Las emociones que experimentamos a diario no solo tiñen nuestro estado de ánimo, sino que también tienen un impacto profundo en nuestra salud física.

Así como un abrazo cálido o una carcajada contagiosa pueden contribuir a nuestra recuperación de una enfermedad, las emociones negativas pueden manifestarse en forma de diversos malestares físicos, como dolor de estómago, dolores de cabeza, e incluso problemas más serios.

Tal es el caso de la ira, una sensación que viene acompañada de rabietas, impide la dilatación de los vasos sanguíneos, deteriora la función de las arterias y está relacionada con un mayor riesgo de sufrir infarto al miocardio.

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¿Cuándo la ira se vuelve nociva y cómo evitarlo?

La ira puede conllevar a la agresividad y la violencia. Foto: Freepik

En ocasiones , la ira nos ayuda a activar nuestra respuesta defensiva ante posibles amenazas, pero en otras puede convertirse en un sentimiento extremadamente negativo y tóxico para la salud.

De acuerdo con Health, esto ocurre cuando los episodios de ira son explosivos y conllevan a resultados destructivos o violentos. También puede ser contraproducente si la persona no es capaz de dejar de pensar en la causa de la rabieta.

“Cuando la gente rumia su ira, repitiendo el suceso en su mente y guardando resentimiento, puede desembocar en una ira crónica que repercute negativamente en la salud mental y física”, indicó al medio el psiquiatra Jacques Ambrose.

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Afortunadamente, se puede seguir una serie de consejos que facilitan evitar y controlar los episodios de ira:

  • Presta atención a los indicios que te avisan que estás empezando a enfadarte, como la tensión muscular, la aceleración del ritmo cardíaco o los cambios en la respiración.
  • Aplica estrategias como la respiración profunda, la meditación de atención plena para calmarte y evitar que la ira se intensifique.
  • Si te resulta difícil controlar tu ira por tu cuenta, consulta con un psicólogo o psiquiatra.

(I)

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