Augusto Granda, guardaparque, estaba cansado. Sus superiores le habían encargado a él y a un compañero monitorear un nido de cóndor lejano en el Parque Nacional Antisana, donde ambos trabajaban.

Se sentaron a descansar un momento en una colina, cuando vieron un cóndor juvenil hembra volando debajo de ellos, desplegando sus jóvenes alas, como “dándole fuerzas” a Granda y a su colega para que cumplieran su tarea. Al final, recuenta, ver un cóndor “tan de cerca” por primera vez los impulsó a llevar a cabo su misión.

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En el Ecuador continental actualmente hay 621 guardaparques como Granda, quien ahora es presidente de la Asociación de Guardaparques del Ecuador y administra el Parque Nacional Sumaco Napo Galeras, ubicado en la Amazonía ecuatoriana.

De los 621 funcionarios, 536 son hombres y 85 son mujeres. Ellos realizan tareas de conservación y monitoreo de flora y fauna, llevan a cabo patrullajes marítimos y terrestres de las áreas protegidas, ejecutan proyectos con comunidades aledañas a las áreas protegidas y atienden a turistas.

Personal del Parque Nacional Podocarpus realizan tareas de reforestación. Foto: Cortesía: Archivo Asociación de Guardaparques del Ecuador

El Día Mundial del Guardaparque se celebra cada 31 de julio. La fecha, instaurada en 1992 por la Federación Internacional de Guardaparques, conmemora la labor de los cuidadores de áreas naturales protegidas alrededor del mundo. Un mensaje de felicitaciones publicado el pasado 31 de julio del 2022 por el Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica, organismo que los emplea, los califica como la “primera línea de defensa del patrimonio cultural”.

Sin embargo, Raúl Pinargote, guardaparque del Refugio de Vida Silvestre Estuario Río Muisne, en la provincia de Esmeraldas, considera que la compensación que reciben no va acorde a los peligros que conlleva trabajar en la naturaleza, además de problemas de otra índole, exacerbados por la crisis de inseguridad que afronta el país.

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Parte del trabajo de Pinargote es comandar patrullajes de control y vigilancia del perímetro marítimo del refugio, con el fin de evitar la pesca ilegal y demás actividades prohibidas.

“Nos hemos topado con gente armada, nos han amenazado... Después de eso, nos dieron chalecos antibalas. Ahora andamos con más precaución, salimos de día, ya no salimos de noche... Igual salimos a cumplir nuestra labor”, señala. “Quizá lo vean como algo oscuro, pero nosotros ya estamos acostumbrados a eso, a salir todos los días y poner en riesgo nuestras vidas”.

Los guardaparques en el país perciben $ 733 a cambio de su trabajo, según Granda. En algunas áreas protegidas siguen régimen de trabajo de 5-2: pernoctan 5 días en las áreas y tienen 2 días libres. En zonas más remotas, como el Yasuní, tienen un régimen de 20 días seguidos de trabajo y 9 de descanso.

Esto representa un problema para la vida familiar de los guardaparques. “Imagínate desaparecer 20 días en lugares donde a veces no hay señal, donde no pueden comunicarse con sus familias. Eso estaría bien si fuera un buen sueldo, pero descontando el IESS y otros gastos que nos retiene el ministerio, el guardaparque gana cerca de $ 600″, subraya Granda.

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Pinargote incluso gasta su propio dinero para comprar comida y demás insumos para poder dormir en las áreas protegidas. “En el plano económico, no podemos conseguir nada ni lograr tener nada. No podemos proyectarnos a tener una casa o un carro; todo lo gastamos en nuestras familias y nuestro trabajo”, indica, añadiendo que durante sus nueve años de servicio ha pasado de nombramiento provisional a ser contratado y de nuevo a ser provisional.

Hasta el cierre de esta edición, el Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica no contestó a este Diario sobre los salarios de los guardaparques, sus contratos y días de descanso y trabajo.

A pesar de las dificultades que conlleva su labor, tanto Pinargote como Granda coinciden en que lo que los motiva a seguir es su amor por la naturaleza. Los patrullajes que realiza Pinargote, a pesar de ser peligrosos, también le han dado “preciados” recuerdos de su trabajo: encontrarse con tortugas, ballenas con sus crías o manadas de “30 o 40″ delfines. “Son cosas que te quedan solo para ti, inolvidables”.


Los guardaparques en el Refugio de Vida Silvestre Manglar Estuario Río Muisne regularmente tratan con vida silvestre marina en sus recorridos de patrullaje. Foto: Cortesía: Archivo Asociación de Guardaparques del Ecuador

A ellos se les suma Jenny Gonzales, quien trabaja en la reserva biológica Colonso Chalupas. Su labor se centra más en la coordinación técnica de las actividades que realizan todos los empleados de la reserva.

Su actividad favorita es dar charlas a niños de escuelas circundantes al área protegida sobre el calendario ambiental y las diferentes campañas que realizan. (I)