El 1 de febrero de 2017, dos meses después de la firma del acuerdo de paz definitivo, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) llenaron de esperanza al pueblo colombiano con el inicio de la desmovilización, que conllevaría dar fin a un conflicto que ya superaba medio siglo. Pero esa nueva realidad, lejos de afianzarse, actualmente va en retroceso por el crecimiento acelerado de las disidencias y sus recurrentes ataques.

Para lograr el pacto y empezar con la desmovilización, las negociaciones tardaron al menos cuatro años. Fue en el gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018) cuando las hoy ex-FARC, lideradas por Rodrigo Londoño, alias Timochenko, lo firmaron el 26 de septiembre de 2016 en La Habana, con Cuba y Noruega como garantes.

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos (c-i), y el máximo líder de las FARC, Rodrigo Londoño(c-d), alias Timochenko, se saludan tras firmar el acuerdo de paz, el 26 de septiembre de 2016, en Cartagena (Colombia). Foto: EFE

¿Cómo fue la desmovilización?

El cese del fuego entró en vigor el 29 de agosto, casi un mes antes de la firma del acuerdo de paz, pero en 2017 se abrieron las puertas a la participación política de los miembros de las FARC y comenzó la desmovilización y entrega de armas, recoge CNN.

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La desmovilización consistía en acudir a las zonas veredales (aldeas) de los departamentos de Cesar, Norte de Santander, Antioquia, La Guajira, Chocó, Córdoba (norte), Tolima, Meta (centro), Nariño, Putumayo, Caquetá (sur), Arauca, Guaviare y Guainía (este) a entregar las armas e iniciar el tránsito hacia la vida legal.

Se determinó que la totalidad de las armas que las FARC entregarían, bajo la verificación de Naciones Unidas, sería destinada a la construcción de tres monumentos en Nueva York, Cuba y Colombia. El desarme se desarrolló en dos tiempos, denominados “control de armamento y dejación de armas”.

Una vez que cada miembro entregaba su arma, tenía el acceso a la capacitación en labores productivas, de nivelación en educación básica primaria, secundaria o técnica, de acuerdo con sus propios intereses, jornadas de identificación y demás actividades de preparación para la reincorporación a la vida civil.

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Hasta 2020 se habían desmovilizado 13.394 miembros de las FARC, 10.293 hombres y 3.101 mujeres, según datos de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia.

Sin embargo, no todos los combatientes de las FARC estuvieron de acuerdo con el pacto. Incluso desde 2017, frentes de la guerrilla no aceptaron la desmovilización y se convirtieron en disidentes; estas facciones no reciben ninguno de los beneficios del acuerdo de paz y siguen siendo considerados actores al margen de la ley, recoge EFE.

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A la par de la desmovilización, en el mismo año 2017 nació el partido político Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), que en 2021 cambió de nombre para ser el partido Comunes.

Con su organización política, la exguerrilla logró, el 20 de julio de 2018, que ocho firmantes de la paz ocuparan escaños por primera vez en el Congreso de Colombia, pese a que generaban un ambiente tenso y al inicio eran recibidos entre gritos de otros legisladores, quienes los acusaban de ser asesinos.

El acuerdo de paz estableció que el partido tiene acceso a una bancada de diez escaños por dos periodos legislativos (2018 y 2022): cinco en el Senado y cinco en la Cámara de Representantes. Comunes tendrá presencia en el Congreso en las elecciones de este año a pesar de que las urnas no le han perdonado medio siglo de guerra. En 2018 lograron apenas 85.000 votos, refiere El País.

Ataques de las disidencias

A la par de que el proceso de desmovilización se iba cumpliendo, las disidencias continuaron atacando y el conflicto armado colombiano, cuyo fin proclamaron hace cinco años, persiste y se recrudece en diferentes partes del país.

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En 2017, disidentes secuestraron a un funcionario de la ONU en Colombia, y en 2019 los veteranos guerrilleros de las FARC alias Iván Márquez, Jesús Santrich, El Paisa y Romaña aparecieron en un video anunciando que pasaban a la disidencia y que retomarían las armas.

Los ataques de los grupos armados ilegales se han multiplicado en casi todo el país, pero la situación es particularmente delicada en los departamentos del Cauca (suroeste) y Arauca (este), y en las regiones del Catatumbo, fronteriza con Venezuela; Bajo Cauca antioqueño (noroeste) y sur del Pacífico.

Según un informe de agosto pasado de la fundación Paz & Reconciliación (Pares), los Grupos Armados PosFARC han crecido de manera acelerada en los lugares donde operaba la antigua guerrilla y, aunque no se sabe cuántos miles de hombres tienen en armas, operan ya en 138 municipios del país, articulados en dos grandes organizaciones.

Una es la dirigida por alias Gentil Duarte, consolidada en el suroeste; y la otra es la llamada Segunda Marquetalia, liderada por alias Iván Márquez.

Además, hay una tercera categoría, formada por grupos menores, que Pares llama “dispersos” y que actúan principalmente en la región sur de la costa Pacífica.

A esas disidencias responsabiliza el Gobierno de buena parte de los crímenes de líderes sociales y de desmovilizados de las FARC, el más reciente de los cuales ocurrió este domingo en Saravena (Arauca), donde fue asesinado Juvenal Ballén Gómez, la víctima número 300 entre los exguerrilleros y el primero de este año, según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz).

En la imagen, alias Iván Márquez, máximo jefe de las disidencias de las FARC. Foto: EFE

Origen de las FARC

El origen de la extinta guerrilla se remonta a la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957). Luego del retorno de liberales y conservadores, se crearon en 1964 las dos guerrillas más importantes de Colombia: las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Su fundador y líder fue Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda o Tirofijo, quien murió el 26 de marzo de 2008, de un infarto cardíaco.

La zona donde nacieron las FARC fue Tolima, una región campesina que vio mucha violencia y el surgimiento de comunidades de autodefensa. En las décadas siguientes no dejaron de crecer; tuvieron su pico en 2008, y se cree que llegaron a contar hasta con unos 35.000 miembros.

Se estima que más de 137 miembros de la fuerza pública, entre militares y policías, entre 1998 y 2005, fueron víctimas de la extinta guerrilla. Foto: ARCHIVO

Entre sus actos más recordados está el secuestro de la excandidata presidencial Íngrid Betancourt, que estuvo en cautiverio entre 2002 y 2008; además de una serie de crímenes y atentados contra diferentes sectores y habitantes del país, recoge El Tiempo.

Las FARC llegaron en su momento a atrincherarse en grandes territorios, recurrieron también en diferentes lapsos al tráfico de drogas para financiarse y llegaron a ser designadas como organización terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea. (I)