Durante los eventos de El Niño registrados en 1982 y en 1997, se estima que la población de pingüinos de Galápagos se redujo en más del 60 %, según un estudio publicado en la revista científica Biological Conservation. La publicación notó que esto era un dato preocupante para el futuro de la especie.

Según datos del censo de pingüinos difundidos por la Dirección del Parque Nacional Galápagos, en 2021 se registraron 2.094 especímenes, 102 más que los contados en 2020.

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No se realizó un censo de especies para el año 2022.

Una cría hembra de pingüino emperador nació en Sea World por primera vez desde 2010

Sin embargo, como señala Gustavo Jiménez, investigador principal de aves marinas de la Fundación Charles Darwin, el pico de su población se registró en 1970. La especie todavía no se recupera de los efectos de los fenómenos de El Niño de las décadas siguientes.

“La población fue prácticamente diezmada en 1983. En 1997 se contaron solo 400 individuos, entonces su población es muy susceptible a estos cambios”, expresa Jiménez.

En el fenómeno registrado en 2015 y 2016, en cambio, hubo una ligera reducción de números de pingüinos, pero no se reprodujeron durante los últimos meses del año, como hacen en condiciones normales.

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El aumento de la temperatura del agua causada por el fenómeno los puede afectar de varias maneras: esto causa que se pierdan los nutrientes del agua, resultando en alimento de menor cantidad y calidad. Jiménez apunta que esto también los vuelve más vulnerables frente a sus depredadores naturales, pues se dispersan más en busca de alimento.

También pueden morir por inanición, añade, al no cumplir con una buena alimentación.

El aumento en la temperatura también tiene otro efecto drástico en los pingüinos: ellos detienen su proceso reproductivo ante el más mínimo cambio en la temperatura del agua, según Paolo Piedrahíta, docente investigador de la Escuela Superior Politécnica del Litoral.

“La reproducción se para completamente, no existe reproducción. Abandonan sus puestas para sobrevivir”, dice.

El pingüino de Galápagos llega a medir 50 centímetros en promedio. Foto: Sam Rowley

Cuando están cuidando nidos, agrega, los pingüinos no pueden alejarse demasiado de sus nidos, cuando las temperaturas del océano suben y el alimento escasea, abandonan sus nidos, pues deben bucear por más tiempo y abarcar más espacio para buscar comida.

Esta escasez, además, significa que son los pingüinos de más edad los que están más aptos para sobrevivir, pues son mejores nadando y cazando.

Sí se realizará un censo de pingüinos para el 2023. Piedrahíta espera una reducción en el número de individuos.

“Tal vez ahora El Niño no se siente oficialmente, digamos, pero sí se va a ver una baja en los próximos años. Luego les costará recuperarse”, apunta.

Jiménez, sin embargo, señala que “por el momento, sigue siendo un pronóstico de un fenómeno de El Niño mediano”, lo cual significa que el aumento en la temperatura del agua no sería tan severa como en 1982 y 1997, sino similar al evento que se dio en 2015.

No obstante, un fenómeno de El Niño solo es una de las amenazas que enfrenta esta especie. Como muchos otros tipos de animales en Galápagos, como aves y lagartijas de lava, la depredación de gatos y ratas introducidas por humanos representa una amenaza para sus poblaciones, y es una variable controlable por humanos.

Establecer centros de crianza de pingüinos en Galápagos es una medida que solo debería considerarse en casos “extremos” en los que la población esté seriamente amenazada por especies introducidas o enfermedades, según Jiménez.

Poblaciones de otras especies de pingüinos alrededor del mundo sí han sido mantenidas en cautiverio. En septiembre pasado, por ejemplo, nació una cría de pingüino emperador hembra en Sea World San Diego, parque temático en Estados Unidos, donde viven 300 otros pingüinos de otros tipos.

Sin embargo, los animales que viven en cautiverio no tienen la misma calidad de vida que un espécimen que desarrolla su vida en su hábitat.

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“Se deprimen, el cortisol, la hormona del estrés, aumenta en su torrente sanguíneo, pierden peso, no se alimentan bien, pierden dentaduras, pierden brillo en su pelaje, en las plumas”, expone Piedrahíta.

También es difícil reproducir la calidad de la dieta que tienen en sus hábitats, pues las herramientas para saber exactamente qué comen son “limitadas”, según Piedrahíta, lo cual complica darles una dieta balanceada en cautiverio. (I)