Historias de violencia e inseguridad, pero también de superación y aspiraciones se entrelazan en torno al mural que estudiantes de la Universidad de las Artes hicieron con los alumnos de la Unidad Educativa Francisco Jiménez Fe y Alegría en la zona de Monte Sinaí, en el noroeste de Guayaquil, sobre la pared exterior de este plantel educativo fiscomisional.

Son cerca de las 10:00 del jueves 6 de junio cuando Nayara, de 6 años de edad, pone su sello en el mural mientras Gabriela, su madre, la guía, pero una pena las aqueja desde hace casi un año al igual que a la hija adolescente de este hogar.

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A mi esposo le robaron y lo asesinaron”, cuenta Gabriela, de 36 años. “El mes que viene se cumple un año de su muerte, todo ha sido difícil. Lo dejaron botado en Daule”, prosigue la viuda mientras la niña desliza la brocha.

El jefe de este hogar fue secuestrado y asesinado en medio de un robo, afirma Gabriela sin dar más detalles del hecho. De su muerte se enteró en los medios de comunicación y afirma que se quedó trabajando sola en el negocio de tramitar documentos.

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Participar en la pintura del mural es una de las formas que busca para sanar: “Es algo emocionante, incluso vine a apoyarla porque al final de cuentas es algo que ella (Nayara) emprende y al ver que su mamá está aquí la motiva a seguir haciendo cosas, ya que le gusta dibujar”.

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Nayara sigue pintando. “No te salgas del dibujo”, le dice su madre refiriéndose a que pinte dentro de las líneas del boceto plasmado sobre la pared.

Es una actividad que aquel 6 de junio empieza pasadas las 08:00 con la llegada de los universitarios y el profesor y muralista Joaquín Serrano Macías, junto con otros catedráticos.


886 estudiantes de la Unidad Educativa Francisco Jiménez Fe y Alegría dejan su huella en este mural ubicado en la denominada Entrada de la 8, en el noroeste de Guayaquil, a la altura de Sergio Toral. Foto: RONALD CEDEÑO

‘Vamos, juventud’

Unos quince estudiantes de la U. Artes se colocan los delantales, abren los frascos, tarrinas y baldes para observar los colores e inician las mezclas para llegar a la tonalidad precisa antes de retomar la creación del mural.

Con un ‘Vamos, juventud’, Serrano los motiva a la acción.

“Este es un proyecto de vinculación en el que llevamos el arte a la comunidad, no como una donación o para decorar la pared del colegio. El diseño del mural es de creación colectiva hecho por los mismos alumnos de educación general básica con la asesoría de los estudiantes de la Universidad de las Artes”.

La premisa fue generar una cultura de paz: “¿Cuáles son las soluciones que plantearían ante el conflicto? No a la violencia, por la solidaridad y unión comunitaria. Todo eso lo expresamos con un gráfico, todos sabemos que una imagen dice más que mil palabras. Hay muchas cosas que los chicos no pueden decir, pero que en una imagen sale y así la institución educativa detecta ciertas necesidades de los estudiantes”, dice Serrano.

El mural es uno de los nueve realizados en el proyecto denominado Juegos de Expresión desde la Plástica, que se implementa a partir del 2017. El primero fue un “árbol de la vida y los valores” colocado en el colegio réplica Aguirre Abad de Mapasingue.

El mural es de 170 metros lineales y 2,8 metros de altura. Foto: RONALD CEDEÑO

Las imágenes del mural son un ensamblaje de los dibujos que hicieron los estudiantes en las jornadas previas. Son escenas que cogen cuerpo con crayones, tiza, marcadores y pintura colocada con brochas y pinceles.

El dibujo de una mujer que duerme sobre un corazón, que refleja la violencia intrafamiliar que afecta a los hogares, resalta junto a la frase ‘Educamos humanizando el corazón’.

“Es necesario que reflexionemos sobre la empatía, solidaridad; este no es un tema de más represión policial, la violencia no se acaba con más medidas de seguridad, a la violencia se la detiene con procesos educativos y culturales, dándole una perspectiva a la comunidad”, agrega el muralista.

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Si bien Gabriela trata de que su hija tenga la mejor niñez posible, ha sido imposible dejar de lado la peligrosidad que enfrentan en el sector de Nueva Prosperina, uno de los distritos más violentos de Guayaquil que abarca a Monte Sinaí: “Siempre le digo que no todos son malos, pero que hay que cuidarse”.

Casas mixtas de caña, cartón, madera y techo de zinc separadas por calles de tierra que se entremezclan en medio de una superficie sinuosa casi totalmente deforestada es una de las imágenes que saltan a la vista al observar panorámicas de Monte Sinaí.

Es un asentamiento de viviendas sin acceso a servicios básicos que colinda con porciones del bosque seco, en el borde noroeste de la ciudad. Es el Guayaquil de la periferia, en el que los grupos del crimen organizado se disputan el territorio. Una guerra de pandillas que se salda con crímenes.

El abandono estatal profundizado durante la pandemia del COVID-19 fue el preludio de la violencia con organizaciones del crimen organizado que reclutan a los menores de edad para que se vuelvan sicarios, custodios de la droga o participen de los actos de secuestro, extorsión y del microtráfico.

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Incluso, hay desalojos arbitrarios de viviendas, cuyos dueños se retiran bajo amenazas. Estas propiedades son entregadas a los menores que se involucran en los delitos, los que dejan la educación para crecer con la idea de que el camino para prosperar y dejar la pobreza es delinquir.

