Entre el trajín del transporte público, las gradas metálicas, asientos plásticos, las herramientas, grasa, repuestos, pero con el cuidado de sus amigos y el amor incondicional de su padre. Ese fue el ambiente en el que se crio Luis Ariel, quien desde los 6 años quedó bajo el cuidado de su progenitor.

Luis Muñoz, de 48 años, tiene una historia de amor, sacrificio y tenacidad, y en vísperas del Día del Padre, su relato resuena con especial fuerza.

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Luis Muñoz trabaja en la cooperativa de transporte público Translatinos, donde ha desempeñado diversos roles a lo largo de los años. Comenzó como conductor de bus y actualmente se dedica al mantenimiento de los vehículos, especializándose en pintura, enderezada y trabajos con fibra de vidrio.

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Su recorrido en la cooperativa ha sido testimonio de la lucha diaria por ofrecer a su hijo una vida digna y llena de oportunidades.

Paradójicamente, esta historia de amor comenzó cuando la relación de los progenitores terminó. Con la separación, la madre de Luis Ariel decidió dejar al niño bajo el cuidado exclusivo del padre.

QUITO.- Luis Muñoz, conductor de bus y soldador, en su lugar de trabajo en la Cooperativa de Transporte Translatinos, en el sur de la ciudad. Foto: Alfredo Cárdenas.

Luis Muñoz no solo enfrentó los desafíos laborales, sino también los personales. Se encargó de todas las tareas del hogar, desde cocinar hasta ayudar a su hijo con los deberes escolares.

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“Él era gordito, bien gordito, una pelotita parado en la puerta del bus. No le dejaban aquí porque pensaban que era cobrador, pero después don Jorge Yánez (gerente) habló y ya le dejaron ayudarme”, relata con una sonrisa al recordar los primeros años de su hijo en su entorno laboral.

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Con el paso del tiempo, Luis Ariel creció bajo la mirada atenta y cariñosa de su padre. Hoy, a sus 17 años, está a punto de graduarse del colegio Abdón Calderón y sueña con ser militar. “Yo también quería ser militar de niño, pero la vida me llevó por otros caminos”, comenta el padre.

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No todo ha sido fácil para Luis Muñoz. Hace poco, la madre de Luis Ariel intentó recuperar la custodia del joven, lo que llevó a una audiencia judicial.

“La mamá quería llevarse a mi hijo, pero no pudo. Aquí en mi trabajo supieron de ese juicio y me ayudaron también en la compañía”, explica. La audiencia estaba prevista para inicios de junio, pero finalmente no se instaló.

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Luis Ariel se ha convertido en un miembro querido de la cooperativa. “Todos le conocen, no le niegan la entrada. Él viene, saluda a todos y entra. Ha crecido aquí”, dice Luis Muñoz con orgullo.

La relación entre padre e hijo es fuerte, llena de camaradería. “Nos vamos a cualquier lado, comemos juntos, salimos, como solo somos los dos. Vivimos por el sector de la Epiclachima, en el sur de Quito”, añade.

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Este domingo, Día del Padre, Luis y su hijo planean celebrarlo de manera especial. “Él se guarda de las colaciones y el domingo me dice: ‘Papito, vamos, yo te pago la comida’. Salimos a comer y pasear un rato por ahí los dos”, cuenta emocionado.

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Sin embargo, para Luis, cada día junto a su hijo es motivo de celebración. “No es necesario esperar el Día del Padre, con él paso todos los días y lo que es más, pasamos los dos de arriba para abajo”.

La historia de Luis Muñoz es un testimonio de amor incondicional y esfuerzo constante. Ha enfrentado todos los desafíos que la vida le ha presentado con valentía y dedicación.

“Es más que un orgullo, en las buenas o en las malas hemos estado los dos, sea comidos o sin comer, pero hemos estado juntos”, afirma Luis mientras suspira.

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Para él, ser padre es una responsabilidad y un privilegio. Entre risas comenta que el Día de la Madre se realizan todo tipo de celebraciones, pero para el padre no.

“Y somos también únicos, porque padre hay una sola vez”, agrega mientras camina entre los buses.

Luis Muñoz ha sido un ejemplo de resiliencia y amor paternal. La dedicación a su hijo Luis Ariel, quien está a punto de emprender su propio camino, refleja el impacto duradero que un padre puede tener en la vida de su hijo. (I)