"Las deudas me comen vivo. Y en los bancos no entienden que estamos parados, sin poder trabajar. Debo más de $5000 de las letras del carro y ya he optado por no contestar las llamadas que me hacen para cobrarme", dice el dueño de un bus interprovincial, cuya unidad, antes de la pandemia, cubría rutas entre Esmeraldas-Quito y Guayaquil. Pero a ellos aún no les aprueban la operación.