A casi cuatro horas del colorido y moderno barrio Miraflores, bajando hacia el sur desde Lima, la región de Ica se extiende entre infinitas dunas, singulares costas y la compañía de un eterno sol que tuesta suavemente las mejillas de los turistas.

Aunque a lo largo de la carretera la zona se percibe a ratos árida y a ratos desolada, basta con un buen guía nativo (o en su defecto un poco de confianza en Google Maps) para detrás de unos cuantos recovecos descubrir sitios cuya belleza no cabe en una fotografía, no solo por la estética del paisaje, sino porque en Ica las sensaciones que evoca cada experiencia tienen sus raíces en historias y culturas milenarias.

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Reserva Natural de Paracas: el hogar de una cultura milenaria

Detrás de interminables dunas, la Reserva Natural de Paracas, a una hora de la ciudad de Ica, ofrece un espectáculo que se extiende por más de 300.000 hectáreas y que puede ser apreciado desde las alturas a través de varios miradores.

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Uno de sus puntos más conocidos es La Catedral, formación rocosa que constituía un arco generado por la erosión hasta el año 2007, cuando parte de su estructura se derrumbó debido a un fuerte terremoto que sacudió Perú. Sin embargo, sigue siendo el hogar de especies como el ave zarcillo, el pelícano peruano, el gallinazo de cabeza roja y lobos marinos.

La Catedral perdió parte de su estructura por un terremoto en el 2007. Foto: Martha Samaniego

Además, pocos visitantes pueden resistirse a zambullirse en las cristalinas playas de Yumaque, Lagunillas y Mina, donde las suaves olas terminan seduciendo hasta a los bañistas más friolentos. Así mismo, Playa Roja impacta por la tonalidad carmín de su arena. Aunque no es apta para nadar por su fuerte oleaje, su costa rojiza, originada por una mezcla perfecta de material volcánico y minerales, es una postal inolvidable.

Aparte de su belleza natural, la energía de la reserva está cargada de un rico pasado histórico. En las playas que ahora disfrutan los turistas habitaba la cultura Paracas, durante la época preincaica. Relatos de maravillosos textiles, complejas ceremonias funerarias e incluso trepanaciones craneanas constituyen la esencia que locales de la zona narran con orgullo.

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Si se ingresa de manera independiente el costo de la entrada es de 11 soles peruanos ($ 3.01), sin embargo se puede acceder a tarifas promocionales que también incluyen otros puntos turísticos. La reserva está abierta desde las 9:00 hasta las 16:00, tiempo suficiente para disfrutar de sus principales puntos.

Playa Roja posee un color carmín en su arena debido a minerales volcánicos. Foto: Martha Samaniego

La Huacachina: adrenalina en un oasis en medio del desierto

Ya sea para almas aventureras o amantes de los placeres sencillos de la naturaleza, La Huacachina combina ambas experiencias en un oasis natural en medio del desierto, en el oeste de Ica.

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La Huacachina es un oasis natural en medio del desierto. Foto: Angie Vera

A diario, las siluetas de cientos de turistas y propios de la zona lucen como diminutas hormigas trepando por las dunas más grandes de Sudamérica. Mientras los más intrépidos se deslizan colina abajo en sandboards, o se atreven a volar en parapente; otros buscan la aventura de una manera más relajada.

Explorar las dunas en vehículos 4x4 es solo uno de los ingredientes para un atardecer memorable. Entre la velocidad y el movimiento de las camionetas es inevitable reprimir las risas, mientras que una ligera adrenalina se instala en el estómago. Sin embargo, esta se transforma en asombro a los pocos segundos de visualizar un escenario que parece salido de un cuento: una mesa de pícnic perfectamente instalada en medio del desierto.

Un picnic en el desierto es una opción para compartir entre pareja, amigos o familia. Foto: PromPerú Foto: JANINE

Con paquetes que empiezan desde los $ 130 por persona, La Huacachina ha sido testigo de risas cómplices de amigos a la luz de las estrellas hasta románticas pedidas de matrimonio con el ocaso de fondo.

Perú en un trago: cata de piscos en la Hacienda La Caravedo

Y si luego del viento del desierto queda algo de sed, no hay mejor lugar para calmarla que entre los viñedos de la Hacienda La Caravedo, casa de elaboración de una de las bebidas insignia de Perú: el pisco.

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Entre fachadas de adobe e imponentes casonas de estilo colonial se guarda la historia de la destilería más antigua de América.

La Hacienda La Caravedo posee un estilo coloquial de hace más de 400 años. Foto: Martha Samaniego

Con la dulzura de la uva moscatel y el fuerte sabor de la quebranto, un recorrido guiado transforma a sus visitantes en expertos catadores de un pisco que se produce con ocho tipos de uvas en más de 30 sabores distintos, los cuales van desde la lúcuma hasta el pan tostado.

