Los animales que son víctimas de tráfico pueden sufrir una variedad de destinos crueles. A algunos se los comen por sus supuestas propiedades medicinales, como a la tortuga charapa pequeña (Podocnemis unifilis). Otros, como el loro cabeciazul (Pionus menstruus), son arrancados de sus nidos a temprana edad y vendidos como mascotas si sobreviven.