Miraba fijamente hacia arriba, obligado por mi infantil estatura, al cráneo del esqueleto de Fritz, la ballena jorobada cuya osamenta está expuesta al aire libre en Puerto López, Manabí. Mi madre, a mi lado, también observaba atenta los huesos del mamífero.

En mi mente infantil llegué a pensar que era una réplica de madera, tal era mi asombro, pero no: Fritz fue real. Se varó 40 kilómetros al sur de Puerto López en 2004, en el pueblo de La Rinconada, y nadó por las aguas de la costa ecuatoriana, donde murió a sus 30 años de vida a causa de cáncer.

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Recolectar sus huesos fue una iniciativa de la hostería Mandala, emblemática de Puerto López, y apoyada por la Armada ecuatoriana, la Fundación Ecuatoriana para el Estudio de Mamíferos Marinos y la Fundación Pacific Whale.

El esqueleto de Fritz, la ballena jorobada. Foto: Ronald Cedeño

Casi 20 años luego de que vi por primera vez a Fritz, Cristina Castro, científica y directora de la Fundación Pacific Whale Ecuador, me enseña fotos en su celular de cuando acudió a ayudar a levantar los huesos de la ballena. Sonrió cuando le conté que el esqueleto siempre nos maravilló a mi madre y a mí, y que siempre pasábamos a verlo cuando viajábamos por el sur de Manabí.

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Para ella, originaria de Quito, pero que ha hecho su vida en Puerto López, el destino de esta localidad costera, golpeada por la reciente masacre de 5 turistas, está inexorablemente ligado al de sus ballenas.

Explica que ha visto cómo el turismo de avistamiento de ballenas ha cambiado al sector. Cuando ella llegó en la década de los 90s no había ni autos, recuerda la científica. Poco a poco el malecón se ha ido llenando de hoteles, restaurantes y operadoras turísticas.

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Puerto López es un foco importante de investigación científica

Conversábamos subidos en su bote, el Palo Santo II, mientras regresábamos al muelle de Puerto López. Castro y Fernando Félix, también investigador de mamíferos marinos, estaban forrados de pies a cabeza para protegerse del sol. Yo había decidido usar una pantaloneta, y Félix no dudó en llamarme la atención por ello.

“Tú sí viniste vestido apropiadamente”, le dijo a nuestro fotógrafo, ataviado con una chompa y un jean azul.

Ambos investigadores habían organizado una expedición científica junto a un equipo de marineros y jóvenes biólogos, y el sol era constante, fuerte y agotador. Nos sentamos en la parte de arriba del bote, que a veces también funciona para fines turísticos.

A los lados, parados, dos biólogos parte del equipo de la Fundación constantemente miraban al agua en búsqueda de algún resoplido, un movimiento extraño, algo que pueda delatar la presencia de las ballenas de Bryde u otra cosa interesante.

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Era el tercer día seguido que salían al mar a intentar hacer biopsias de la ballena de Bryde (Balaenoptera brydei), especie de la cual se sabe todavía muy poco y que frecuenta cada vez más las costas ecuatorianas.

Un espécimen de ballena de Bryde. Foto: Ronald Cedeño

El día que los acompañé no pudieron hacer ninguna biopsia: esta ballena en particular, a diferencia de la jorobada, que se acerca a botes y ofrece espectaculares saltos regularmente, es de carácter tímido. Prefiere alejarse de embarcaciones como la nuestra.

Sin embargo, casi al comienzo del viaje, que duró 6 horas, logramos ver tres ballenas, divisadas por uno de los biólogos (quien tiene una vista privilegiada): una madre, su cría y otro espécimen. Ninguna tuvo una disposición extrovertida. Sin embargo, el día anterior, según Félix, realizaron 9 biopsias.

Las efectúan para eventualmente determinar la variación genética de la población de ballenas de Bryde que frecuentan la costa de Puerto López y evaluar su estado de conservación. A nivel global, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN por sus siglas en inglés) clasifica a la ballena de Bryde como “datos insuficientes”, pues no tienen suficiente información como para estimar su población.

