La juventud está en medio de una crisis de salud mental, sostienen los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades de los Estados Unidos, con datos de ese país tomados entre 2013 y 2023, en su Youth Risk Behavior Survey (Sondeo de Conducta Juvenil Riesgosa).

Tanto este documento como especialistas consultados por este Diario destacan el uso de las redes sociales y los dispositivos inteligentes como un factor que afecta la salud mental de los menores.

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El tiempo presencial es irremplazable, y los padres deben estar dispuestos a escuchar y compartir sus propias experiencias. Foto: Shutterstock

¿Qué ha cambiado para bien? Ha disminuido el porcentaje de jóvenes que tienen sentimientos persistentes de tristeza o desesperanza (de 42 % a 40 %). También la proporción de jovencitas que consideraban seriamente el suicidio (del 30 % al 27 %). Particularmente entre jóvenes de habla hispana que sufrían de alguno de los casos anteriores o que ya habían hecho un plan suicida (del 19 % al 16 %). Asimismo, entre los estudiantes negros que habían hecho algún intento de suicidio hubo una reducción de 4 puntos.

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Las preocupaciones que han aumentado, en cambio, son las amenazas o heridas con armas en las escuelas, el acoso escolar o bullying y los chicos que dejan de ir a clases por su propia seguridad.

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¿Qué elementos externos ponen en riesgo la salud mental de los adolescentes? Las redes sociales están primero. Más de tres cuartos de los encuestados dijeron que son activos, y esto se asoció con un mayor riesgo de sufrir bullying, sentimientos de tristeza y desesperanza y de ideas suicidas.

Un efecto similar tiene el racismo, especialmente el ejercido por las instituciones contra estudiantes negros, que resulta en castigos injustos en las escuelas.

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Depresión e ideas suicidas, los temas difíciles para padres de adolescentes

Pensar siquiera en depresión o suicidio relacionado con sus hijos adolescentes es desafiante para los padres. Esta es una época de cambios, el primero de ellos, en el cerebro, que está pasando por una transformación en el sistema de toma de decisiones, indica el psicólogo infantil especializado en ABA (Análisis Conductual Aplicado) Neil Dueñas.

La comunicación que se establece desde la infancia es el camino a una buena comprensión en la adolescencia. Foto: Shutterstock

En esta etapa, el joven todavía no puede decidir como lo haría un adulto, aunque quiere hacerlo. Esto es bueno y positivo, siempre que esté acompañado. “Ese cerebro que no está todavía maduro se enfrenta a situaciones para las que todavía no tiene todas las habilidades; conoce lo que es correcto e incorrecto, lo aceptable y lo inaceptable, pero todavía se le hace difícil decidirse”.

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¿Por qué? Por el aspecto social. “En la adolescencia pesa qué tanto me integra o me aleja de un grupo la decisión que voy a tomar”. Los padres deben tener muy en cuenta esto, la necesidad de aceptación social que tiene su hijo o hija.

Y otra realidad que hay que aceptar es que los niños de esta generación, conocida como alfa y compuesta por los nacidos a partir de 2010, crecen en un mundo totalmente distinto a aquel en el que fueron criados los padres. “Los gustos, intereses y formas de interactuar que viviste no son para nada similares a los de tus hijos”, remarca Dueñas.

La comunicación no empieza en la adolescencia

Cuando no existe un puente de comunicación planteado desde la primera infancia y a través de los 7, 9, 10 años, es complejo para el padre de familia llegar al adolescente. Si la comunicación no se establece bien desde que el niño es pequeño, será incómoda cuando crezca.

Aquí viene otro punto. La comunicación, que los padres quieren dirigir en forma de preguntas puntuales, puede mejorar muchísimo si se convierte en presencia física no esporádica sino consistente, en silencios cómodos y en compartir experiencias propias, sin intención extraer información.

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“Desde la psicología recomendamos al papá simplemente acercarse, porque lo mejor que puede hacer es acompañar en silencio. Si a un adolescente le preguntas ¿cómo te fue hoy?, lo más probable es que responda: ‘Ay, papá, ¿para qué quieres saber?‘. Porque no quiere sentirse invadido”.

Dueñas detalla que se trabaja con los padres en estrategias adaptadas a la actualidad. “Nadie nace siendo padre. La paternidad primeriza no solamente ocurre en los primeros años de los niños, sino a los 12, 13, 14 años. Acepta el hecho de que no sabes qué hacer, y acepta la ayuda que tienes en tu entorno”. Una de sus primeras recomendaciones es, por tanto, integrarse a grupos de apoyo, con padres que estén pasando por la misma situación.

¿Y qué hacer cuando el joven finalmente se abre y cuenta lo que piensa, siente o lo que le está pasando? “Valídalo escuchando. No lo juzgues. Muchas veces, la reactividad del adolescente por el solo hecho de recibir una pregunta ya es una barrera. Escucha activamente”.

