Un estudio realizado a 407 personas en Ecuador reveló que ninguno de los encuestados alcanza un nivel de bienestar financiero alto. El género, nivel educativo y situación laboral son factores determinantes en la salud económica de los ciudadanos.

Los autores de la encuesta son Verónica Artola, exgerente del Banco Central del Ecuador (BCE) y gerente de Gestión de Conocimiento de RTC Coonecta, y Jorge Guadalupe, vicerrector de la Universidad de posgrados del Estado (IAEN).

Los economistas analizaron el Índice de Bienestar Financiero en el Ecuador, encontrando relevantes hallazgos que dan cuenta de la importancia de la educación financiera para lograr la inclusión financiera.

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El informe fue publicado en una revista de la Corporación del Seguro de Depósitos, Fondo de Liquidez y Fondo de Seguros Privados (Cosede).

El Índice de Bienestar Financiero (IBF), propuesto por la Oficina para la Protección Financiera del Consumidor (CFPB), mide la capacidad de una persona para satisfacer sus necesidades financieras actuales y futuras.

Aquello implica cuánto una persona puede cubrir sus gastos, deudas y emergencias sin preocupaciones. De igual manera, significa que puede sentirse seguro de su futuro financiero y ser capaz de tomar decisiones que le permitan disfrutar de la vida, recoge el estudio.

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Se recogieron datos de 165 mujeres y 241 hombres y una persona prefirió no contestar.

Para medir el índice se evalúa la capacidad para gestionar ingresos y controlar gastos, liquidez para pagar facturas y hacer frente a imprevistos, nivel de deuda sostenible, y planificación a largo plazo.

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Resultados obtenidos destacan que los hombres tienen un bienestar promedio más alto que las mujeres.

De igual manera, un mayor nivel educativo está asociado con mejor bienestar. Los encuestados con educación secundaria y superior registraron un nivel de bienestar superior en comparación con aquellos que solo tienen educación inicial o no tienen ningún nivel de educación.

La situación laboral, combinada con el nivel educativo, exponen otras realidades. Por ejemplo, quienes trabajan de manera independiente, son hombres y tienen educación secundaria y superior (universitaria), tienen el mayor nivel de bienestar.

En el caso de las mujeres que trabajan de manera independiente, pero indicaron no tener algún grado de escolaridad también poseen puntajes de bienestar cercanos a los 60 puntos, al igual que las mujeres trabajadores independientes con educación secundaria y superior.

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Las personas desempleadas, tanto hombres como mujeres, que han cursado el tercer nivel de educación presentan un IBF más alto que quienes no han llegado al nivel universitario.

Por otro lado, en la toma de decisiones financieras del hogar hubo interesantes hallazgos:

  • Las diferencias de género y situación laboral sí determinan los puntajes de bienestar.
  • Cuando las decisiones se toman por parte de un hombre (cabeza de hogar), el bienestar es mayor que cuando la decisión es compartida.
  • En el caso de las mujeres, la puntuación de bienestar es mayor cuando las decisiones se toman de manera conjunta.
  • Los trabajadores independientes muestran mayor bienestar, seguidos de los que están en relación de dependencia y finalmente los desempleados.

Finalmente, otra arista que abordó el estudio es la capacidad de absorber gastos cuando se ha perdido la principal fuente de ingresos.

Quienes presentaron puntajes de bienestar financiero cercanos a 60 puntos podrían sostener sus gastos sin pedir prestado durante seis meses o más.

Las personas con puntuaciones menores a 50 puntos solo podrían sostener sus gastos durante una semana.

En ese apartado destaca la resiliencia de los trabajadores independientes, cuyos puntajes se encuentran cerca o sobre los 60 puntos. Ellos podrían sostener sus gastos de tres a más de seis meses.

De ahí que el estudio apunta que trabajar por cuenta propia permite amortiguar de mejor manera un choque económico si su principal fuente de ingresos desaparece.

Con base en esos elementos, las conclusiones a las que llegaron los investigadores fueron las siguientes:

  • En ningún caso alguno de los encuestados alcanza un nivel de bienestar financiero alto.
  • El género sí importa, puesto que los hombres exhiben un IBF más alto que las mujeres.
  • Un mayor nivel educativo está asociado con un mejor bienestar. Quienes alcanzaron el tercer nivel de educación exhiben un IBF más alto que quienes no exhiben educación alguna.
  • Los trabajadores independientes tienden a mostrar mayor resiliencia financiera ante la pérdida de ingresos principales, comparados con empleados y desempleados.

Verónica Artola señala que el hecho que ninguna persona muestra un alto nivel de bienestar financiero, evidencia una oportunidad urgente para fortalecer la educación e inclusión financiera en el país.

Anota que para cambiar el panorama que se refleja en la encuesta se requiere una estrategia nacional que combine acciones en tres frentes: educación financiera desde edades tempranas, que entienda las particularidades de cada grupo y zona; inclusión financiera real con servicios accesibles y confiables; y programas de resiliencia económica para familias vulnerables.

“El bienestar financiero es una pieza clave para el desarrollo sostenible. Invertir en él es invertir en la estabilidad económica y social de los grupos más vulnerables; y con esto, de la sociedad en general”, resaltó la economista. (I)