El 2010 fue un parteaguas en la vida de un hombre que agobiado por la estrechez económica se embarcó en la riesgosa ruta del tráfico de drogas. Acabó en la cárcel, nada más y nada menos que en China.

Henry Rodríguez, padre de tres hijos, era profesor de idiomas e historia en Colombia.

Hace 13 años, las deudas y la depresión, tras la muerte de su madre, lo superaron, confiesa a El Espectador.

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Por el dolor por la pérdida de su progenitora dejó atrás la vida que dedicó a formar a estudiantes. Renunció a la docencia. Al no obtener ingresos, la situación en su casa se agravó.

Empezaron los problemas con mi esposa, que me decía que estaba pagando todo. El abogado de la caja social de ahorros llamaba hasta de noche, recuerda

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Las drogas y el paso a China

Rodríguez cuenta cómo paró en el oscuro mundo de las drogas y en la lejana China. Dice que en “un antiguo Carrefour (cadena comercial) del barrio 20 de Julio se encontró a uno de esos amigos que estaba en “negocios turbios”.

Le confesó que no podía con las deudas y “le propusieron irse de “mula” a Kazajistán y llevar 700 gramos de cocaína, a cambio de dinero: 15 mil dólares.

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Tocado por la tentación, dio el siguiente paso. El exprofesor Rodríguez dice “que se tragó más de una decena de cápsulas de coca”.

Viajó a Kazajistán, “donde lo recibieron tres personas, a quienes les entregó las cápsulas después de haberlas expulsado y lavado”.

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La tentación apareció de nuevo, lo convencieron con 10 mil dólares para ir a Beijing, China. Como “mula”, de nuevo, abordó un avión. Luego de seis horas de vuelo pisó suelo chino, donde lo recibieron en un apartamento arrendado.

La realidad cambió drásticamente en menos de 24 horas. “Al otro día llegó el “señor del Carrefour”.

Le dije: ‘Eso es suyo. Ya la he entregado dos veces. Necesito mi plata. Necesito irme.

Me contestó: ‘Espere que ya llega el comprador’. Llegó uno de los señores que estaba en Kazajistán. Era un falso positivo. En minutos a Rodríguez lo rodearon unos 20 policías.

“Estaban vestidos como en las películas de Schwarzenegger. Ahí fue cuando me di cuenta de que yo iba vendido. Uno es terco. Pero es que yo no tenía pasaje de regreso y yo ya me las había olido. Yo fui capturado de una”, dijo Rodríguez a la prensa de su país.

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De allí lo recluyeron en un centro de detención, donde estuvo ocho meses. Una sola llamada le fue permitida para que pusiera al tanto a su familia de la gravedad del caso.

En China a este hombre colombiano lo condenaron a 15 años de cárcel. Por el buen comportamiento le redujeron la pena. En celdas se le fueron 12 años. Hoy está en Bogotá, con los suyos.

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La vida desde una prisión en China

Rodríguez mira al pasado: “En Beijing habíamos seis hombres, entre ellos dos mujeres y dos sentenciados a muerte. La vida de los sentenciados a muerte era terrible. Los encadenan de manos y de pies”.

“Ellos sufrían. Esas eran como cadenas de la época de la inquisición. Gruesas. Esa es gente mala, la de China. Los dejaban los pies marcados. Recuerdo que uno murió sentado en una celda”, describe.

La vida en prisión transcurrió “en celdas tan pequeñas como un baño, dormían hasta 12 personas”. Narra que los días iniciaban religiosamente a las 06:00. Lo bañaban con la ropa puesta.

Si el policía amanecía de buenas pulgas, lo dejaba cambiarse, si no le tocaba estar así todo el día

- ¿Y la comida?, le preguntan.

- Arroz con repollo y agua. Con suerte, en el año nuevo chino, se servía carne de serpiente o “sancocho de perro”.

“El hambre era tan abismal que los africanos se comían hasta el pasto de la cárcel”, cuenta.

Del regreso a casa, a la vida 12 años después de un encierro, comenta impresionado cómo avanzó y cambiaron muchas cosas con la tecnología.

A sus 64 años señala a la prensa: “Yo no puedo con este televisor (…) ahora es todo películas. Los hijos me dicen que tenga paciencia, que yo voy aprendiendo. Ahora todas las citas y las cuentas son con celular. Queda uno loco”. (I)

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