Acompañar al adolescente: la presencialidad es importante

“Tú puedes nacer con tendencia a trastornos de ansiedad, sin embargo, si tienes un entorno favorecedor, alimentación, familia que está contigo, ese trastorno de ansiedad no se presenta. Sin embargo, hoy tenemos familias ausentes, no porque no estén en el hogar, sino por estar enfrascadas en la tecnología. Y los adolescentes están buscando refugio en las redes sociales”, explica la doctora María Fernanda Chang, neuropsicóloga del aprendizaje y directora del Centro Enigma.

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Mientras más aleja un joven a los padres es cuando más los necesita, continúa la especialista. Sin embargo, los padres, al no saber cómo abordar esa situación, lo dejan tomar decisiones solo, “para que aprenda”. Esto genera abandono y soledad.

“No sabes qué está pasando con ellos en su día a día y eso les está afectando; hay una alta incidencia de depresión y suicidios de adolescentes que no tienen a la familia para que les ayude a canalizar esas situaciones estresantes”, y porque, insiste, ellos buscan esa contención en las redes sociales.

“Los adolescentes no deberían usar una tecnología si son menores de 16 años”, establece. “En caso de que usen tecnología (dispositivo inteligente), sería con mucho control parental. Siempre hay que tener espacios al final del día con tu adolescente, no a bombardearlo con preguntas, sino estar presente; literalmente estar a su lado compartiendo. Así vas creando confianza. Si quieres que él te cuente algo, primero cuéntale algo tuyo. ‘Cuando tenía tu edad me pasó esto’. Para que ellos vean que eres una persona real”.

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Chang recomienda no ocultar la verdad por vergüenza a los hijos, si se quiere ganar su confianza. Y a cambio, cuando decidan abrirse, no reaccionar con juicio, sino escuchar con cautela y usar frases afirmativas. ‘Te escucho. ¿Y qué opinas tú?‘.

Actitudes que no se pueden dejar pasar: para Dueñas, en esta categoría caen comportamientos que atentan contra la integridad física o emocional del adolescente. Desde cómo se alimenta hasta cómo habla de sí mismo. No desestime frases como ‘no me gusta cómo me veo, me siento horrible, me veo fatal’”. No es simple vanidad, es una cuestión de autoestima.

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Tampoco deje que su hijo se enfrente a tomar decisiones sobre situaciones que no puede manejar. El psicólogo enumera: salir solo, interactuar con desconocidos, usar redes sociales y dispositivos electrónicos.

Consejos para padres: cambiemos la manera de hacer preguntas

Chang anima a no ser excesivamente confiados cuando la información es demasiado escasa. ‘Me voy donde mi amigo’. Los padres sí deben saber dónde y con quién van a estar los hijos. ¿Qué decir? ‘Cuando tenía tu edad, me fui donde un amigo, me pasó esto y lo otro, y no tenía a mi papá para que me ayudara. En caso de que te llegue a pasar algo igual, yo estoy aquí para ti’.

Si ve a su adolescente muy callado, no lo someta a una investigación. Trate de crear momentos casuales. “Por lo general, las preguntas de los padres suelen ser 1, 2, 3, 4, 5. ¿Cómo te fue? ¿Qué hiciste? ¿Qué te dijeron? ¿Qué comiste? ¿Con quién estabas?”, enlista Dueñas. ¿Las reconoce? “La conversación en forma de interrogatorio limita la forma en cómo se abre la adolescencia con nosotros. En vez de decir ‘qué pasó con la maestra’, se podría iniciar la conversación como ‘quiero hablar de lo que pasó con la maestra’. Es la necesidad de establecer un diálogo, no de sacar información”.

En cuanto al adolescente irritable, que tiende a estallar, lanza objetos, tira puertas, intenta hacerse daño a sí mismo o a los demás, aquí hay que trabajar en la dinámica familiar (con ayuda profesional), y el cambio en la manera de abordaje debe venir de los padres, ya que el joven tiene dificultades para controlarse.

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En el caso de los adolescentes que están deseosos de agradar, ansiosos por seguir las tendencias, lo más importante es interesarse por aquello que les gusta o los motiva. “No validar la tendencia en sí”, explica Dueñas, sino la manera en que esto hace sentir a su hijo. ‘¿De qué se trata? ¿De dónde surgió? ¿Cómo te hizo sentir? ¿Qué te impactó? ¿Qué te hizo pensar?’. Pero sobre todo, compartir: ‘Yo me sentí así‘. “Esto es un modelo de comunicación. Si le hablo sin expectativa de que me responda, aumenta la probabilidad de que en algún momento se comunique conmigo. El error más básico es pensar que tu adolescente no se va a dar cuenta de que intentas sacarle información”.

Chang recomienda crear espacios que les quiten protagonismo a las redes sociales: salir, compartir cara a cara, invitar a sus compañeros del colegio, a sus amigos, a sus primos. “Obviamente, a la primera te va a decir: ‘No quiero’. Los chicos, cuando están apagados, es porque tal vez no tienen una amistad favorable para ellos”.

En el caso de los jóvenes que están muy aislados, enfadados o desbordados, ella sí considera la ayuda psicológica, porque podría tratarse de una depresión. “Un profesional puede guiarte a ti como padre. Por lo general, esto ocurre con chicos que tienen acceso libre a las pantallas, porque les dejas el mundo abierto, y hay mucha información que no están listos para ver”. (F)