Carlos Arias, de 56 años, vive y trabaja desde hace tres décadas junto al estadio de Sociedad Deportiva Aucas, el equipo de sus amores. No es un hincha común, es un fanático que asegura sentir por sus venas el amor al cuadro que disputará su primera final frente al Barcelona Sporting Club, este domingo 13 de noviembre.

Desde niño le gustó Aucas, en su natal Salcedo, provincia de Cotopaxi. Y junto con su familia han apoyado al equipo durante varias generaciones. Él es un fiel creyente de que este club no solo tiene hinchada en Quito, sino en distintas zonas del país.

Su tío, de 80 años, es el fiel compañero con quien va al estadio cada fin de semana. Con él han llorado de alegría y de tristeza, pero nunca han celebrado un campeonato nacional.

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“Este es un club del pueblo, yo llevo la sangre de mis padres, ellos fueron auquistas, es por eso que el Aucas no muere (…). Hoy en día parece que se nos va a dar la gloria, estoy muy contento porque sería un orgullo para nosotros los auquistas poder tener una estrella. Ojalá que este fin de semana se nos dé. Estamos con esas ganas de verle campeón a nuestro equipo”, expresa mientras ve con ilusión el estadio.

‘Tuve un nieto que aún no lo conozco y al verlo espero decirle que su abuelo salió campeón’, el emotivo deseo que hizo llorar a César Farías, técnico de Aucas tras vencer a Barcelona SC

Desde muy temprano sale a trabajar, especialmente durante la última semana, pues dice que tiene que hacerlo para pagar la entrada al partido, al que irá con su tío.

“Está un poquito cara, pero a la final, es una experiencia única que uno no tiene nomás”, bromea el hincha.

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Cuando no se juega un partido de Sociedad Deportiva Aucas, el barrio que alberga a su estadio, el Gonzalo Pozo Ripalda, parece un lugar común, una ciudadela más del sur de Quito. Sus calles mantienen un silencio como si desconocieran que ese estadio está a punto de definir por primera vez la final del campeonato ecuatoriano.

Entre las lavadoras de carros, mecánicas y pocos restaurantes suenan emisoras de radio que se confunden entre ellas, pocas personas caminan por las veredas.

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Todo parece normal, sin embargo, al rodear el lado norte del escenario deportivo, una bandera destaca entre la monotonía de las casas, de amarillo y rojo, con un rostro dibujado a mano, es un indio, el personaje principal del Aucas.

Así es Turubamba Alto, el barrio donde se ubica el estadio de Aucas, escenario que albergará la final de la LigaPro

Bajo la terraza, donde flamea aquella bandera, se encuentra la cerrajería de Carlos. Al regresar a ver, antes de bajarla y exhibirla con orgullo, recuerda que tiene una historia detrás, desde hace quince años aproximadamente.

Él decidió acudir a un partido entre Liga de Quito y Aucas, en el norte de la ciudad. Caminaba con dirección al estadio cuando de pronto se acercó un grupo de hinchas contrarios, le arrancharon la bandera, se la llevaron y la quemaron.

Al regresar triste a casa, sus hijos tuvieron una idea: compraron tela amarilla y roja, aprovecharon que su madre se dedica a la costura y le pidieron que elaborara la nueva bandera, solo faltaba el dibujo, y lo realizaron a mano.

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La entregaron a su padre y él, con lágrimas de felicidad, la llevó a su cerrajería para ponerle el tubo metálico que sostiene el único emblema del Aucas que flamea permanentemente frente al estadio.

QUITO.- En su cerrajería, Carlos Arias exhibe con orgullo su bandera de Sociedad Deportiva Aucas. Foto: Carlos Granja Medranda

El colmo de su historia, según cuenta Carlos, es que sus hijos apoyaban al Aucas, como papá, pero en el colegio decidieron alentar a otro equipo.

“Mis hijos se acercaron un domingo, me acuerdo, yo estaba acostado en la cama y de pronto viene mijo el mayor y me dice: ‘Papi, queremos hablar con usted’. Yo les dije ¿qué pasó? Y con mi hijo el menor me entregaron en una charola el uniforme de amarillo y rojo, me dijeron que les perdonara por lo que van a hacer, pero que habían decidido cambiar de equipo y ser de Liga de Quito. Fue un poco doloroso, hubo llanto, pero al final yo dije, ustedes son jóvenes y ustedes deciden, yo no soy nadie para obligarles algo”, comenta mientras suspira y sonríe.

Ahora suele acompañar a sus hijos cuando quieren ir a algún partido de fútbol. Carlos tiene muy grabada la anécdota de que los hinchas que le quitaron su primera bandera le dieron la oportunidad de compartir un recuerdo enorme junto con sus hijos, también hinchas de Liga.

En casa todo se muestra equilibrado. La esposa de Carlos apoya los gustos de cada integrante de la familia.

Mientras dibuja una nueva sonrisa en el rostro, él comenta que antes del partido final sus hijos le están apoyando. De hecho, le dijeron que también quieren ir al encuentro deportivo.

“Ahora sí quieren, porque llegamos a la final”, puntualiza sonriendo. (I)