El Hijo de Dios, para salvarnos, asumió la humanidad de todos los pueblos. Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel, donó a la diócesis de Riobamba, en la persona de su obispo Leonidas Proaño, una pintura de Cristo vestido de indio puruhá. Víctor Corral, administrador apostólico, convino con Oswaldo Viteri, reconocido artista, la reproducción de esta pintura en mosaico de piedra. Fue colocado en el frontis de la Catedral. Posteriormente, Víctor, Corral, consultado Leonidas, lo colocó en la entrada de la Catedral. Ha sido removida de la Catedral. Quienes protestan me piden que proteste desde esta columna.

Protestemos asumiendo nuestra identidad y nuestros deberes. (Entregamos algunos a otros).

* La raíz de ese entramado de conocimientos, valoraciones y afectos –que llamamos cultura– se bebe, como la leche materna, en la familia.

* Europeos tienen –y algunos ecuatorianos aceptamos pasivamente– el veneno del eurocentrismo. En el subconsciente de europeos late la convicción de ser modelo y medida de la humanidad, que los mueve a imponer. En nuestro subconsciente late un complejo de inferioridad, que motiva timidez.

* El misionero deja su familia. Al adoptar otra, no arranca su raíz. Esta sigue alimentando su vida. El obispo Julio Parrilla, valorando la queja, colocará en su lugar al Cristo indio.

* El colonizador –no el buen misionero–, para poder dominar, inocula el veneno del menosprecio de la identidad indígena y la consiguiente timidez.

* El veneno del menosprecio de lo indígena aflige a ecuatorianos, aun después de siglos de independencia. Nicolás Iza, dirigente indígena cotopaxense, en una de esas reuniones periódicas de cristianos indios y bancos, que se realizaban en la diócesis de Latacunga, resumió la realidad: “El indio quiere ser cholo; el cholo quiere ser blanco; el blanco quiere ser gringo.

* En algunos ecuatorianos ese veneno dificulta: -expresarse con espontaneidad -crear nuevas respuestas -superar pobreza y otras dificultades. Esos ecuatorianos confirman la imagen que algunos tienen de nosotros, “niños en la fe”.

Riobamba es “sede de la blancura” y cuna de héroes indios de la historia ecuatoriana. Supongo que con la presencia de un obispo español reapareció el deseo de quitar de la Catedral no a Jesús, pero sí al vestido de indio.

Cristianos de otros países colaboran en Cotopaxi y Manabí, para que ecuatorianos pintemos nuestro color en el arcoíris de la Iglesia universal, guiada por el papa.

Algunas reflexiones: 1) El Evangelio no se encierra en cultura alguna. El evangelizador provoca una respuesta desde la identidad del evangelizado. Si el evangelizador impone su respuesta, impide la plenitud de la universalidad. 2) El seguimiento a Cristo es auténtico, en cuanto lo seguimos solo a él. Solo él es “camino, verdad y vida”. Él es el sol, que tiene luz propia. Los santos, como la luna, solo reflejan la luz de Cristo. Unos santos han imitado a Cristo, preferentemente en un aspecto; otros santos lo han imitado más en otro aspecto. Todos interceden ante el único Salvador. 3) Tarea de todos es crecer desde nuestra identidad, abierta a la universalidad. (O)