Raquel Barahona, de 28 años, estaba en sexto semestre de la carrera de Derecho en la Universidad de Guayaquil cuando empezó, en marzo de 2020, el confinamiento por la pandemia del COVID-19. Ahí se vio encerrada en la casa de su madre en Bastión Popular sin empleo, en el noroeste de la ciudad, hasta que en junio de ese año decidió vender productos de belleza a través de redes sociales.

La necesidad de hacer algo fue el detonante para volverse emprendedora. Cuenta que veía cómo vendían productos a través de la red social Instagram. Eran tiendas en línea que promocionaban lo que comercializaban a través de fotos, ya que las transmisiones en vivo aún no estaban en boga.

Entonces prestó $ 300 para adquirir productos de belleza. “Siempre digo que empecé con menos $ 300 (ríe), que me los dio mi hermana”.

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Compró esponjas para difuminar el maquillaje, paletas, brochas, labiales y cosmetiqueras. No alcanzó para mucho, dice. Luego creó un perfil de Instagram y Facebook hasta que finalmente incursionó en TikTok.

Comenzó las ventas en línea desde casa haciendo fotos y videos que grababa en su cuarto.

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Su primer producto fue algo que denominó como “la cajita emprendedora”, que era un conjunto de productos de 50, 100, 150 y 200 dólares.

Los compradores adquirían las cajas para vender su contenido por unidad. “No tenía mucho stock, por eso dividí los artículos. Lo hacía mientras seguía la universidad”.

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Una docena de parches labiales fue el origen de todo

La primera venta fue una docena de parches labiales que comercializó en $ 3 justo el día de su primer post en Instagram, el 16 de junio de 2020. Al inicio eran una, dos o hasta tres cajas a la semana. Lo que obtenía de las ventas lo reinvertía para adquirir más productos. Luego ya eran diez cajas emprendedoras diarias.

Había días buenos y malos, pero trataba de no perder el ánimo. Así son los negocios. Sube y baja, y yo seguía, me gustaba, sentía la emoción de que funcionaba. Le metí pasión”.

El apuntalamiento vino con los videos que empezó a subir en su perfil de TikTok, que los replicaba en Instagram, además de los en vivo que realiza, en los que interactúa con sus compradores. “Las redes sociales son todo lo que necesitas para un emprendimiento”, asegura.

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Su primer video en TikTok fue el 18 de enero de 2021. En este solo aparece la voz de Raquel, quien promociona las cajas emprendedoras con un tono tímido. “Al comienzo me daba vergüenza salir, pero después me fui soltando. Dije que si quiero que esto funcione la gente tiene que conocerme y familiarizarse conmigo para generar confianza de que es una persona real, porque hay muchas estafas en internet”.

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En ese momento tenía cerca de 1.000 seguidores, pero tres años y siete meses después ya acumula más de 331.000 y sigue sumando. “Mi objetivo siempre fue crecer, hasta que abrí el primer local en la 29 y Colombia (en el suburbio) el 23 de agosto de 2022″.

Los posts siguientes ya fueron de mejor calidad con producción, edición y música.

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El sitio de su primer local no era tan concurrido, por eso en septiembre de 2023 abrió un local en Febres-Cordero y Eloy Alfaro, en el sector de la Bahía de Guayaquil. Y un segundo, en la 29 y Portete, en el suburbio. En ambos da empleo a diez personas.

Raquel cuenta que no tomaba dinero del emprendimiento, todo lo reinvertía. Recién en diciembre de 2023 ya separa un sueldo fijo para ella, pese a que en los últimos cuatro años se había dedicado casi todo el tiempo al negocio. “Todo se hace de a poco, una o dos perchas y así se van comprando más”, cuenta.

Ella mismo creó las camisetas que usan sus empleadas y el logo de su marca Girl Boss, que es el nombre de los locales, que también diseñó con un color rosa predominante.

El nombre surgió del concepto de empoderar a las mujeres. “Lo que quería como mujer es ayudar a empoderar a otras mujeres. Si no tienes para tus estudios, siempre se puede salir adelante. Una mujer que no se deja vencer, aguerrida, trabajadora, ser la dueña de tu tiempo y de tus finanzas, esa es una Girl Boss”.

