Para las elecciones presidenciales anticipadas del 20 de agosto de 2023, convocadas luego de la muerte cruzada, ya se están perfilando candidatos. Varios de los presidenciables han anunciado que están conformando alianzas o coaliciones para “fortalecer” sus candidaturas y diseñar una “agenda” con “objetivos de país”.

Sin embargo, estas alianzas o coaliciones siempre han sido coyunturales y se han movido por objetivos políticos, según indican analistas consultados por EL UNIVERSO. Estas figuras también buscan unificar el voto con relación a un candidato o tendencia, pero cuando llegan al poder se rompen o, al menos, se debilitan.

Publicidad

¿Qué perfil debe tener el presidente de Ecuador que se elegirá el próximo 20 de agosto?

Por ejemplo, el presidente Guillermo Lasso cuando fue candidato en 2021 realizó una alianza con el Partido Social Cristiano (PSC) para llegar a Carondelet y derrotar al correísmo. Esta alianza se rompió en los primeros meses de gobierno y el PSC empezó a apoyar al correísmo hasta llegar a un juicio político contra Lasso que terminó con la disolución de la Asamblea.

En tanto, Rafael Correa también llegó a la Presidencia bajo el paraguas de una coalición de izquierda que le permitió ganar varios procesos electorales desde 2006. De hecho, de allí el nombre del partido que apadrinó a Correa: Alianza PAIS, que nació del llamado “acuerdo país”. Pero esta alianza se empezó a desgranar cuando Correa empezó a imponer su agenda personal y política. Ya luego, el movimiento de alianza no tuvo nada y siempre giró en torno al líder o caudillo. Sin Correa en el Ecuador, Alianza PAIS se debilitó hasta desaparecer. Ahora se llama Mover.

Para Esteban Ron, analista político y experto en temas electorales, solo hay pocos momentos históricos donde las alianzas “han servido”. Uno de ellos fue el que impulsó la victoria de Correa, ya que hubo una reconfiguración total del sistema democrático y electoral ecuatoriano. Esta alianza dejó de lado a los partidos hegemónicos, como el PSC, el roldosismo o la Izquierda Democrática.

Pero actualmente las alianzas son estrictamente electorales, es decir, sirven solo para las elecciones y fines específicos, como lo ocurrido con CREO, partido de Lasso, y el PSC. Las coaliciones ahora no tienen incidencia ni histórica ni programática: “Cuando las alianzas son estrictamente electorales y solo sirven para obtener una ventaja respecto de otras candidaturas, poco pueden servir. Evitan la dispersión electoral: solo eso sería la ventaja”, dice Ron.

Publicidad

Si la alianza no está consolidada y no se cumplen los acuerdos políticos, empiezan los revanchismos, y es muy poco probable que el apoyo se mantenga durante todo un proceso de gobierno.

¿Por qué hay tanto movimiento político en Ecuador?

“Para evitar la división entre la alianza y la agenda del candidato, el presidente debe tener un plan de gobierno coherente con objetivos y metas trazadas. Con esto se elimina la agenda personal y política para centrarse en una agenda de política pública. Lo que ha pasado en el país es que, cuando el candidato llega al poder, tiene una agenda personal porque tiene que buscar aceptación en la ciudadanía para que se puedan ejecutar sus ideas, pero allí se empieza a romper la alianza”, añade Ron.

Además, las alianzas se han transformado en espacios para exigir ciertos cargos de poder, como una secretaría, un ministerio al candidato si llega a Carondelet. Esto también rompe la sinergia que debe mantener una alianza o coalición.

Lo que también se ha visto en Ecuador es que se han dado “alianzas antinatura”, es decir, entre movimientos o partidos que ideológicamente son opuestos. La última entre PSC y correísmo fue duramente criticada, incluso por cuadros socialcristianos históricos que terminaron desafiliándose del partido. Este tipo de alianzas solo se mantiene hasta que se logra la finalidad política, que en este caso era la destitución de Lasso.

Cristian Carpio, analista político, afirma que desde el retorno a la democracia (1979) las alianzas han sido muy coyunturales, y son escasas las que fueron programáticas y con objetivos a largo plazo.

Coincide con Ron en que la alianza entre CREO y PSC demuestra lo frágil de esta figura en el Ecuador, ya que los objetivos de sus líderes (Guillermo Lasso y Jaime Nebot, respectivamente) no iban en concordancia con un plan a largo plazo, por más que los dos afirmaron, al ganar las elecciones, que tenían objetivos programáticos.

Añade que otro ejemplo de ruptura de alianzas se dio en el gobierno de Correa. Las diferencias entre los movimientos de izquierda y centroizquierda que lo llevaron al poder y el propio Correa se evidenciaron en la Asamblea de Montecristi. Uno de los temas que resquebrajaron el apoyo fueron los temas extractivistas, como la moratoria minera.

Luego empezaron las diferencias con el movimiento indígena, que terminaron con el despojo de la sede de la Conaie en Quito.

“Las alianzas no han sido programáticas y solo han sido útiles para réditos políticos, ya que solo buscan posicionar a determinado candidato en zonas del país donde no se tiene tanta cobertura. Pueden sumar algo de voto duro, algunos candidatos; pero, en términos generales, es muy poco probable que veamos alianzas duraderas”, indica Carpio.

Además, esta fragilidad, añade Carpio, también se traslada a las alianzas o coaliciones que se generan para las autoridades locales. De hecho, en las elecciones seccionales de febrero pasado hubo candidatos que ganaron representando a alianzas de más de cinco movimientos o partidos.

‘El presidente Lasso es el único que ha logrado vencer al correísmo; es muy adelantado decir que no tiene los números para ganar las elecciones’, asegura Juan Fernando Flores, consejero político del Gobierno

“Es interesante analizar cuántas autoridades que llegaron en las elecciones anteriores se desafiliaron inmediatamente de los partidos que representaron. Lo mismo pasó con los asambleístas. Lo mismo pasa con las candidaturas presidenciales, ya que, si bien llegan con objetivos marcados por la alianza, ya luego con la coyuntura obedecen a una agenda personalista. En el país no tenemos estructuras marcadas de fidelidad partidaria ni alianzas sostenibles en el tiempo”, señala Carpio.

Más de 160 alianzas electorales se presentaron, según el Consejo Nacional Electoral (CNE). El mayor número de alianzas que se suscribieron y terminaron todas sus fases fueron las cantonales; luego les siguen las provinciales.

Aunque cualquier elección presidencial es considerada como altamente personalizada, la importancia que tienen los partidos varía significativamente dependiendo del país o la cultura electoral de una población. Por ejemplo, en Estados Unidos las presidenciales tienen un alto componente personalista, pero también operan los partidos como organizaciones o identidades partidarias que influyen decisivamente en la elección presidencial.

Sin embargo, en el contexto latinoamericano, entre ellos el ecuatoriano, los partidos políticos están en crisis y cada vez son menos relevantes en una elección presidencial. Las nuevas generaciones de votantes se concentran más en la imagen del candidato, por lo que ahora los partidos son los que se acercan a las coaliciones o alianzas gestadas por los presidenciables. Este escenario debilita estos apoyos, los hace coyunturales y muy específicos. Claramente, los fines políticos han superado a los ideológicos. (I)