Unas 400 toneladas de alimentos se desperdician en la capital al día, lo que equivaldría a 137.200 platos de comida.

Esa es la estimación que hace José Luis Guevara, director ejecutivo del Banco de Alimentos Quito, una organización que rescata alimentos en empresas que los producen para repartirlos en sectores vulnerables.

Citó a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), según la cual Ecuador estaría entre los países que más desperdician alimentos.

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Los alimentos son desperdiciados a lo largo de su cadena, desde la producción hasta la fase de su consumo. Foto: Esteban Vega La-Rotta/WWF

El Banco de Alimentos Quito distribuye de diez a quince toneladas de alimentos al día que llegan a unas 100 fundaciones, pero que cubren solamente el 50 % de sus necesidades.

No hay una precisión sobre qué alimento es el que más se desperdicia, porque aquello depende de la temporada, condiciones atmosféricas, variación en la oferta y la demanda de productos, explicó.

Alexandra Rodríguez, coordinadora del proyecto de Agricultura Urbana de Conquito, una organización privada sin fines de lucro, explicó que el desperdicio de alimentos es en el plato, lo que una persona no avanza a comer, mientras que la pérdida es a nivel de producción primaria, en campo, en transporte o bodegaje, o en adquirir alimentos que finalmente no son consumidos en los hogares.

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La pérdida de alimentos ocurre a lo largo de la cadena de suministro alimentaria, desde la cosecha hasta el nivel minorista, pero sin incluirlo; en tanto que el desperdicio de alimentos se produce a nivel de la venta al por menor y el consumo, señaló la FAO a este Diario.

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Guevera sugirió que haya una planificación de compras para evitar que un producto caduque y se lo tire a la basura.

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Desde 2005, Conquito lleva adelante el proyecto que promueve las prácticas de autoproducción de alimentos con huertos de producción orgánica para que la población en situación de vulnerabilidad pueda tener acceso directo a alimentos saludables, como frutas, vegetales o con crianza de algunos animales.

Como parte del plan de los huertos se separan los desechos orgánicos para la elaboración de abonos, con lo que se mantiene la fertilidad del suelo y se pueda cultivar.

Uno de los inconvenientes es que en la cosecha se enfrenta el problema de aquellos alimentos que tienen “defectos”, como que están pequeños, torcidos, manchados, pero no por ello han perdido sus cualidades nutricionales.

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Personal del Banco de Alimentos de Quito colabora con organizaciones en la entrega de alimentación. Foto: Cortesía

Una alternativa es pelarlo para cocinarlo. El plan B, añadió, es que sean procesados como conservas de frutas, encurtidos, pulpas o panificados, deshidratados, snacks.

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El plan C es que, si el alimento no se puede procesar, los agricultores que crían animales, como conejos, cuyes, aves y cerdos, puedan usarlo como un complemento.

Si no hay posibilidad de procesar o de usarlos para los animales, se hacen abonos.

El proyecto cuenta con 2.300 huertos en todas las parroquias del Distrito Metropolitano de Quito. Si los huertos son muy pequeños permiten el alimento familiar, pero si ya superan los 50 m² se pueden vender excedentes y para esos casos hay puntos de alimentación saludable en quince ferias.

Una de las recomendaciones que hace Rodríguez es aterrizar las porciones adecuadas al consumo por edad o por necesidad. En el campo, la planificación de las siembras y las cosechas.

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“Lo que necesita Quito es una norma específica que aborde el tema de cómo va a promover y cómo va a normar este tema de la prevención y la reducción de pérdidas y desperdicios de alimentos”, dijo Rodríguez.

A nivel institucional, acotó Guevara, es necesario el fomento de política pública que coadyuve a agilizar procesos de intercambio de productos e incentivo fiscal para que las empresas que producen alimentos y que realizan donaciones se vean beneficiadas por esa labor. (I)