Guayaquil es una ciudad con miedo. Esa es la primera impresión que le dejó la urbe a Óscar Martínez, periodista salvadoreño y jefe de redacción de El Faro, medio digital de El Salvador.

Martínez sabe lo que es el miedo: ha dedicado su carrera periodística a retratar la realidad de la situación centroamericana, una región del mundo marcada por la violencia. Ha expuesto ejecuciones extrajudiciales de la policía, corrupción en el sector público y treguas secretas, asegura, entre el gobierno de Nayib Bukele y las pandillas salvadoreñas.

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Fue la supuesta ruptura de uno de estos acuerdos lo que llevó a los tres días más sangrientos en la historia reciente del país centroamericano, con 87 asesinados por la pandilla Mara Salvatrucha entre el 25 y 27 de marzo de 2022. Como respuesta, Bukele declaró un estado de excepción y una política de detenciones masiva, y la labor de El Faro también se vio comprometida, aunque sus roces con el gobierno de su país datan de mucho antes, pues Bukele lanzó una investigación por presunto lavado de dinero contra el medio en 2020. Martínez también denuncia ser constantemente espiado por el régimen mediante el programa digital Pegasus, y ha tenido que salir de su país en numerosas ocasiones por amenazas.

En una breve entrevista con Diario EL UNIVERSO, Martínez discute no solo los efectos presentes y futuros de la política de seguridad de Bukele en El Salvador, sino también su manera de cuidar su salud mental, el rol de los procesos migratorios en el auge del crimen organizado, el hueco institucional que llena el crimen organizado en Ecuador y la tendencia latinoamericana de apostar todo por un caudillo.

En ocasiones los periodistas lidiamos con situaciones de violencia con humor negro y otros mecanismos, ¿eso es una muestra de apatía?, ¿cómo romper la creciente normalización de la violencia y la muerte dentro de nuestra sociedad?

Con lo del humor negro o rancio, creo que es una forma del periodismo... no tengo problemas con eso. En El Salvador ocurría, uno decía ‘vengo de ver una masacre’ y otro decía ‘voy a ir a ver dos’. Era una forma de convertir lo trágico e incomprensible en un hecho cotidiano.

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¿Cómo revertir eso? Con buen periodismo. No hay un secreto mayor. El periodismo profundo, especialmente en medios grandes que tienen la posibilidad de hacerlo, siempre implica mejores explicaciones. Si mañana un periódico cubre 10 muertos, uno aquí, un hombre allá, 3 mujeres por acá, ¿qué le cuenta eso a la sociedad? Que mataron a 10 personas, nada más. En cambio, si encuentran patrones entre esos asesinatos, aseguran que todas son zonas de control de un grupo criminal en particular o aseguran que esas zonas están a cargo de un mismo jefe policial y curiosamente es ahí donde hay más homicidios, así darían una explicación más útil para la ciudadanía.

Decirle a la gente que alguien murió y murió y murió otra vez alguien más es buscar una explicación muy precaria. El periodismo intenta explicar lo que ocurre en nuestras sociedades: si alguien se queda solo cubriendo el asesinato y el parte policial de ese asesinato, la cobertura de violencia será no solo desgastante para el que la hace sino muy poco útil para el que la lee, porque no va a explicar nada. Tenemos que hacernos mejores preguntas: ¿por qué están matando a esa gente? ¿quién es ese grupo criminal, cómo surgió, cuáles son sus alianzas con el poder público, cuáles son sus zonas de control, por qué razones matan, bajo qué códigos se comportan? ¿Cuántos casos de homicidios lleva un fiscal?

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¿Cómo cuida su salud mental?

Yo estoy rodeado de gente que cubre lo mismo que yo. Entonces cuando nosotros nos tomamos una botella de ron es una terapia muy eficiente. A mí me sirve eso, pero no le recomendaría a nadie que se emborrache con sus amigos como método de sanación profunda, pero es el que ocupo. Ese y cuando estoy muy frustrado me sirve mucho el deporte, me gusta boxear.