En el área de destilación se obtenían las primeras gotas de pisco. Foto: Martha Samaniego

Aunque actualmente ya no se usan las instalaciones antiguas, la hacienda aún conserva el lagar donde los caballos pisaban las uvas, e incluso se puede percibir un fuerte aroma vinícola en la falca que aloja los antiguos hornos de destilación y sus gigantescas ollas de cobre.

El recorrido termina con una cata de piscos de distintos sabores. Foto: Martha Samaniego

Aparte de la cata básica, que tiene precios desde aproximadamente $ 15 por persona, la hacienda también cuenta con actividades como cabalgatas, clases demostrativas de cocina y elaboración de cocteles a partir del pisco.

Las líneas de Nasca: un espectáculo desde las alturas

Cuando parece que la tierra de Ica ya ha mostrado todos sus tesoros, uno de los más enigmáticos solo puede ser revelado desde las alturas: las líneas de Nasca.

El mono, el astronauta, el colibrí, la araña, el cóndor, la flor y el perro peruano solo son algunos de los más de mil gigantescos geoglifos que plasmó la cultura Nasca en la pampa del desierto que lleva su nombre y que colinda con el desierto de Atacama hace más de 2000 años.

La figura del mono tiene una longitud de más de 100 metros de largo. Foto: Promperú

Aunque en un inicio era un misterio cómo esta cultura había logrado elaborar tan simétricos trazos, tras investigaciones, principalmente las conducidas por la arqueóloga y matemática alemana María Reiche, se ha concluido que usaban un sistema de escala con cuadrículas.

Con la ayuda de hasta diez personas, los nascas plasmaban objetos y símbolos representativos raspando el suelo, llegando a la cal y el yeso bajo la arena, superficie que se ha mantenido intacta gracias a las tormentas de viento de arena que limpian, pero no borran los trazos.

La figura del colibrí tiene 96 metros de largo. Foto: Promperú

Desde la avioneta, mientras los pilotos explican dónde posar la mirada para no perderse los dibujos, resulta inevitable preguntarse lo que aún sigue siendo un enigma: con qué objetivo realizaban estos geoglifos.

Entre las teorías que se tejen están que eran una manera de comunicarse con los dioses hasta las más originales que aseguran que esta cultura tenía contacto con alienígenas.

El recorrido aéreo, que dura aproximadamente una hora, dependiendo del aeropuerto del que se parta, presenta precios variados. Si el vuelo se toma directamente desde el aeropuerto de Nasca el precio es de $ 90 por persona. Sin embargo, también es posible realizarlo desde el aeropuerto de Pisco con recorridos que van desde los $300 por pasajero.

Desde lobos marinos hasta pingüinos: navegando por las islas Ballestas

Y si el desierto esconde mensajes milenarios en la arena, el mar también guarda sus propios secretos entre acantilados y colonias de fauna salvaje en las islas Ballestas.

Ubicadas en la costa de la Reserva de Paracas, se puede acceder a ellas a través de tours en lanchas guiadas, donde durante dos horas los turistas pueden observar leones marinos descansando entre las rocas, pingüinos de Humboldt que corren tras sus parejas y variedad de aves como pelícanos y zarcillos.

Las islas Ballestas están conformadas por rocas de origen volcánico. Foto: Martha Samaniego

Durante finales del siglo XIX, estas islas también fueron conocidas por su ‘oro blanco’: el guano de las aves. Este término se refiere a las grandes cantidades de excremento que servían como fertilizante natural para los agricultores y que se volvió muy codiciado.

Un lobo marino hembra descansa en los alrededores de las islas Ballestas. Foto: Martha Samaniego

Además del ecosistema marítimo de las islas, a lo largo del camino desde los puertos de Paracas o los muelles de los hoteles, una parada importante es El Candelabro. Similar a las figuras de las líneas de Nasca, este dibujo plasmado en una de las montañas de arena se asemeja a un portavelas.

El Candelabro es un geoglifo del que se desprenden distintas teorías respecto a su origen. Foto: Martha Samaniego

Sin embargo, entre las distintas teorías también se contempla que haya sido un cactus alucinógeno que la cultura Paracas usaba durante sus ceremonias. También se piensa que fue elaborada por los piratas para poder ubicarse en el mar, o que incluso fue realizada por los masones bajo la orden del general José de San Martín.

La visita a las islas es ideal realizarla entre las 8:00 y las 12:00. Es necesario realizarla con el acompañamiento de un tour guiado, que se pueden encontrar con precios desde los $ 9.

Los viajeros ecuatorianos interesados en embarcarse en esta inolvidable aventura pueden solicitar información las 24 horas del día de forma gratuita a IPERÚ, parte de PROMPERÚ, a través de su número de Whatsapp +51 944-492-314. (E)