“Cuando la comunidad pierde la perspectiva, esta se violenta y se crea el caldo de cultivo para que las organizaciones violentas, que manejan poder económico y político, se apoderen de ella en medio del desorden y la desorientación porque ha caído en el caos de la violencia”, concluye Serrano.

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Los estudiantes escogían el color para marcar las manos en el dibujo colectivo. Foto: RONALD CEDEÑO

¿Cómo lidian los habitantes con la violencia que aqueja más a ciertas zonas como Monte Sinaí?

La respuesta más común de los padres de familia es permanecer en casa y salir lo menos posible.

De ahí los cuidados el momento en que los estudiantes salen a dejar su marca en el mural bajo la mirada de sus padres, abuelos, tías o hermanos con mayor edad y la de los profesores y estudiantes de la Universidad de las Artes que los guían.

Este proyecto de vinculación con la comunidad es uno de los 18 que actualmente ejecuta este centro de educación superior.

Serrano es el artífice de este plan que se conjuga con el proyecto de la Universidad de las Artes de llevar el arte a la comunidad como una alternativa social hacia una cultura de paz.

Una idea que quedó plasmada en el mural de las manos de decenas de niños formado con pintura.

Los más pequeños salían del plantel para dejar su huella en el mural bajo la supervisión de sus representantes y profesores. Foto: RONALD CEDEÑO

Pero ¿cómo se diluyó el tejido social que llevó a una ola de crímenes y delitos sin precedentes?

“El espectro político del Ecuador se puso más difícil... En estos últimos veinte años la cosa ha sido diferente y en los últimos seis años ha sido decadente. Vemos cómo los sujetos de opinión pública con suma desfachatez le dicen a la gente cosas que son inverosímiles, contradictorias, que no son verdad”, manifiesta Serrano.

Sin embargo, no todo está perdido: “A veces es necesario darse contra el piso y tocar fondo para levantarse”, agrega.

El mural en Nueva Prosperina emerge con la esperanza de un cambio, una aspiración de que las cosas pueden ser mejores en una de las zonas más conflictivas de Guayaquil.

Brando Asqui es de Puyo y está a un semestre de obtener su título en artes visuales. Antes de iniciar la jornada reflexiona sobre el cambio enorme que ocurrió en la ciudad a partir de la pandemia: “En estos meses me ha tocado ver en la avenida 9 de Octubre por dos ocasiones a personas corriendo con una pistola en la mano en pleno día, a las nueve de la mañana”, afirma este estudiante que vive en el centro de la ciudad.

“El arte nos ayuda a resignificar espacios y a recuperarlos, porque los colores y formas del mural ayudan a transmitir un mensaje, uno de más tranquilidad, unión y fuerza de la comunidad”, agrega sobre el proyecto en el que participa.

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El catedrático Pedro González en un taller de edición de video con los estudiantes de bachillerato. Foto: RONALD CEDEÑO

Talleres de escultura y edición de video

Algunos de los estudiantes graban el proceso de creación del mural durante los tres días de trabajo de campo en los exteriores del plantel.

A la par, en una de las aulas del interior hay talleres para los adolescentes del plantel sobre cómo editar videos, a cargo del profesor Pedro González, y otra de escultura con el manejo de la arcilla, a cargo del catedrático cubano William Hernández.

La creación de este mural en la Unidad Educativa Francisco Jiménez se interrumpió el 9 de enero de 2024 cuando un grupo armado se tomó TC Televisión, lo que el país observó en una transmisión en vivo.

La incursión derivó en la declaratoria del conflicto armado interno en Ecuador y al uso de la fuerza pública en contra de los grupos del crimen organizado considerados terroristas.

“Estábamos trabajando cuando pasó lo de la toma del canal, por eso el proyecto se tuvo que detener, ahora lo estamos continuando”, explica Hernández, quien enseña a los menores a moldear la arcilla: “Les explicamos que es un material natural que viene de la tierra y que se manipula porque tiene características de elasticidad. Se parece un poco a la plastilina. La mayoría no lo conoce, pero después ven las posibilidades y se entusiasman”.

Los jóvenes trabajando la arcilla en el taller de escultura. Foto: RONALD CEDEÑO

El proyecto está alineado al Programa Nacional de Prevención de la Violencia en el Sistema Educativo. La reforma curricular del 2017 posibilita la vinculación de actividades artístico-creativas dentro del currículo general desde primaria hasta el bachillerato, dice Serrano.

Los padres que observaron cómo sus hijos daban forma al mural indican que es como dejar una huella en el sitio. “Mis hijos estaban muy contentos, es una salida a la violencia que nos rodea”, afirma.

Sus tres hijos de primaria, educación básica y bachillerato participaron del mural: “Ninguno está en drogas, gracias a Dios. Con amor, educación y esfuerzo uno puede lograr que sus hijos estén bien. Soy amiga de ellos”, dice Shirley Quimís, quien vive en la cooperativa Sergio Toral.

La fuerza de la juventud quedó plasmada en 170 metros de largo y 2,8 metros de alto del mural. Es la juventud a la que Serrano se dirigió al inicio de la actividad.

“Cuando no tienes juventud posees simplemente lo que has hecho en la vida. Cuando la tienes no sabes lo que la vida te depara. Mi padre me decía: ‘Todo joven es millonario’. Me indicaba que León Febres-Cordero (Ribadeneyra) ya es millonario, pero está en sus últimos días y no puede llegar más allá de eso. Los jóvenes tienen la oportunidad de hacer más”, concluye. (I)

El equipo de trabajo de la Universidad de Las Artes que colaboró en la creación del mural en Nueva Prosperina. Foto: CORTESÍA