¿Qué relación tienen los procesos migratorios masivos con el auge del crimen organizado?

Depende de a qué país te refieras. Ahora mismo el coyotaje es fundamental en la lógica económica del crimen organizado mexicano. No solo los migrantes centroamericanos, los migrantes ecuatorianos, que cada vez llegan más a México, tienen que pagar cuota por derecho de piso en México.

La migración y las deportaciones fueron clave en la formación de pandillas como la Mara Salvatrucha y Barrio 18. Las pandillas son un proceso migratorio. La gente huye de Centroamérica por las guerras civiles financiadas por Estados Unidos y llegan a California porque hay una base del lenguaje castellano. California es la capital de las pandillas negras, asiáticas y de supremacistas blancos, entonces estos jóvenes que buscaban paz encuentran violencia y forman una pandilla. Estados Unidos los deporta a Centroamérica justo cuando la guerra terminaba. Esos 4.000 deportados se convierten en 100.000 en la región y vuelven a Estados Unidos, es el ciclo de la migración.

Cuando la Mara Salvatrucha nació, Estados Unidos solo tenía esa pandilla en un estado, ahora la tiene en 40. Eso es parte de su absurda incomprensión de la migración. No entienden que las deportaciones no solucionan nada de forma estructural.

¿Cómo siente que ha cambiado el sentimiento antimigrante en Estados Unidos desde que le dedicó su libro ‘Una historia de violencia: vivir y morir en Centroamérica’ a los habitantes de ese país?

Una de las cuestiones más ingratas del periodismo es que casi nunca ves qué cambias en cada quien. Nunca sé si influyo en alguien o no, aunque alguna vez una persona se me ha acercado a decirme algo, pero el periodista casi nunca conoce sus méritos individuales. Una educadora de niños sabe en qué niño influyó, el periodista rara vez sabe en qué lector influyó.

En términos de migración, Estados Unidos es muy estable. Los demócratas y republicanos se parecen muchísimo. Acuérdense, cuando la gente habla de progresismo y demócratas, lo serán, no creo que Joe Biden sea lo mismo que Donald Trump. Pero en términos de migración son muy parecidos. Recuerden que el muro lo construyó Bill Clinton en 1994. El primer operativo fronterizo, llamado Hold the line, lo lanzó Bill Clinton, y construyó el primer muro en Tijuana con pertrechos de la guerra del golfo. Es decir, era chatarra de guerra convertido en muro fronterizo, el mayor performance de la violencia que este mundo ha visto.

Cuando la Mara Salvatrucha nació, Estados Unidos solo tenía esa pandilla en un estado, ahora la tiene en 40. Eso es parte de su absurda incomprensión de la migración. No entienden que las deportaciones no solucionan nada de forma estructural.

¿Qué consecuencias cree que tendrá la política de detenciones de Bukele en El Salvador?

Primero, es mentira que son todos pandilleros como afirma el Gobierno. Es un hecho demostrado por organizaciones como Human Rights Watch y por decenas de publicaciones periodísticas de casos individuales de gente que fue capturada porque sí. El movimiento de trabajadores de la policía denunció que los estaban obligando a capturar por cuotas. Había lugares que nunca habían tenido pandillas como la isla Espíritu Santo o la municipalidad de Cinquera, donde la policía tenía cuota de 20 capturas diarias porque tenían que cumplir con el discurso político del presidente.

Más allá de lo que pueda causar, es lo que ya está causando. Según el último informe de Cristosal, hay más de 103 personas que ya murieron en cárceles sin ser juzgadas. La tortura es sistemática. En El Faro hemos liberado un especial de testimonios de personas que incluso el régimen ha liberado, han demostrado que son inocentes, y esa gente ha contado unos casos de tortura... un profesor de escuela primaria, que fue el primer testimonio que publicamos, cuenta cómo al entrar a la cárcel a todos los torturaron en un pasillo de muerte. Ahí muere su colega tras 4 días de fiebre. La política de tortura se ha instaurado en el Estado.

