El expresidente Fabián Alarcón gobernó el país entre 1997 y 1998, asumió el poder tras la destitución de Abdalá Bucaram y el retiro del encargo de funciones a la entonces vicepresidenta Rosalía Arteaga. Fue el último mandatario que nació y forjó su carrera política en Quito. Para las elecciones generales del 2025 no hay ningún precandidato de la capital, lo que para el exmandatario es muestra de que están debilitados los liderazgos en esa ciudad.

Alarcón compara lo que fue su mandato con el actual periodo del presidente Daniel Noboa y aunque el tiempo de gobierno será el mismo, un año y medio, dice que, a diferencia de Noboa, él recibió un país tranquilo, sin tensiones sociales ni crisis como las actuales, lo que le permitió alcanzar grandes consensos. De cara a las próximas elecciones, comenta que la ciudadanía desconfía de todo lo que significa la política y que aunque existan múltiples candidatos, el voto no se dispersará y se concentrará en máximo cuatro figuras políticas.

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Como presidente interino usted gobernó un año y medio, al igual que está previsto que lo haga el presidente Daniel Noboa, ¿qué diferencias y similitudes encuentra entre ambos mandatos?

Son periodos exactamente iguales. Qué se puede y qué no se puede hacer depende mucho de las circunstancias del país, de la situación económica, política, social, etcétera. En el caso del mío, yo tuve un país tranquilo, un país sin tensiones sociales, ni conflictos con trabajadores ni con indígenas y que más bien se llegó a grandes consensos nacionales con el Congreso Nacional para poder impulsar varias reformas y para poder realizar la Asamblea Constitucional de 1998... El presidente recibió un país realmente destrozado, en el cual los índices de inseguridad son altísimos, en el que la criminalidad, el narcotráfico han penetrado en todas las funciones del Estado prácticamente, con una pugna permanente con la Función Legislativa, y yo no creo que se le puede calificar de inoperancia ni mucho menos... no se le puede atribuir todos los males del país y hay que darle oportunidad de que pueda seguir adelante. Está siete meses en el Gobierno y en uno tan corto no se puede hacer mucho.

¿Cómo ve el panorama electoral con los precandidatos que se han anunciado?

Tal como están las cosas ahora, yo veo tres figuras o cuatro máximo que pueden tener la votación suficiente y respaldo de la ciudadanía. Si bien puede haber gran cantidad de candidatos, no dispersan el voto. Citando los datos de una encuesta de una empresa muy seria, hay tres candidatos y un cuarto que está ascendiendo y el resto no pasa del 1 %. Entonces yo no sé qué es lo que persiguen presentándose candidatos cuando ya ven lo que está sucediendo en la ciudadanía, que está tremendamente desconfiada de todo lo que significa la política, de todo lo que significa las funciones del Estado y es un peligro para la democracia, porque si no tienen confianza en el sistema electoral y se tiene un Consejo de Participación, un Consejo de la Judicatura en permanentes discusiones que van creando un clima social de decir no creo en nadie, sino simplemente voy a votar por aquel que me dé solución a un problema que tengo en este momento.

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La Constitución de 1998 dejó de estar vigente con la aprobación de la del 2008 y entre los cuestionamientos que esta ha recibido se menciona que es hiperpresidencialista, ¿considera que es necesario reformarla?

Yo creo que sí, en algunos aspectos fundamentales. En primer lugar, equilibrar la balanza entre Ejecutivo y Legislativo, porque una democracia son tres funciones del Estado: Judicial, Ejecutivo y Legislativo, no cinco como pusieron, de modo que haya contrapesos que puedan permitir la gobernabilidad. Por ejemplo, creo que la acción de protección, que se ha usado tan mal, tiene que regularse definitivamente, no solo por la Corte Constitucional sino a nivel de norma constitucional... hay que hacer reformas al sistema de partidos, al régimen de partidos... y esto puede ser no a través de la Asamblea Nacional, sino de una Asamblea Constitucional, que no tenga todos los poderes del Estado y sea solamente para redactar el nuevo texto.

El crimen organizado, la corrupción y la inseguridad se han vuelto un mal recurrente, ¿cómo combatirlos desde un gobierno?

En el tema de seguridad, yo estimo que los funcionarios del Gobierno están haciendo lo que pueden realizar. La ministra Mónica Palencia hace una buena gestión, pero indudablemente tiene límites de arrastre de muchísimos daños... en el sistema cárceles tiene que haber un control absoluto tecnológico y cortar la comunicación, pero recordemos que la inseguridad se debe también a factores socioeconómicos del país. Mientras haya un índice de desempleo de la magnitud que hay en Ecuador, habrá gente que convenza a los jóvenes de que hay que ir por otro camino... creo que también hay que hacer una depuración de Fuerzas Armadas y Policía, la gran mayoría creo que están en el camino correcto, pero también hay otros que hacen y deshacen dentro de las instituciones y a la sociedad hay que tratarle desde la niñez, crear una cultura de la legalidad, que es el respeto a la gente y creación de valores cívicos, caso contrario tendremos la misma sociedad, por más que le pongamos cualquier tipo de leyes.

