Las empanadas de morocho El Quinde: un legado del estadio que ahora tiene un nuevo local en el norte de Quito

Las empanadas de morocho El Quinde, las del estadio, son parte de una tradición que ha acompañado a generaciones de hinchas en los escenarios deportivos de Quito.Lo que comenzó como un antojo para muchos asistentes a los partidos de fútbol se ha convertido en un ícono gastronómico, y ahora tiene un local propio, donde los clientes pueden disfrutar de estos bocados sin tener que esperar los días de juego.Paul Salas, actual propietario del negocio y representante de la cuarta generación de su familia en este oficio, contó que la decisión de abrir el local vino tras observar un cambio en los hábitos de la gente.“Ya no van tanto al estadio o no pueden ir por diversas razones, entonces decidimos con mi esposa sacar un pedacito del estadio a un local”, explicó Paul.Este nuevo espacio permite a los amantes de las empanadas de morocho revivir, a través del sabor, los momentos de alegría que vivieron en los partidos, la mayoría, rodeados de amigos y familiares.Entre los clientes habituales del nuevo local se encuentra Verónica Zambrano, quien ha sido fiel a las empanadas de morocho desde sus visitas al estadio.“Cuando iba al estadio hace mucho tiempo no era solo para apoyar a la selección, también iba a comer estas empanadas que son únicas. Ahora con el local, pues ya no espero ir al estadio, siempre me doy una escapadita entre semana para comer unas ricas golosinas”, expresó.Para Paul, las empanadas El Quinde no solo son un producto, sino un puente hacia el pasado. “Cada vez que las comen, se trasladan a ese partido que vieron con su papá, su abuelo o su hermano. Es como si gritaran ese gol de nuevo, se acuerdan del Quito vs Nacional, del Liga vs Nacional o del Liga vs Aucas, y esos recuerdos vuelven mientras disfrutan de la empanada”, comentó emocionado.Esta conexión emocional es parte de lo que ha hecho que el local, que ya lleva un año y medio en funcionamiento, se convierta en un nuevo punto de encuentro para los nostálgicos de las gradas.La historia de este emprendimiento no es reciente. La familia de Paul ha estado vinculada a la venta de empanadas de morocho por más de tres generaciones.“Esto viene desde mi bisabuela, que trabajaba en el estadio El Arbolito (Actualmente parque El Arbolito). Luego, cuando construyeron el estadio Atahualpa, mi abuela tomó la posta. A su fallecimiento, mi padre heredó la tradición, y ahora seguimos trabajando en familia, tanto en los estadios como en el local”, relató Paul con orgullo.Hoy en día, las empanadas de El Quinde se venden en los principales estadios de la ciudad, el Olímpico Atahualpa y el Gonzalo Pozo Ripalda, de Aucas, manteniendo viva la tradición los días de partido.Además de las famosas empanadas de morocho, en el local se ofrecen otras delicias tradicionales de los estadios quiteños. Entre los productos más destacados están los sánduches de pernil y los helados pega lenguas, opciones que complementan la oferta y atraen a clientes que buscan un bocado rápido.Los precios son accesibles, con empanadas a $ 1,25, helados a $ 1 y sánduches a $ 3. También suelen preparar combos para las noches de partidos de fútbol.Una de las cosas que distingue a las empanadas El Quinde sería el compromiso con la calidad y autenticidad de los ingredientes. Paul señaló que la masa es completamente de morocho, a diferencia de otros productos en el mercado.“Nosotros hacemos la masa, no la compramos. Hemos escuchado de clientes que han probado otras empanadas que parecen tener arroz o mezclas de mote y harina. Nosotros mantenemos la receta original, y eso marca la diferencia”, aseguró.Entre los recuerdos que Paul tiene de su tiempo vendiendo empanadas en los estadios, hay varios que destacan. “Cuando Lenín Moreno era presidente, fue al Estadio de Aucas a ver algunos partidos y nos pidieron especialmente nuestras empanadas para él y su equipo. En esa ocasión nos solicitaron entre 50 y 60 empanadas”, contó.Otra experiencia similar ocurrió en el estadio Olímpico Atahualpa durante el mandato de Rafael Correa, en esa ocasión no fue el presidente, sino varios ministros quienes también hicieron un pedido exclusivo de empanadas para degustarlas en medio de un partido.La vida de Paul ha estado ligada a este negocio desde una edad muy temprana. “Comencé a ayudar a mi papá cuando tenía 12 años. Al principio, no fue porque me lo pidiera, sino porque yo mismo tenía curiosidad. Le pedí que me enseñara y me dio 10 bolitas de masa para empezar. Con el tiempo fui perfeccionando la técnica hasta llegar a hacer entre 7 y 8 empanadas por minuto”, recordó.A lo largo de los años, Paul ha mejorado la habilidad en la elaboración de las empanadas, lo que le permitió combinar su amor por el fútbol con el trabajo. “Mi papá me decía que, si terminaba de hacer las bolitas de masa, podía ir a ver el partido, y eso me motivaba”, añadió entre risas.Uno de los partidos que más marcó a Paul fue la final de 1998 entre Liga de Quito y Nacional. “Yo estaba en el estadio ayudando, pero también viendo el fútbol. Tenía unos 10 años, y fue una experiencia inolvidable”, refirió.Cuando se le preguntó cuál fue el partido en el que más empanadas han vendido, Paul respondió sin titubear: “Los partidos de la selección y las finales siempre son los más fuertes. En encuentros como Ecuador-Brasil o Ecuador-Argentina, hemos llegado a vender más de mil empanadas en un solo día”.También recordó eventos excepcionales como la final de la Copa Libertadores entre Independiente del Valle y Atlético Nacional, así como la final entre Aucas y Barcelona, donde las ventas superaron las expectativas.El nombre de “El Quinde” tiene un origen curioso. Según Paul, viene de su abuelo, quien era conocido así por su aspecto físico. “A mi abuelo lo llamaban El Quinde, y el apodo se fue pasando a los hijos, a mi papá y sus hermanos. Ahora, cuando la gente habla de las empanadas de El Quinde, saben que se refieren a nosotros, es parte de nuestra identidad”, explicó.Aunque Paul lleva con orgullo la tradición familiar, no tiene planes de forzar a su hija, Cayetana Salas, a seguir sus pasos. “Ella sería la quinta generación, pero no la voy a obligar. Si algún día quiere aprender y continuar con el negocio, la apoyaré, pero solo si es su decisión”, concluyó Paul.Las empanadas de morocho El Quinde se han convertido en más que un simple aperitivo. Son un pedazo de historia que, con el nuevo local, está disponible para todos aquellos que buscan revivir los recuerdos del fútbol quiteño o simplemente disfrutar de un bocado tradicional. (I)

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