El 75% de la electricidad del país proviene de fuentes de energía renovable que tienen un menor impacto en el medioambiente. Hace diez años, el 50% tenía ese origen. Si bien hay un avance, la meta al 2018 del anterior régimen era llegar al 93%

Ecuador cuenta desde el 2015 con las  centrales hidroeléctricas (que producen energía con la fuerza de los ríos) Manduriacu, Sopladora y  Coca Codo Sinclair. Más  Delsitanisagua y Minas San Francisco desde fines del 2018. Aunque –dice Tarsicio Granizo,  director encargado del Fondo Mundial para la Naturaleza capítulo Ecuador– aún están pendientes Toachi-Pilatón, Mazar-Dudas y Quijos.

“En toda esta nueva infraestructura el Estado ha invertido alrededor de $  5.600 millones.  Sin embargo, falta impulsar las otras formas de energía renovable (solar, eólica...)”, anota.

Publicidad

La  energía eléctrica eólica y solar no representa ni el 1% de la producción total de electricidad del país. 

El actual Gobierno tiene previsto licitar el 30 de este mes cinco proyectos para generar energía hidroeléctrica, eólica y solar fotovoltaica, todas de fuentes renovables.

Pero la luz eléctrica que consumimos en los hogares, en la industria, en el alumbrado público solo es un componente de toda la energía utilizada. El 88% de esta proviene aún del petróleo en Ecuador, según el último Balance Energético Nacional.

Publicidad

Desde marzo pasado está vigente la Ley Orgánica de Eficiencia Energética, pero se está a la espera del reglamento para conocer cómo se aplicarán los incentivos

Guillermo Soriano, director del Centro de Energías Renovables y Alternativas de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), dice que el paso a un sistema energético más sustentable requiere tiempo y recursos, así como voluntad política. “El siguiente paso en este sentido está en incentivar el uso eficiente de energía, existe una ley aprobada por la Asamblea, ahora es necesario crear la estructura que incentive los objetivos de la ley”, recalca.

Publicidad

Ecuador tiene un alto potencial en generación de energía de fuentes renovables, asegura este especialista. La hidroeléctrica, por ejemplo,  podría cubrir la demanda  del país, agrega. “Un potencial interesante de energía solar, en su mayoría difusa (por la nubosidad que hay en la mayor parte del país en los periodos de sol) pero sin mucha variación anual,  clave para  planificación”.  

La energía eólica se centra especialmente en los Andes, agrega.  Hay que “tener un sistema que sea complementario entre sí, que se ajuste a los ciclos naturales de cada recurso y a las proyecciones de crecimiento de la demanda de energía”. 

Cambiar la matriz energética para que dependa menos de los recursos no renovables como los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural) requiere de inversión. El objetivo nacional es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que provocan el calentamiento global y el consecuente cambio climático.

El aeropuerto de la isla Baltra, en el archipiélago de Galápagos, cuenta con paneles solares y también con energía eólica. Foto: Xavier Ramos  

Los  camaroneros, dice Granizo, están embarcados en esta tarea. Ellos están utilizando energía eléctrica de la red en lugar de plantas generadoras que usan combustibles fósiles, cuya quema provoca emisiones de GEI. 

Publicidad

Ese  sector “prevé invertir $  160 millones para la electrificación de sus actividades productivas. A mediano plazo se estima que 150.000 hectáreas de camaroneras utilicen energía proveniente de las hidroeléctricas y dejen de consumir alrededor de 59,6 millones de galones de diésel anualmente”, asegura Granizo.

El sector petrolero también usa la red eléctrica en lugar de generadores. En cambio, “empresas como el Ingenio San Carlos usan el bagazo de caña para cogenerar energía”, añade. 

Un escollo para las energías alternativas, como la solar, la eólica, el biogás o la geotérmica, es el precio. “El costo de un kilovatio de estas energías es aún muy superior  al kilovatio generado con agua. Las energías eólica, geotérmica y el biogás cuestan casi el doble y la fotovoltaica (solar) es mucho más costosa”, refiere Granizo.

Reducir la dependencia de los recursos no renovables es parte de la agenda  mundial de los Objetivos de Desarrollo Sostenible por cumplirse  hasta el 2030. Esto  también es  un reto económico. “Si bien la dependencia de los ingresos del petróleo ha bajado, aún es un porcentaje importante del PIB (Producto Interno Bruto), alrededor del 38%”, dice Granizo.

Soriano explica que la clave está en tener un sistema energético que sea resiliente y sustentable, que funcione adecuadamente en la mayoría de situaciones y responda a factores externos que pueden afectar la generación energética

Las oficinas del Rectorado en la Espol, en Guayaquil, se abastecen con energía solar. Foto: Cortesía

Las “hidroeléctricas, en esencia, dependen de la red hidrográfica oriental del país que tiene un ciclo natural de lluvias y capacidad hídrica. Estas  tienen mayor capacidad entre los meses de junio y noviembre, y su capacidad baja considerablemente entre diciembre y mayo”, asegura Soriano. 

Justamente se reduce  en los meses de mayor demanda especialmente en la Costa del país.

“Tenemos casos: en un día de agosto podemos cubrir casi la totalidad de la demanda con energías renovables, pero en un día de febrero con mucho calor en la Costa quizás lleguemos al 50%. Se necesita que futuros proyectos sean complementarios con el ciclo natural de las hidroeléctricas, que diversifiquen los riesgos y puedan cubrir la demanda ante diferentes situaciones (por ejemplo, escenarios de cambio climático, desastres naturales)”. (I)