Por más de veinte años he ejercido la docencia universitaria. Tal actividad me ha permitido interactuar con los jóvenes que construyen su proyecto de vida a partir de los conocimientos que adquieren en el camino a obtener su profesión. Me he percatado que sus intereses no solo giran en torno a su futuro profesional, sino que también meditan sobre las condiciones que existirán en el país para cuando ejerzan su actividad laboral. Hablan sobre geopolítica refiriéndose a los conflictos bélicos que, pese a lo distante de su desarrollo, amenazan la existencia de todo el mundo o sus consecuencias económicas, que afectan nuestra propia economía. Se refieren a las conferencias que convocan a los líderes mundiales a discutir sobre el calentamiento global y el cambio climático que produce, pero también hablan sobre la imposibilidad de reunirse con sus compañeros a, según sus expresiones, disfrutar de su juventud, con la frecuencia y amplitud que quisieran debido a la inseguridad que sufrimos como sociedad.

Todas las discusiones giran en torno a las decisiones políticas en las que no participan, pero que influyen en el rumbo que toman sus vidas. ¿Cuán necesario es que los jóvenes en general y los universitarios en particular se involucren en discusiones políticas sobre problemas que afectan directa o indirectamente su proyecto de vida? ¿Cuán útil es que los jóvenes universitarios tomen posición sobre las corrientes políticas que eventualmente dirigirán sus destinos? Reflexionemos sobre eso.

La participación de los universitarios en política es un tema de vital importancia en la sociedad contemporánea. Las instituciones educativas superiores son semilleros de conocimiento, donde los jóvenes tienen la oportunidad de cultivar sus habilidades intelectuales y desarrollar una comprensión profunda de los problemas que afectan a la sociedad. Es en este contexto que surge la responsabilidad de los estudiantes universitarios de involucrarse en asuntos políticos. Participar en política no solo es un derecho fundamental, sino también un deber cívico que contribuye al fortalecimiento de la democracia, entendiendo que la política en sí misma no es mala; lo malo es lo que hacen algunos, que se autodefinen como políticos, en su nombre.

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La política y la educación son dos esferas interconectadas que juegan un papel crucial en la formación de ciudadanos informados y comprometidos. Los universitarios, al acceder a una educación superior, adquieren una perspectiva más amplia y una comprensión más profunda de las cuestiones políticas y sociales. Esto les brinda la capacidad de analizar críticamente las políticas gubernamentales y, en un contexto electoral, evaluar las propuestas que pretendan captar su adhesión. Además, la universidad es un espacio donde se fomenta –o al menos debe hacerlo– el debate y el intercambio de ideas, lo que impulsa la formación de opiniones políticas sólidas y razonadas.

En conclusión, la participación de los universitarios en política es esencial para el desarrollo de una sociedad democrática y vibrante. Los estudiantes universitarios tienen la capacidad de influir en las decisiones políticas, aportar soluciones a los problemas sociales y contribuir al progreso de la nación. Sin embargo, este compromiso requiere apoyo y recursos por parte de las instituciones educativas y la sociedad en general. Es responsabilidad de todos fomentar un ambiente en el que los universitarios se sientan empoderados para participar activamente en asuntos políticos y, de esta manera, contribuir al bienestar de la comunidad y el país en su conjunto. (O)