Sin embargo, Félix afirma que hay menos ballenas de Bryde que jorobadas porque han sido protegidas con moratorias de caza por menos tiempo. La primera fue objeto de una moratoria de caza impuesta por la Comisión Ballenera Internacional desde 1966, ayudando a que sus números se recuperen después de estar al borde de la extinción.

Balaenoptera brydei, en cambio, solo fue protegida a partir de la década de 1980. Félix espera que sus poblaciones se recuperen y que se acostumbren más y más a estar cerca de botes para que la comunidad costera pueda ofrecer paquetes de turismo responsable para observarlas, igual que con las jorobadas.

En las pocas oportunidades que vimos a las ballenas de Bryde, los científicos aprovecharon para tomar fotos de su aleta dorsal. Ninguna ballena tiene una aleta idéntica a la otra, por lo cual es evidencia para identificar a los distintos especímenes.

Los delfines estuvieron ausentes. En días anteriores, indica Félix, habían visto un grupo grande, y poblaciones de ciertos tipos de delfines (de distintos ecotipos) tienen buenos números poblacionales.

Un grupo de delfines comunes captados en las aguas del Parque Nacional Machalilla. Foto: fernando felix

Sin embargo, también se puede observar mucha basura, primero en la playa de la comunidad y luego en el mar: botellas, madera pintada y fundas de plástico. Vimos plásticos incluso hasta el límite del mar territorial ecuatoriano, cerca de la isla de la Plata.

Adicionalmente pudimos ver una tortuga golfina (Lepidochelys olivacea) que se había tragado un anzuelo de pesca e intentaba expulsarlo por su cloaca. La población global de esta especie está catalogada como vulnerable, según la IUCN.

Cuando Castro y Félix comenzaron a estudiar la presencia de cetáceos en las costas ecuatorianas recibieron comentarios escépticos.

“Pensaban que estábamos locos”, expresa Félix. Ahora sus expediciones científicas evidencian la presencia de cachalotes, ballenas azules, orcas, ballenas jorobadas y azules, delfines manchados y de nariz de botella, además de otras especies, como lobos marinos, tortugas marinas y mantarrayas, protegidas por la creación del Parque Nacional Machalilla en 1976, que también abarca la zona marina hasta la isla de la Plata, área rica en delfines.

Ballenas piloto. Foto: fernando felix

Es esta biodiversidad la que Castro y Félix buscan preservar, incluso entre la creciente criminalidad que sufre el país, y que puso a Puerto López, de 12.589 habitantes según el último censo, en el reflector mediático nacional y bajo sitio militar. Una aparente confusión llevó al secuestro de once personas. Cinco, todos adultos, fueron asesinados.

El pasado 4 de abril, además, elementos militares encontraron armas y una pista de aterrizaje clandestina en una zona rural del cantón. En marzo pasado también retuvieron dos embarcaciones que habrían sido utilizadas por grupos delictivos organizados para extorsionar y asaltar a pescadores, cuyos botes ocupan la playa principal de la localidad.

Mercy Basurto, presidenta de la Asociación Hotelera de Puerto López, sin embargo, expresa que este crimen es un evento fuera de lo común, que la delincuencia no es un problema específico de un lugar, sino del país. Agrega que de los 23 hoteles que forman parte de la organización que preside, ninguno ha sido objeto de extorsiones hasta ahora.

De la playa de Puerto López salen cientos de pescadores todos los días. Foto: Ronald Cedeño

También lamenta que la cobertura mediática que rodeó a la localidad desde el feriado de Semana Santa haya resultado en un aumento en la cancelación de reservas de turistas, particularmente extranjeros.

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La última vez que visité Puerto López en 2022 no había esta sensación de extrema inseguridad en el país. Sin embargo, nuestra estadía, apenas días después de la masacre, fue tranquila. Allí existe una comunidad de científicos, pescadores, operadores turísticos y gente honesta que busca resaltar lo mágico que puede ser quedarse en Puerto López y descubrir más sobre su biodiversidad, a pesar de las circunstancias.

Cuando mi madre me llevó por primera vez a Puerto López, la situación era más tranquila. Volví después de años, y a pesar del caos que vive el Ecuador, pude ver a Fritz con el mismo asombro que cuando era un niño. (I)