Óscar Martínez, jefe de redacción de El Faro, ha ganado múltiples galardones periodísticos, más recientemente el Premio a la Libertad de Expresión, entregado por la agencia de noticias Deutsche Welle. Foto: Galo Paguay

Creo que va a haber tres consecuencias a largo plazo: cuando le enseñas a la policía de países poco democráticos como los nuestros que tienen derecho a capturar a quien quieran, cuando le enseñas a la Fiscalía que tienen derecho a acusar a quien quieran sin pruebas y cuando le enseñas a los jueces que tienen derecho a condenar a quien quieran sin que haya pruebas, esos tres tardan décadas en olvidar esa lección.

Es una mentira facilona que solo pueden comprar sociedades desesperadas, y estas sociedades están desesperadas, y cuando la gente está desesperada, ¿qué es lo que hacen? Dejan de pensar.

¿Qué carencias llena el crimen organizado en países como Ecuador y El Salvador?

Hay una transacción muy inmediata. El crimen organizado vinculado simplemente al dinero llena la necesidad económica de mucha gente. Si te vas a las regiones selváticas de Guatemala, donde muchos indígenas trabajan descargando avionetas cargadas con lo que sea, ellos las descargan porque la industria de la palma africana les quitó sus tierras y necesitan comer, y van a descargar lo que les pongan al frente.

Si te vas al Caribe nicaragüense, encontrarás a los miskitos, que pescan la ‘langosta blanca’ (fardos de cocaína abandonados por narcotraficantes), que hacen eso porque no tienen ni carretera ni estructura vial para vender lo que cultivan. El crimen organizado, primero, llena la carencia de una economía familiar decente, y segundo, llena las aspiraciones de una juventud perdida en lugares abandonados en estados tan centrados en sus capitales en momentos terribles. Quieren ser alguien y no pueden encontrar ninguna oportunidad de ser alguien, nadie les ofrece participar en programas deportivos que llenen su interés de ser parte de algo, de programas educativos de calidad, estudian en escuelas que se caen a pedazos. Sus padres son pobres y ellos prevén que serán pobres. Entonces, llegan grupos del crimen organizado y les prometen que con ellos ascenderán.

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¿La forma de comunicar de Bukele ha ayudado a exportar el sentimiento anti derechos humanos al resto de Latinoamérica?

Bukele no es el creador de esto. Los caudillos autoritarios han existido desde Fujimori hasta antes de él en las dictaduras. En las etapas ‘democráticas’ de América Latina ya tenías a Bolsonaro, que decía que el ejército debía solucionar todo. En sociedades poco democráticas como lo somos en Latinoamérica, el caudillo que ofrece bala siempre es exitoso, porque la gente nunca ha vivido los beneficios del Estado de derecho. La gente va y denuncia al violador de su hija y nunca lo atrapan. La gente va y enfrenta juicios injustos. Van a la procuraduría de la defensa para ser defendidos y nadie los defiende. Entonces la gente dice: si no se puede de esta forma, que sea un militar quien lo solucione.

Ahora, esa falacia de Bukele de que quien está criticando su régimen de excepción está criticando que encarcelen a los delincuentes es una falacia repetida, infantil, absurda y sin argumentos. Él está violando sistemáticamente los derechos humanos de miles de personas que no han sido condenadas por ninguna razón. La pregunta es al contrario: ¿qué le da derecho a cualquier gobernante de torturar a la gente? ¿Qué le da derecho a un gobernante de capturar a la gente sin argumentos? ¿En qué momento creen que para solucionar los problemas complejos de estas sociedades deben tener todo el poder y no ser cuestionados por nadie?

Es una mentira facilona que solo pueden comprar sociedades desesperadas y estas sociedades están desesperadas. Cuando la gente está desesperada ¿qué es lo que hacen?: dejan de pensar. (I)