“Mi mamá siempre emprendía y se la buscaba”, dice Raquel, quien trabajó desde adolescente para costear sus estudios

Raquel Barahona da instrucciones a un grupo de empleadas en el local de Girls Boss del sector de la Bahía en Guayaquil. Foto: José Beltrán

Raquel, de 28 años, creció en Bastión Popular, en el noroeste de Guayaquil, como la sexta de siete hermanos en un hogar con un padre ausente, ya que dejó la familia cuando ella tenía nueve meses. “Siempre me ha gustado tener lo mío, si no tengo otra alternativa, trabajo como asalariada para coger impulso porque sin recursos no se hace nada. A mi mamá siempre la vimos emprendiendo y se la buscaba, nos tocó muy duro”.

Su primer empleo oficial fue como impulsadora en el mercado de transferencia de Montebello, donde promocionaba los productos de una marca de aceite vegetal cuando tenía 17 años. Iba en la madrugada hasta el mediodía y de allí seguía su último año de bachillerato a partir de las 13:00.

Recuerda que desde pequeña, de unos seis años, acompañaba a su madre a vender como comerciante ambulante en las afueras de los mercados.

La madre de Raquel es diabética y su estado de salud decayó, por eso no pudo costearle los estudios secundarios. Entonces, en 2007, a los 12 años, Raquel se dedicó a trabajar en un restaurante como mesera y ayudante de cocina durante diez meses. Cuenta que ganaba $ 30 semanales y logró reunir $ 600.

“Me pagaban y yo guardaba, mi mamá nos inculcó esto de ahorrar y no gastar en cosas que no necesitamos. Mi objetivo era guardar, por eso pude seguir mis estudios hasta el bachillerato. El trabajo en un comedor es duro, de siete de la mañana hasta las seis de la tarde. Al principio tenía miedo, lloraba y me querían botar porque era muy lenta”.

Con ese monto ingresó a un colegio técnico en el que estudió belleza y después su madre ya pudo apoyarla e ingresó a otro en el que se especializó también en cosmetología.

Durante la secundaria laboró los fines de semana haciendo manicura y pedicura en la peluquería que tenía su hermana para financiar el transporte, útiles y uniformes, ya que los $ 600 no alcanzaron para los seis años de estudios.

Saber reunir dinero es una de las claves

Raquel laboró como asalariada para reunir capital y convertirse en la trabajadora autónoma que es hoy.

Con los $ 6.000 que recibió por ser la abanderada de su colegio, gracias al programa municipal denominado Jóvenes Ejemplares, financió una peluquería en el suroeste de Guayaquil.

“Esa fue mi base, ese programa fue la oportunidad que pasa una vez en la vida. Te subes en el tren que, para mí, pasa una vez, eso me ayudó a surgir. Podría haberme gastado el dinero en ropa, irme de fiesta o de viaje, pero el dinero se acaba y sigues siendo la misma persona, entonces decidí hacer algo que aportara a mi vida con ese dinero”.

Raquel Barahona tiene un título de tercer nivel de abogada, pero le apasionan las ventas. Foto: José Beltrán

El gabinete de belleza fue su primer emprendimiento y lo mantuvo durante casi un año, pero después lo vendió por falta de tiempo, ya que Raquel priorizó sus estudios universitarios. Con la venta adquirió un auto para facilitar la movilización de ella y su pareja.

Hasta que llegó la pandemia y empezó con un stock de 300 dólares prestados. Así acumuló capital haciendo videos desde casa. Cuenta que las estanterías las hacía con galletas de cartón para que en las publicaciones se vea que tenía un negocio más consolidado hasta que cumplió su sueño de tener los dos locales.

Raquel afirma que no es de leer y que mas bien observa tutoriales en la red social Youtube sobre las personas que han surgido de la nada y cómo lo han logrado. Lo que ve depende de lo que le toco hacer. Desde cómo diseñar el local de un negocio hasta la acumulación de capital. (I)

Con videos en redes sociales, Raquel montó sus dos locales en Guayaquil. Foto: José Beltrán