estilo de “Los Cruks”, como también se los conoce, es imposible definir...

Yo soy un tipo que ama mucho la música, por eso mi gusto musical es muy extenso. Yo creo que en todos los proyectos en los cuales he participado o los que he liderado, ya sea la banda o toda mi época de solista he tratado de meter todo ese gusto de alguna forma aún cuando a veces sea como medio apretado y complicado. Mi amor por la música latina, cumbia, el folclore, tango, es algo muy ecléctico. Yo digo que es una banda de pop, al igual mi proyecto de solista. Pero es un pop que tiene muchas libertades, que no se apega a algo en específico. Es, desde lo más profundo, rebelde y anarquista.

Durante el mes de septiembre estrenó el álbum Uno Vuelve - Homenaje a Cruks En Karnak, proyecto de su faceta en solitario en el que trabaja desde el 2019, como tributo al cuarteto que lideró, y con el que regresará frente al público para cantar una vez más temas como El Aguajal, Inquebrantable, El Cielo Cayó, y más.

El compositor manifiesta que anunciarán más de 5 fechas en diferentes ciudades del país a través de redes sociales. “Cuando nos cuando nos separamos, no tuvimos el tiempo de hacer una despedida ni algo muy serio y formal y siempre quedó esa inquietud. Ahora, quien fue nuestro mánager de esa época nos hizo una propuesta económica interesante, teniendo la libertad de manejar las canciones como a mí me gustan y conservando la estética que estoy llevando”.

Un Sergio más cercano

Él vive cantando, pero cuando no lo está haciendo, comparte momentos con su familia: su esposa llamada Leonora, de nacionalidad italiana, y la hija de ambos, Valentina.

A su media naranja, la conoció a través de Internet. Estuvieron chateando por aproximadamente un año sin conocerse en persona, “una vez que nos vimos, desde ese día nunca más nos separamos”, revela el cantante quien además agrega que a pesar de que su única descendiente vivió rodeada de música y con una gran sensibilidad artística, ella se decidió por dedicarse a estudiar la carrera de odontología.

También disfruta mucho de la lectura, y el cine. “Leo en Kindle todo el tiempo, amo mis libros, a veces leo medio libro y me voy a otro, y luego retomo el primero, y así sucesivamente. Constantemente estoy buscando cosas que me interesen y me nace descubrir cosas antiguas, veo mucho el cine mudo como de Harold Lloyd, Charles Chaplin, y de todos estos genios”.

Siempre yendo en contra de la corriente, y haciendo música que prevalece con el pasar del tiempo, así se presenta el vocalista en pleno 2023: fresco, insurgente, y sobre todo, como un creativo total. (E)