Las cocineras de la Fundación Clemencia tenían las manos llenas. Cortaban piña en rodajas, separaban pulpa de sandía de sus cáscaras, fileteaban trozos de pollo crudo y removían ollas gigantes, una con menestrón (sopa) y otra con arroz blanco.

Debían preparar el refrigerio y el almuerzo de una mesa llena de adultos mayores, que son habitantes del asilo Sofía Ratinoff en la entrada de la 8, al noroeste de Guayaquil. El asilo funciona bajo la Fundación Clemencia, la misma que alimenta y ofrece un lugar para vivir a 85 adultos mayores de escasos recursos.

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Personal de la Fundación Clemencia preparando el refrigerio de mediodía de los habitantes del asilo. Foto: JUAN XAVIER PÁEZ MORENO

El pollo que fileteaban con entusiasmo las auxiliares de cocina de la fundación no fue fácil de conseguir. La proteína animal en general es complicada de procurar en forma de donaciones, según Adriana Salazar, cofundadora del asilo junto a su esposo, el doctor José Salazar.

El Banco de Alimentos Diakonía, organismo de redistribución de alimentos donados a comedores comunitarios, fundaciones y asilos radicado en Guayaquil, suministra a la Fundación Clemencia con 28 pollos semanales, la proteína animal preferida de los adultos mayores del centro, cuyas dietas se acomodan a sus necesidades médicas.

Las donaciones de Diakonía representan el 40 % de los alimentos. El resto de alimentos, según Salazar, son conseguidos “por autogestión”: reciben donaciones tanto de particulares como de cadenas de supermercados como Tía, Supermaxi y Gran Akí.

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Anteriormente, agrega, han tenido apoyo del Ministerio de Inclusión Económica y Social y del Municipio de Guayaquil, pero por el momento no tienen convenios con instituciones públicas.

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Salazar también va ocasionalmente al Terminal de Transferencia de Víveres (TTV) en búsqueda de alimentos, y atestigua que varios de los vendedores del mercado en Montebello prefieren destruir sus productos a donarlos a gente vulnerable, quienes regularmente acuden al TTV a pedir comida a los comerciantes o, alternativamente, a rebuscar la basura del lugar.

La mayoría de los habitantes del asilo también vivieron en la indigencia, como las personas en situación vulnerable que piden comida en el TTV. De los 85 adultos mayores que viven en la fundación, 65 de ellos fueron rescatados de las calles. Solo 20 tienen familias que responden por ellos, la mayoría de bajos recursos. Las familias de la mayoría nunca pudieron ser localizadas, o fueron ubicadas, pero se rehúsan a hacerse cargo de sus familiares.

Personal de la Fundación Clemencia preparando el refrigerio de mediodía de los habitantes del asilo. Foto: JUAN XAVIER PÁEZ MORENO

Además de la difícil labor de procurar alimentos para los adultos mayores, otro de los problemas del centro es su dificultad económica para solventar gastos en sueldos del personal.

“Conseguir efectivo para sueldos es nuestro más grande desafío. Perdemos buen personal. Estamos tratando de buscar financiamiento para pago de sueldos, pues todo el personal es pagado... no podemos depender de voluntarios porque los adultos mayores necesitan cuidados 24/7″, indica Salazar.

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La inseguridad también ha mermado los ingresos del asilo. Antes podían realizar actividades como mercados de pulgas para recaudar fondos, pero la prevalencia de los vacunadores en la zona ha obligado a la administración de la fundación a detener ese tipo de esfuerzos. Incluso fueron víctimas de un robo nocturno recientemente.

“Estamos orando para que Dios cuide este lugar”, expresa la cofundadora Salazar. (I)