El presidente interino Fabián Alarcón convocó en 1998 a una consulta popular para legitimar su designación tras la caída de su antecesor, Abdalá Bucaram. Foto de Archivo

En los últimos años, exmandatarios ecuatorianos han enfrentado procesos penales, investigaciones y hasta tienen sentencias en firme, esto ha dado pie a que se hable de un lawfare, ¿cree que es así?

Aquí lo que hay que diferenciar, siempre en toda sociedad, es lo político y lo judicial. No se puede politizar a la justicia ni justicializar a la política, o sea, no utilizar ni lo uno y otro como sistema de persecución, y eso se va a lograr con jueces honestos, que apliquen la ley, no pensando políticamente ni con otros compromisos. Para eso también tiene que haber una serie de reformas en todo lo que es la Función Judicial... puede haber jueces muy buenos, pero hay jueces muy malos que están vinculados a otras actividades que no son precisamente lícitas.

Ecuador está próximo a volver a las urnas y entre los 17 precandidatos no hay ninguno nacido en Quito, usted fue el último presidente quiteño que hizo su carrera política en la ciudad, ¿cree que están debilitados los liderazgos en la capital?

Totalmente, hay liderazgos deteriorados. En años pasados había líderes importantes en la ciudad de Quito, hablemos de Fernando Castillo, Álvaro Pérez, Manuel Córdova Galarza, Sixto Durán-Ballén y muchos otros, y por lo general la gente no vota por los partidos, vota por líderes políticos aquí y en todas partes del mundo, salvo excepciones. Yo me inicié en la política a los 15 años, a los 21 fui concejal de Quito y luego prefecto de Pichincha, fui cuatro veces diputado provincial, una vez nacional, fui presidente del Parlamento Andino y luego llegó la Presidencia de la República. Entonces, hice una carrera y el político tiene que hacer una carrera y la política la manejan los políticos, están equivocados cuando dicen no debe manejarse por políticos, tienen que ser por políticos, estoy hablando del buen político, preparado y capacitado. Entonces, en Quito, si hay una falta de liderazgo definitivamente que tiene que ser complementada en algún momento, porque es una ciudad básica para el país, no solamente en lo económico, productivo, sino especialmente en lo electoral. Quito pone y quita presidentes como se ha visto todo el tiempo.

Usted menciona que es necesario que los políticos hagan una carrera, pero hoy en día la figura del outsider es la que más ha tomado fuerza bajo la consigna de que ser político está mal y con rostros que se autodenominan terceras vías.

Dicen yo no soy político y es una mentira. Ya están en política y la política se hace con políticos, no con otras personas. Los políticos tienen que tener capacidad suficiente, el buen político, de gobernar con experiencia, con calidad humana, con una visión global del futuro, (con) un plan integral de Estado, no solo del partido, sino uniendo consensos para establecer las metas a las que tenemos que llegar como ecuatorianos... Yo no creo que de los 17 candidatos, una apreciación personal mía, que saquen votos que sean importantes, a mi modo de ver, serán tres o cuatro fuerzas políticas las que acaparen toda la votación, toda la Asamblea Nacional y el resto tendrá una votación muy baja. ¿Por qué se presentan? No sé si por figuración política, a veces uno no entiende a ciertos políticos ecuatorianos ni a ciertos partidos y lo malo es que no hay partidos políticos, están débiles completamente, no han hecho escuelas de formación, no han hecho organización popular, estructura y se presentan a las elecciones agarrando candidatos que no son siquiera del partido de ellos. Entonces, eso crea una desconfianza en la ciudadanía que se va reflejando y a lo mejor buscan a alguien de afuera para corregir estos particulares.

Ya pasaron más de 20 años desde que estuvo en el poder y para varios analistas usted gobernó con una figura que no existía y hasta se habla de un golpe de Estado, ¿cuál es su postura?

Lo explicaré fácilmente. Los seis meses que estuvo el señor expresidente Abdalá Bucaram realmente el país fue conmocionado por varios acontecimientos, había un clamor popular que se reflejaba en las calles y que querían un cambio de gobierno y eso nadie lo puede negar... Y había un vacío constitucional, no sé si a propósito, que era que si el presidente se va o renuncia, lo reemplazaba el vicepresidente de manera temporal, pero no hablaba nada de definitivo. Yo traté de complementar ese asunto y no pude hacerlo por la oposición... hay que ver también las circunstancias políticas del país. No querían a nadie que haya estado vinculado al gobierno de Bucaram porque la gente no lo hubiera soportado. Eran millones de gentes y una unidad total de dirigentes políticos, sindicales, campesinos, trabajadores sociales, todo un país que reclamaba esto. Entonces tomé la decisión, frente al caos que podía darse, de aceptar la designación del Congreso Nacional para complementar un año y medio y, no contento con eso, sometí mi mandato a consulta popular y saqué el 70 % de la votación y en Quito el 90 %. Eso legitimó plenamente, con la voluntad popular, lo que hizo el Congreso. Así que el hecho fue constitucional, desde todo punto de vista, y la voluntad popular expresada en las urnas ratificó lo hecho por el Congreso Nacional. Si yo no triunfaba en esa consulta, yo me iba a la casa automáticamente y renunciaba al día siguiente. (I)